Foto: Javier Zapata
Foto: Javier Zapata

¿Es difícil hacer un libro para niños?

Como público, son buenos los niños. El tema está en escribir de tal forma que puedas entrar en conexión con ellos. Y entonces tienes que acordarte de cuando eras un poco niño. Esa es para mí la parte más trabajosa. Hay que cuidar que la duración del libro sea la adecuada para su edad. Porque puede ser que el niño se canse muy rápido o que se les esté dando demasiada información. Otro reto es encontrar un tema que tiene que ser sencillo porque su vida todavía se restringe a algunas cosas.

Hoy en día los niños están usando muchos aparatos electrónicos como celulares, tablets. En ese sentido, escribir un libro impreso debe ser un reto mayor.

El niño quiere una historia que lo divierta, que le haga soñar cosas bonitas. Que lo ponga de buen humor, que lo calme ya para dormirse. Creo que no necesariamente hay una competencia. Me parece que, sobre todo, en esta edad funciona más el libro físico. Porque el niño también tiene la necesidad de agarrar el libro con sus manitos, de voltear la página. Cada niño se adecúa a diferentes soportes.

¿Cómo nace el libro?

Comenzó hace aproximadamente dos años. Manny (Manfred) siempre ha sido el que ha disparado la imaginación para alguna de las cosas que había escrito. Tenía unos cuentos de él, pero como borradores. Él siempre ha sido el personaje; además, fue mi único perro durante muchos años.

¿Cuál es tu historia con Manfred?

En 2014 a Manny lo habían abandonado en Salamanca y yo lo adopté. Se conoció con mis otros perros y fueron amigos. Manny murió en 2020, pero de viejito. Tenía varios males, un tumor por la colita, displasia de cadera, cataratas, hernia en la columna. Entonces se comenzó a adelgazar. Un día no quiso tomar agua, no quiso comer. Él era como mi hijito. Salió de una situación de vulnerabilidad, que era el abandono en la calle, y pasó a ser el engreído de la casa. Además, era buenísimo. Comía inmediatamente lo que sea que tú le sirvieras, se lo devoraba y te agradecía. Iba, te agradecía y luego se iba a dormir. Era realmente un buen perro.

El proceso de aceptar su partida. ¿Fue difícil de asumir?

Siempre una pérdida es difícil, ¿no? He leído en algún sitio que uno asume la pérdida de un perro como si fuera la pérdida de un niño. Porque es como alguien que depende tanto de ti.

¿Por qué escribes para niños?

Bueno, todo comenzó con la maestría, ¿verdad? Porque, antes de eso, yo siempre he sido de escribir narrativa, pero, claro, mi formación es de cronista. Entonces, yo tenía algunos cuentos, pero que eran más como de crímenes. Esos dos años que estuve estudiando, comencé a explorar más en poesía. Pero, bueno, surgió esto y me comenzó a gustar. Comencé a hacer los cuentos en rima. Y así nació La siesta.

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