La psicoanalista María Paz de la Puente acaba de publicar la novela ‘Como una palabra volada de la sien’.
La psicoanalista María Paz de la Puente acaba de publicar la novela ‘Como una palabra volada de la sien’.

Se escondía en un árbol para leer, uno de caucho muy tupido. Lo trepaba, llevaba un sanguchito y se quedaba horas entre las ramas, alejada de las áreas comunes de su casa. Ocurría en la tarde, los fines de semana. Ella tenía 13 o 14 años. Era la Lima de finales de los 60 y comienzos de los 70.

Su padre un día le dijo “no sé qué será de ti; prométeme que, por lo menos, estudiarás Secretariado, algo que te defienda en la vida”. Aunque ella quería ser escritora o bailarina, aquella vez no solo hizo caso, sino también estudió Psicología y luego Psicoanálisis. Hoy María Paz de la Puente es una prestigiosa psicoanalista y en el filo de los 70 años acaba de publicar su primera novela Como una palabra volada de la sien (Planeta), debut literario que será presentado este 29 de julio en la (FIL) de Lima.

En aquellas tardes limeñas de su infancia, la buscaban, la llamaban y ella guardaba silencio, estática, mimetizada con las hojas del árbol. Nunca la encontraron y nunca se enteraron.

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El personaje central de esta novela está basado en una delincuente limeña de los años 50. ¿Por qué ese interés?

El trabajo del psicoanalista conlleva sobre todo mucha curiosidad. Pero yo era curiosa de siempre.

¿En qué era curiosa?

En la lectura y en saber acerca de las historias e imaginar qué les pasaba a las personas. La curiosidad es una cualidad infantil. La curiosidad está cargada de vitalidad. Alguien que está muy deprimido, muy venido abajo se le va la curiosidad y el interés por saber. La curiosidad es la pulsión de vida.

¿Pero por qué se interesa en la vida de aquella delincuente?

Cómo no. Toda persona que entrañe un misterio o cada paciente que viene al consultorio es siempre un interés por el ser humano. Es una curiosidad de conocimiento. Y el trabajo psicoanalítico es una curiosidad para saber por qué esa persona está buscando ayuda. Y para la novela, elegí a La Rayo porque una vez me solicitaron hacer una crónica, pero luego me fui encandilando: ¿qué podría tener una mujer de los años 50 en sus múltiples necesidades?

Tengo entendido que usted contrató a un investigador para saber más de ella.

Sí. Ocurrió hace unos 15 años más o menos. No había nada en Internet, salvo una alusión en un libro de crónicas de Fernando Ampuero, Gato encerrado, acerca de ‘Tatán’, de quien se decía que fue su pareja.

En realidad, su curiosidad era una intuición, una premonición.

Es difícil ponerle un título a algo que fue un arrebato, una pasión que nunca me había ocurrido.

¿Alguna vez trató a un delincuente?

No. Pero La Rayo era alguien distinto. Si hubiera venido a mi consultorio, tal como aparece en la novela, como alguien tan angustiado, tan necesitado de hablar y de contar algo que la estaba torturando, una persona que estaba sufriendo…

Me parece curioso que haya recurrido a un investigador, eso en sí mismo puede ser una novela.

(Sonríe). Es cierto. Lo recuerdo, un personaje que parecía sacado de una buhardilla, medio desaliñado, con los pelos así… despeinado…

Como apurado…

Y fue muy exitoso. Entró en los anales de La Crónica de los años 50 y encontró que en cierta época La Rayo fue adquiriendo un protagonismo en las noticias policiales. Me fue trayendo distintos recortes del diario, donde se anunciaba que había sido capturada. Una mujer delincuente y afrodescendiente en esa época, valientísima, arrojada, no creía en nadie, tenía un aspecto de desfachatez, de descaro, una retadora del mundo: “Creen que me van a tener en la cárcel mucho tiempo, espérense nomás”, con un pucho en la boca.

Y retando a su entorno.

Así es. Ella trabajó durante un tiempo con ‘Tatán’. Pero no fue pareja de él, como se pensó.

¿La Rayo y usted se parecen en algo?

Sin duda, desde el mero hecho de la elección del personaje… Tenemos en común el deseo de retar al mundo, el deseo de buscar la libertad, de buscar ayuda para ser más libre.

¿Usted cómo ha retado al mundo?

Escribiendo la novela (risas). Bueno, publicándola.

Bueno, en el texto hay una manufactura que no parece de alguien debutante en literatura.

He trabajado muchísimo, he corregido, recorregido. Un par de personas muy queridas han leído, han hecho acotaciones, han señalado cosas esenciales. La verdad, Mijail, yo no sabía qué iba a resultar de esto. Inicialmente, pensé ponerme un pseudónimo. Pero dije “voy a ser valiente, seré como La Rayo”.

Usted escribe: “la orquídea continuaba inmóvil en la ventana, indiferente, estancando el aire a su alrededor”. ¿Lo suyo ha sido temor por publicar?

Claro que sí. He escrito cosas, pero jamás con el afán de publicar.

El libro.
El libro.

¿Por qué no fue escritora inicialmente?

Porque sentí que no tenía el suficiente talento, me faltaba experiencia de vida.

¿Es una mujer de miedos?

Algunos. Me gustaría no tenerlos. Pero ahí están, ya les tengo cariño (risas).

Me encanta cuando escribe que somos “frágiles, estúpidos y crueles”.

La fragilidad nos hace sentirnos expuestos al mundo y buscamos formas de defendernos, algunas constructivas y otras destructivas; entonces, robamos o se mata o, en el ejercicio del poder, dices “más adelante, cuando termine mi cargo regresaré a lo que era antes y no tendré dinero, mejor robo bastante ahora”. Es una estupidez y crueldad porque se está robando a sí mismo.

Soy fatalista: yo creo que no hay solución.

Todo apunta desde hace muchísimos años a que vamos por muy mal camino. Pero no soy tan fatalista. Vamos a seguir bregando.

Si el Perú ingresa a su consultorio, ¿qué le diría?

Mira, Perú, te invito a emprender una terapia psicoanalítica durante varios años, que seas humilde y aceptes que necesitas mucha ayuda y empecemos desde el principio. Sé paciente.

Y que se asuma paciente.

Que asuma que no puede solo.

¿Se siente escritora?

Creo que todavía no. Siento que he escrito y me siento contenta y admirada de esa parte que ha salido. Y me encantaría continuar.

¿En qué momento alguien se convierte en escritor?

Cuando su vida depende de escribir.

Complicado.

Y yo tengo otra pasión que es el psicoanálisis… Entonces, no sé qué va a pasar (ríe).

AUTOFICHA:

-“Nací en Lima, tengo 70 años. Acabé el colegio y era muy alocada y rebelde, me escapaba de la casa, no hacía lo que los demás hacían, no me gustaba la vida social, me gustaba mucho la lectura. También me escapaba del colegio. Era muy traviesa, pero no mala”.

-“Estudié Secretariado por influencia de mi papá y le estoy muy agradecida, porque me enseñó también las bases de la contabilidad, muy útil. Después estudié Psicología y creo que al inicio era para saber por qué yo era de determinada manera, averiguar acerca de mí”.

-“Trabajo como psicoanalista. He trabajado en cargos institucionales, tanto en la Asociación Psicoanalítica Internacional como en la Sociedad Peruana de Psicoanálisis. Soy docente de la Sociedad Peruana de Psicoanálisis y trabajo a full en mi consultorio. Los viernes escribo y un rato los martes por la tarde”.


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