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Luis Reparaz: "Si no eres una buena persona, no serás un buen médico"

“El sistema que discrimina al paciente en función de lo que puede pagar o de lo que se vaya a ganar no es medicina, es comercio”, dice el médico peruano que triunfa en España.

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Fecha Actualización
Quería ser basurero porque veía a dos personas colgadas de un camión viajando por la ciudad. Pensaba que debía ser divertidísimo. Pero Luis Reparaz es médico. Es jefe del área de Angiología y Cirugía Vascular del hospital Gregorio Marañón de Madrid (lo que aquí sería el Rebagliati), profesor de la Universidad Complutense y peruano.
De seis hermanos, dos nacieron en el Perú. A su familia española le tocó volver a Europa cuando él era niño. Si bien su memoria solo registra las palabras “chompa, comer mazamorra y tomar chicha morada”, él los recuerda como años maravillosos.
Empezó como médico en un pueblo y todos los días le agradecían por el trabajo que hacía. Volvía a casa repitiendo: “He hecho algo por alguien”. Y esa es la Medicina para él: ayudar de corazón a los demás. No le agradan mucho las entrevistas ni las fotografías, pero no por arrogancia sino por cierta timidez y vergüenza. Prefiere guardar en el anonimato los reconocimientos.
¿Por qué siente vergüenza?
Los médicos estamos acostumbrados a trabajar con el paciente. Dar entrevistas es exponer un poco tu trabajo, que no es para exponerlo.
Sin embargo, la Medicina es una de las carreras profesionales con más exposición.
Realmente el bienestar de un país se mide por la salud y la educación. Evidentemente también por la economía. Pero el estar sano es una aspiración para vivir lo mejor posible. No se trata de vivir más años sino de vivir los años. La Medicina intenta que la vida sea lo menos dolorosa posible. Al final, los médicos fracasamos porque todos terminamos muriéndonos. Es una profesión que históricamente no ha estado tan relacionada con el poder sino con el bienestar de la gente.
Nació en Perú, pero a muy corta edad partió a España. ¿Qué pasó?
Después de la Guerra Civil en España, había dos bandos muy diferenciados. Mi padre era un militar que había luchado con el bando vencedor, llamado nacional, y mi abuelo, el padre de mi madre, era un general republicano. Cuando mis padres se casaron, la carrera de mi papá quedó un poco truncada. Tenía un primo en Perú y decidió migrar. Llegaron a principios de los años 50 y se encontraron un país muy agradable. Salieron de una España muy gris y dura, con mucha miseria y represión político-social, y se encontraron un país floreciente, en expansión, donde pasaron unos ocho años maravillosos, que es cuando nací.
Los recuerdos sobre esos años deben ser vagos.
Poca memoria. Pero recuerdo que se decía ‘chompa’ –en España no se usa ese término–, ‘comer mazamorra’ y ‘tomar chicha morada’. Y sobre todo porque mis hermanos mayores, que me llevan 10 y 12 años, salieron del colegio en Perú y muchos de ellos aún conservan amigas y vienen a las fiestas.
¿La Medicina fue una elección o un mandato familiar?
Uno de mis cuñados mayores era médico y era una figura muy admirada no solo en la familia sino en la sociedad madrileña. Tenía una gran formación humanística, se entregaba mucho a los pacientes. Era una figura que desde siempre admiré. En mi familia casi todos eran militares y yo tenía claro que militar no quería ser. Y quizá por admiración a esa persona tomé este camino. No sé, a veces pienso que no necesariamente se elige la carrera sino es el azar que te lleva a ella.
Su padre falleció cuando usted tenía 6 años. ¿Cuánto lo marcó esa temprana partida?
Ese episodio y que años después muriera mi hermano en un accidente de tráfico me hizo odiar la muerte. Muchas veces pienso que fui niño muy poco tiempo. Me hice adulto muy pronto. Y es verdad que veo a la muerte de manera especial. Todo lo que suponga poner en riesgo innecesariamente la vida me parece absurdo. La vida es lo más preciado que tenemos.
¿Qué se hace cuando llega la enfermedad?
Asumir que es algo normal, no una injusticia, ni un castigo o una consecuencia de un mal acto. No hay que culpar a nadie.
¿Qué es la vida?
Lo más bonito. Es realmente lo único que tenemos. Es sentarte a tomar una cerveza, un refresco, pasear, una comida sencilla, disfrutar con la familia o un amigo.
Además del azar y de las cosas que nos marcan en la vida, ¿qué debe tener un médico para serlo?
Médico puede ser cualquiera, pero si quieres realmente tratar a un paciente y curarlo con tu saber, lo primero que tienes que ser es buena persona. La cirugía la hace un mono amaestrado, pero entrenarte para ayudar a una persona te tiene que salir del corazón. Si no eres buena persona, nunca serás un buen médico.
Sin embargo, a la industria que se genera en torno a la Medicina se le acusa de calcular acciones en beneficio, sobre todo, de lo económico.
Si el objetivo de tu trabajo, en cualquier profesión, solo es el dinero, eres un pobre hombre, un desgraciado. No se disfruta del trabajo y terminas siendo una mala persona. Acabas siendo hasta un poco delincuente. El sistema que discrimina al paciente en función de lo que puede pagar o de lo que se vaya a ganar no es medicina, es comercio.
La Medicina no es solo una ciencia fría y dura.
Si toda esa ciencia no tiene detrás calidad humana, no sirve para nada. Un amigo me contó que un paciente lo llamó de Roma y era el papa Francisco, quien le recordó que cuando era un cura humilde en las afueras de Buenos Aires tuvo un problema y este amigo lo ayudó. “Es que usted no se acuerda de mí, pero yo me acuerdo de usted todas las mañana, cuando pienso que tengo un días más de vida”, le dijo el Papa.
¿De qué forma vuelve al Perú, además de físicamente?
Nunca me he ido del Perú. Para mi familia fue el paraíso por los años bonitos que nos tocó vivir. Entonces, eso lo llevo adentro. Es parte de mi raíz.
AUTOFICHA:
“Nací en Lima, el 4 de mayo del 57. Tengo 61 años. Estudié Medicina en la Universidad Complutense, carrera que terminé a los 23 años. Estuve unos 7 años en un pueblo haciendo medicina rural, luego me fui a hacer la especialidad al Hospital La Paz y luego pasé al Gregorio Marañón, en Madrid, donde trabajo”.

“Soy el jefe de servicio del área vascular desde hace 20 años, he sido vicepresidente de la Sociedad Española, pero no me gustan las fotos ni los cargos. Soy profesor asociado de la Universidad Complutense de Madrid en el Departamento de Cirugía. Y solo quiero ser feliz”.

“Del Perú, además de su gente, me encantan los sitios. La sensación de estar en Perú es estar en casa. Es recordar a mis padres, es revivir su felicidad y siempre me queda pendiente el no poder llamarles y decirles que estoy aquí. Si pudiera llamarlos, les diría ‘miren, volví’ para que ellos disfruten de este momento”.