Luego de un peregrinar más o menos extenuante como la conquista misma, Francisco Pizarro, más precisamente, su estatua, por fin tiene un lugar de descanso definitivo.
Su periplo arrancó el martes 14 a las 5 de la tarde cuando debió ser liberado, no sin esfuerzo titánico, de la base de concreto en que había sido colocado en el parque de la Muralla en 2003.
Una grúa lo alzó para transportarlo por la rampa, pasando por el jirón Junín hasta el pasaje Santa Rosa. Toda esta operación terminó el miércoles a las 6 a.m. cuando se lo colocó en un pedestal construido con base en evidencia histórica y en espera de su inauguración, programada para el sábado 18, día del 490 aniversario de Lima.
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Desde las 10, Pizarro, erguido, desenvainado y sobre su caballo, mira de reojo la catedral y de frente lo que fue la sede del Correo Central de Lima, ahí en el pasaje Santa Rosa. Y fue, de reojo, que miró la misa te deum, a la que asistieron autoridades nacionales, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, María Pérez de Herrasti y Urquijo, marquesa de la Conquista, y Hernando de Orellana-Pizarro; descendientes del conquistador.

En el jirón Santa Rosa, a unos metros, el monumento en homenaje al curaca Taulichusco, la última autoridad que tuvo el valle del río Rímac, yace recolocado en la ubicación original que se le asignó en 1980.
Justamente, Pizarro ha sido colocado en el espacio que hasta hace poco ocupó el monumento de Taulichusco.
Esta disposición, más que una afrenta a la reivindicación indígena, resulta para el gerente de Prolima, Luis Bogdanovich, “un símbolo de unión, de reconocimiento más allá de cualquier revisionismo histórico de lo que es la peruanidad, y la peruanidad es el mestizaje (…). No somos ni andinos ni españoles, somos peruanos. El Perú no se entiende sin estos dos personajes que hoy están juntos justamente aquí”.
Bajo el mismo espíritu de unión, María Pérez de Herrasti, historiadora, dijo: “Él quiso crear una civilización aquí, donde todo el mundo estuviera integrado”.
Por su parte, Isabel Díaz declaró: “Es un paso más del respeto de nuestra historia compartida y una muestra del compromiso con el futuro, que casi 5 siglos después sigue floreciendo en una colaboración fructífera entre nuestras naciones”.
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Pero no todos coincidieron con este espíritu. Una protesta tuvo lugar al mismo tiempo de la inauguración en la que se reclamó una nueva claudicación de la soberanía ante la imagen del conquistador extranjero.
Polémica aparte, la travesía de la estatua de Pizarro es digna de una crónica de viaje.
Arrancó en Nueva York, donde el artista estadounidense Charles Cary Rumsey la elaboró con la ayuda del fundidor E. Gargani. Luego, llegó al Perú y el 18 de enero de 1935 fue colocada frente a la Catedral de Lima, pero debido a controversias fue llevada al lado de Palacio, en la entonces llamada plaza Pizarro.
En 2003 fue retirada por disposición del exalcalde de Lima Luis Castañeda Lossio y terminó 17 meses en un depósito. Finalmente, fue a parar al parque de la Muralla, cerca de las vías del tren. Las vibraciones, por cierto, dañaron un poco su estructura.
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