El primer Casacor fue en la década del ochenta. Ella pisaba los treinta y tantos años, ensayaba con la idea de decorar interiores. El día de la instalación de los expositores para la muestra, se acercaba donde los más prestigiosos y los miraba con ilusión. “Qué maravilla”, “qué lindo”, pensaba mientras los seguía a hurtadillas, pero a continuación le cerraban las puertas. “Yo quisiera ser algún día así”, volvía a pensar y se iba.
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Hace unos años, condecoró a varios de ellos, esta vez como presidenta de la Asociación de Diseñadores de Interiores del Perú (DIP). “Quise ser tan grande como ustedes”, les dijo. Mari Cooper lidera DIP Restaura, una iniciativa que agrupa a más de 28 profesionales, y que tiene como objetivo restaurar casonas antiguas del Centro Histórico de Lima, promoviendo la cultura del diseño de interiores. Parte de este proyecto es el trabajo que han hecho en la Quinta La Riva, que estará abierta al público del 20 de noviembre al 15 de diciembre de 2024, en el jirón Ica 458, Cercado de Lima. El ingreso tendrá un costo de S/25 (público general) y S/10 (estudiantes).
Le pregunto qué es tener buen gusto. “Ni que falte nada, ni que te sobre nada”, dice. A continuación, la exactitud de sus palabras.
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¿Hoy existe más conciencia sobre el diseño de interiores?
Antiguamente, la gente tenía su casa y así se quedaba hasta que se cayeran los muebles. Hoy por la globalización puedes ver cómo decoran en otros países, puedes ver ferias de arte, de diseño y todo ello ha ido creando necesidades para vivir mejor. Además, el concepto de cómo vivir mejor en un espacio pequeño ha hecho que la gente cada vez más quiera el apoyo de un profesional. También hay variedad de materiales.
Cuando empezaste, hace más de 30 años, ¿existía el diseñador de interiores?
No, existía el decorador, el que tenía buen gusto. No existía una carrera, no había el Diseño de Interiores como profesión. La carrera en el Perú tendrá 15 años, ya hay facultades. Pero todavía no existe un colegio de diseñadores de interiores, y un poco es el motivo por el cual nació la Asociación de Diseñadores de Interiores del Perú (DIP).
Por el mismo fenómeno de la globalización, hoy cualquier persona se podría atrever a ‘diseñar’ su espacio. ¿En qué momento se necesita al profesional?
Si quieres ver tu casa linda y quizás tienes buen gusto, vas y compras muebles y decoras tu casa. Pero llega un punto límite: “hice todo, pero este espacio está estático”. Y ahí necesitas al profesional que sabe optimizar el espacio, hacerte un mueble empotrado, que baje el techo, que cambie la puerta, te quite una pared para integrar los espacios. Ahí entra el conocimiento del profesional. Hoy los chicos ya no se casan, se mudan a espacios de 40 metros y quieren que estén lindos o que se les saque el jugo. “¿Cómo hago?”. Ahí entra la creatividad y el conocimiento del profesional. Es importante que se respete la profesión y se ponga en valor la profesión, porque somos capaces de hacer. Y por eso también estamos apoyando a la Beneficencia de la mano de ProLima para poner en valor propiedades abandonadas que son patrimonio. Hay que tomar conciencia de que tenemos un cuadrilatero en el Centro de Lima que es patrimonio de la Unesco.
Y en esos espacios de restauración es donde más se necesita a los expertos.
Cuando es patrimonio nacional no puedes tumbar, no puedes tarrajear, enchapar. En la Quinta La Riva la parte frontal es patrimonio, calculo que del siglo XIX; la parte de atrás es una construcción de comienzos del siglo pasado. Entonces, hemos tratado de mantener la armonía, y ProLima nos dice qué se debe hacer y qué no para poder acondicionar las 14 casitas que hay ahí; lugar que en algún momento fue un hospicio para las señoras abandonadas. En una parte viven 21 familias, inquilinos de la Beneficencia. Y lo que se está haciendo es realmente lindo, pero cuesta muchísimo dinero y tenemos cero soles.
¿De dónde partió esta iniciativa?
De un grupo de diseñadores en la pandemia, entre ellos yo. Siempre dije “quiero dejar un legado al diseño interior”. Hay que hacer algo, porque no solo somos nosotros sino también quienes trabajan alrededor: carpinteros, laqueadores, pintores, etcétera. Estamos recién arrancando. El primer trabajo fue la Casa Villela, que tiene el balcón colonial más antiguo de Lima. Y la Quinta La Riva es el segundo.
¿Qué potencial tiene hoy el Centro Histórico?
Es la primera vez que yo veo que se está haciendo algo. En primer lugar, porque ProLima tiene a una persona que se llama Luis Martín Bogdanovich, que está desde 2013. La municipalidad había conseguido una donación de 5 mil millones de dólares solamente para reconstruir Lima, en una partida a cargo de ProLima. Además, se anunció beneficios tributarios para invertir en el Centro de Lima. Las embajadas han donado bastante plata. Y no solo está la Quinta La Riva; en este proyecto se van a arreglar dos cuadras del jirón Ica, desde la avenida Tacna hasta después del Teatro Municipal. Se va a pintar todo. Hemos conseguido la donación de Vencedor y los colores los da ProLima. Viene el Entre Nous, la Casa Fernandini, etcétera. Todo estará listo en dos, tres meses.
Una suerte de piloto para ver cómo se puede embellecer Lima.
Exacto. Y que en 2025 otra institución agarre dos cuadras. Tenemos el patrimonio más increíble del mundo, tenemos que ponerlo en valor. Hay gente en Miraflores, Barranco, San Isidro que no conocen ni el Centro de Lima. Estamos ahí y no lo valoramos. Falta mucho por educar.
Autoficha:
-“Soy María del Carmen Díaz-Ufano Escalante de Cooper. Pero al final soy Mari Cooper (risas). Tengo 71 años, nací en Lima. Acabé el colegio y quería estudiar diseño, pero estudié Relaciones Públicas y Publicidad. Pero poco a poco me incliné por el diseño de interiores”.
-“Nunca me ofrecí como diseñadora. Las amigas me pasaban la voz para decorar sus casas. Arreglaba sus casas y no cobraba, y yo feliz. Hasta que me empezaron a llamar desconocidos. Me siento orgullosa de la trayectoria que hice, pero a puro esfuerzo”.
-“Tengo mi oficina de diseño de interiores y hago obra social desde hace más de 40 años con la Asociación Benéfica La Molina, tenemos una guardería en Manchay con 120 niños. Creo que eso (ayudar) viene de mi papá: se jubiló de médico y se dedicó a sacar leyes para los médicos. La satisfacción es grande”.
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