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Miguel Figueroa, biólogo: “Debería ser obligatoria una siesta de 20 minutos”
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Una vez los atrapó la noche profunda en Huácar. Cuando había paro armado en la ciudad, su familia salía a pasear a los pueblos aledaños, donde construía con la imaginación otras geografías. Miguel Figueroa tenía 8 años. Su padre lo hacía mirar las plantas, los animales, el río, lanzaba preguntas, ensayaban respuestas, lo iba entrenando en la observación científica.
En pleno campo de aquel distrito huanuqueño solo iluminaban las estrellas. Echados en el suelo y mirando al espacio infinito, el padre trazaba historias y luego Miguel debía inventar sus propios relatos. “Mi viejo nos quería enseñar que el conocimiento está en tu cabeza, solo tienes que juntar las partes para hacerlo realidad”, recuerda el biólogo etólogo sobre la semilla que, tal vez, marcó su destino. El especialista será parte del nuevo ciclo de charlas TEDx Barrios Altos, que se realizará mañana en la Escuela Nacional de Bellas Artes.
En esas caminatas con su padre, siempre le hablaba de los momentos de ‘aburrimiento’, de los momentos que el cerebro debía dejar de recibir información y la importancia de que ello ocurra. Cuando se dejan de hacer cosas, el cerebro construye conceptos. Esa es la premisa de fondo. “Se puede entender y escuchar en el silencio”, añade el conductor del programa de TV La neurona reina. Silencio, por favor.
La comedia es una de tus herramientas para explicar el comportamiento humano. ¿Por qué?
Una historia divertida del comportamiento la gente la reconoce como suya. No he estudiado nada relacionado a la comedia, simplemente siento que soy divertido (risas).
También tienes estudios en psicología. El comediante posee dosis de psicólogo.
De hecho, un comediante tiene que ser un tipo muy empático, saber qué le pasa al otro. Hice una maestría en psicología pero soy etólogo, analizo el comportamiento primitivo humano, cómo convive el animal humano dentro del supuestamente inteligente homo sapiens sapiens.
¿Está bien recurrir a nuestro lado animal?
Es inevitable. De hecho, más de nosotros es animal que humano.
¿Cómo qué?
Entra al tráfico y lo sabrás.
Cuando se toca el claxon y se grita.
Gritar es un comportamiento animal. ¿Por qué gritas cuando te peleas con alguien? En el fondo es una estrategia del animal humano para lucir más poderoso, porque en el mundo animal grita más fuerte el más grande. Un grito es una advertencia para decir: “Brother, no te acerques porque te voy a matar, tengo mucha masa muscular para ti”.
¿Cómo podemos explicar la corrupción?
Hay estudios que muestran que la gente es menos propensa a la corrupción en la mañana que en la tarde. El ser honesto, igualitario, democrático merece una energía mayor en nuestro cerebro. Entonces, en la mañana tienes más energía y, por lo tanto, puedes sobrellevar esas situaciones. En la tarde o en la noche ya no tienes tanta energía y sale tu lado animal. Esto lo controla la corteza orbitofrontal, la parte cortical de tu cerebro. Esa corteza controladora baja cuando estás cansado o borracho. Además, la corrupción es contagiosa. Si tú mientes, yo también empiezo a mentir. Estamos acostumbrados a vivir en grupos, y si mi grupo lo hace, será muy raro que yo no lo haga. Es peligroso ser el raro, es peligroso ser el extraño que no lo hace, porque generas vulnerabilidad en el grupo.
¿Estamos condenados a la corrupción?
No. Si tu grupo es honesto será bien raro que tú seas el corrupto. Se verá mal. Los grupos funcionan si las reglas están claras.
Entonces, ¿de qué forma se puede vencer a la corrupción?
Es complejo. Si los corruptos están unidos, van a ganar. Las estrategias psicobiológicas para disminuir este crecimiento de la corrupción es gritar a los cuatro vientos cuando alguien es corrupto. Hay que mostrar la corrupción, despreciarla y evidenciar que se está enjuiciando a los corruptos. Los humanos tenemos el sesgo de disponibilidad: se toma decisiones según el recuerdo. Si yo recuerdo que al pata que fue corrupto no le pasó nada, ya sé que no pasa nada.
Si hablamos de que se necesita más energía para ser mejores, eso estaría relacionado con el trabajo y el descanso.
Hay investigaciones sobre la gente que trabaja sin poder tomar decisiones sobre su trabajo, que está en las escalas menores donde solo reciben órdenes. Ellos tienen peores decisiones económicas: compran cualquier cosa, sacan una tarjeta que no pueden pagar y no les importa. Los han destruido tanto, que necesitan compensar con cierto poder.
¿La siesta cómo opera?
Casi podríamos decir que debería haber obligatoriamente una siesta de 20 minutos. Eso hace que tu tarde se vuelva mucho más eficiente, hace que tus decisiones vuelvan a ser ecuánimes, equilibradas. Ahora, de cuatro personas, tres funcionan así.
El eslogan de esta edición de TEDx Barrios Altos es “la fuerza de la comunidad”. ¿Sabemos vivir en comunidad?
Hasta un cierto número. Según una investigación que se llama ‘El número de Dunbar’, después de 150 personas, aproximadamente, la gente empieza a tener deformaciones sociales. En un grupo de 150 soy un corrupto identificable. Cuando las poblaciones crecen demasiado, la gente se vuelve anónima. Cuando se pasa ese número, hay que saber subsidiar, pensar en cómo hacer para que sus acciones buenas y malas sean más evidentes. Hay que educar sobre empatía y comprensión del distinto.
¿En el Perú se está “subsidiando” bien?
Falta muchísimo y eso lo evidencias en la banda sonora que está en las calles: los ti-ti-ti de las bocinas, que habla de la desesperación que tiene uno con respecto al otro.
En las redes sociales también hay desesperación y caos.
Donde el anonimato es maravilloso para lanzar piedras.
Si en la calle nos cuesta vivir en comunidad, ¿cómo estamos en las redes?
Alguien que recibe gritos en la calle, levanta su luna para evitar la bulla, y si es polarizada mejor.
En las redes sociales todos transitan con lunas polarizadas.
Definitivamente. Por eso sin problemas insultas u opinas sobre un tema que no tienes idea. Hemos entrenado evolutivamente en saber decir las cosas y las redes sociales lo han enfriado. Las redes sociales son extraordinarias, pero han quitado toda esa parte de la evolución, que es producto de cientos de miles de años y que nos permite entender cómo la gente puede tratarse mejor, incluso, sin el idioma.
¿Qué lugar tiene el respeto en la evolución?
Pienso en bonobos, chimpancés, macacos y orangutanes, y en ellos existe el respeto. Pero también existe el respeto al pequeño, más en bonobos, que son mucho más amables, altruistas, amorosos, son matriarcados. El hombre nace con el respeto, pero empieza a perderlo si está en un ambiente de irrespeto o donde hay anonimato (como en las redes).
El matriarcado está más presente de lo que se piensa.
El primatólogo Frans de Waal dice que el humano está entre el chimpancé que quiere pelear y el amoroso bonobo, dominado por hembras. Tenemos de los dos. Pero lo que manda es el nivel de testosterona, que te reclama que seas el alfa permanentemente y para eso te vuelves más fuerte, más gritón, escuchas menos, eres más abusivo. Al parecer, la testosterona se genera con el poder. Cuando tienes poder, tu cuerpo dice: bien, lo lograste, mereces más testosterona. Esta nos genera placer porque está asociada a la dopamina. Ahí nace la adicción al poder, que se puede medir, es químicamente real. La testosterona, en muchos casos, puede evitar que entiendas al otro. Al parecer, la testosterona te emborracha. Las hembras bonobos, chimpancés o humanas tienen menos testosterona.
Eso quiere decir que la mujer biológicamente tiene las condiciones para administrar mejor el poder.
Es más inteligente con el poder. Es menos propensa a emborracharse de poder. En todo caso, hay que acostumbrarse a pisar tierra permanentemente. Si siempre estás en un carro blindado, con cuatro patrullas que te abren el tráfico, nunca te darás cuenta que existe el tráfico. Hay que obligar a los poderosos a estar realmente en el llano.
¿Cómo elegimos mejor a quienes llegan al poder?
La gente toma decisiones en base a la cara del político. Al parecer, buscamos caras sonrientes y mentones anchos para que nos lideren, como para decir que es amable y fuerte. Las investigaciones muestran también que la gente más propensa a caer en ese tipo de sesgo facial es la gente que menos lee.
Eres biólogo etólogo, das charlas, estás en la televisión. ¿Cómo te defines?
Soy un divulgador científico. A la gente quiero contarle cómo hay factores externos que hacen que tú decidas algo sin querer, como las horas del día, el rostro de un político, el hambre que tengas, el clima. Todo ese tipo de cosas toman decisiones junto a ti. Mi intento de divulgar es decir: ‘oye, por si acaso, no somos tan inteligentes como creemos’. Es bueno entender que somos más frágiles.
AUTOFICHA:
-“Soy Miguel Figueroa Ingunza, nací en el 79, en Huánuco. Vine a Lima para estudiar Biología en la Universidad Agraria, después he trabajado mucho tiempo en la selva de Loreto, del Manú, Tambopata y también he trabajado con campesinos de la región andina”.
-“Soy especialista en cambio de conducta. Tengo una empresa que se dedica a que las personas cambien su conducta, principalmente en organizaciones. Lo que voy a hablar en el TEDx Barrios Altos tiene que ver con que no basta la voluntad para el cambio”.
-“Soy biólogo etólogo humano. Luego estudié una maestría en Psicología Organizacional. Tengo un extraño postgrado en Lenguaje no Verbal y Detección de Mentiras. Pero sobre todo soy autodidacta. Dicto conferencias en el extranjero. Entreno a gente para que se comunique mejor. Escribo mi tercer libro. El primero se llama ‘Rompe el miedo y habla en público’ y el segundo es ‘Tips para Presentaciones Efectivas’, en base al entendimiento del comportamiento de las personas”.
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