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Mariana Alegre: “Espero que podamos construir las ciudades que merecemos”
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Mariana ama nuestra capital. Ama tanto a Lima que convenció a su esposo de llamar así a la hija de ambos. Está convencida de que los espacios públicos son nuestros, son de todos y deben de regresar a la ciudadanía. Por eso fundó el proyecto Ocupa tu calle, para trabajar con la gente y para la gente.
¿Qué es Ocupa tu calle?
Es un proyecto que partió de otra iniciativa que tenemos que es Lima cómo vamos, pero creció tanto que ahora es un programa que tiene vida propia. Por eso nos encanta ser parte de Próceres del Bicentenario, porque nos ayuda a cortar el cordón umbilical. Es un proyecto para la generación de más y mejores espacios públicos a través de lo que llamamos urbanismo ciudadano, lo que implica un involucramiento real y efectivo por parte de los ciudadanos. Lo que hacemos es generar estrategias para desarrollar intervenciones urbanas en el espacio público.
¿Qué entendemos por espacio público?
Técnicamente es todo lo que está más allá del umbral de lo privado. Preferimos definir los espacios públicos con un término más amplio, donde no nos enfocamos en la categoría o en la calidad de la propiedad, sino en la calidad del uso. La calle es un espacio que atrae a los ciudadanos, por eso los centros comerciales tratan de imitar los espacios públicos para llamar a la gente. De ahí que todos tienen el nombre de una plaza. Pero estos son espacios privados que en parte quitan la libertad y la democracia del uso de un espacio público. Estos espacios no solo son los parques,también pueden ser las pistas o las veredas, pero en el caso de las pistas no las podemos usar porque están dedicadas a los autos y nuestras veredas son ridículas.
¿Estás en contra de la propiedad privada?
No. Creo que el concepto de propiedad privada entendido en la antigua Roma, donde se tenía propiedad desde el infierno hasta el cielo, no es un modelo de desarrollo sostenible con foco en el bien común. Lo que sí es cierto es que la propiedad privada tiene características de ser exclusiva y usualmente excluyente. Tú no quieres que nadie entre a tu casa o use tu carro sin tu permiso. Pero eso está cambiando a partir de la tecnología y esquemas de eficiencia. Las personas estamos dejando de recurrir a bienes privados para empezar a compartir bienes a los que se les puede sacar más provecho. Por ejemplo, las aplicaciones de uso compartido de auto, la bicicleta de alquiler o las casas donde las familias viven en comunas compartiendo la cocina. Esta visión de compartir viene desde el Ayni hasta la actualidad con la llamada “economía compartida”. Hay un cambio que, si bien es paulatino, no tiene retroceso y eventualmente va a poder acabar con el modelo capitalista agresivo.
¿Ustedes hacen arte, urbanismo o activismo?
Un poco de todo, pero más es urbanismo, activismo y ciudadanía. Sobre eso, hay un montón de posibilidades. El arte se puede convertir en una expresión de protesta o reivindicación ciudadana o cultural. El Estado no tiene plata para intervenir y, cuando lo hace, lo suele hacer muy mal porque no reconoce o no recoge el sentir y las necesidades de la ciudadanía. Por eso proponemos un modelo de urbanismo ciudadano donde a partir del rol nuestro y de otros colectivos, activistas y vecinos sirvamos como intermediarios y no como protagonistas. Los protagonistas son los vecinos y el espacio. Somos facilitadores porque ponemos nuestros recursos para llegar hasta la municipalidad o los medios de comunicación.
¿Tú te ves más como urbanista o activista?
Yo soy urbanista, pero tengo una definición de un proceso que estoy investigando que yo le llamo “desobediencia urbana”, que es un acto consciente o inconsciente en el que te resistes a una institución, que puede ser una norma, una ideología o un enfoque que atenta contra la calidad de vida del bien común. Un ejemplo concreto es pasar por debajo del puente peatonal. La gente no lo hace por comodidad, pero esta acción es una señal de que algo está mal. En este caso es que esa infraestructura ha sido pensada para los carros y no para las personas. Lo mismo con los letreros de “no pisar es césped”, ¡cuando el césped está para que lo pises!
¿Te gusta Lima?
Me encanta, pero reconozco que tiene muchos problemas y ahí viene la posibilidad de transformarla. A nadie le gusta que haya gente que no tenga viviendas dignas o que atropellen a más niños y adolescente que en el resto del mundo. No involucrarnos y acostumbrarnos a que así son las cosas y que nada va a cambiar es justo lo que nos ha llevado al derrotero en el que estamos ahora, pero nosotros hablamos de una nueva generación urbana que se está consolidando y busca mejores condiciones de vida, de aire, de espacios y transporte público.
¿De dónde nace este deseo tuyo para querer preocuparte por la ciudad?
Soy nieta de Manuel Scorza, escritor indigenista, que hablaba mucho de los derechos de los indios. Yo crecí mucho con esta idea de justicia social leyendo sus libros y sus poemas. Esto construyó este deseo mío de servicio. Luego más adelante tuve la oportunidad de ir a Barcelona con una beca y a pesar de que mi familia en esa época se encontraba en malas condiciones económicas, pude disfrutar inmensamente de la ciudad porque la misma ciudad te da la oportunidad de hacer miles de cosas gratis: actividades deportivas, culturales, sociales. Todo gratis. Esto despertó en mí el deseo por querer hacer lo mismo en Lima porque muchos de estos cambios son fáciles de hacer y porque involucra usar los espacios públicos.
¿Qué se siente ser uno de los ganadores de concurso Próceres del Bicentenario?
Me parece increíble por el reconocimiento, pero sobre todo aplaudo a mi equipo porque están aprendiendo muchísimo con este proceso.
¿Qué esperas del año 2021?
Para mí este año fue un punto de partida. Espero que podamos construir las ciudades que merecemos y necesitamos.
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