Junior Béjar Roca: “El mundo es diverso y la tolerancia es necesaria”

“Este proyecto me ayudó a crecer como persona porque mi familia es un poco conservadora, pero después de esto, mis ojos hacia el mundo cambiaron”, sostiene el actor de la película Retablo.
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Junior Bejar, protagonista de la película Retablo. (Foto: José Rojas)
Junior Bejar, protagonista de la película Retablo. (Foto: José Rojas)
Junior Bejar, protagonista de la película Retablo. (Foto: José Rojas)
Junior Bejar, protagonista de la película Retablo. (Foto: José Rojas)
Junior Bejar, protagonista de la película Retablo. (Foto: José Rojas)
Junior Bejar, protagonista de la película Retablo. (Foto: José Rojas)

Viene de un pueblito de la sierra ayacuchana y desde que era un niño, cantaba, bailaba, recitaba y jugaba pelota. Cuando cumplió 16 años, tuvo la oportunidad de actuar en la película , que tres años después recién se estrena en los cines peruanos. Nunca imaginó que podía triunfar como actor, pero los realizadores de la cinta vieron un gran talento en él y junto a todo un equipo lograron construir un largometraje que ha sido premiado en festivales de todo el mundo. Junior ahora vive en Breña, llegó en enero de este año para prepararse para estudiar Psicología y nos relata detalles de su vida. 

Junior Bejar Roca

¿Cómo fue tu vida en Cangallo?
No hay nada como tu tierra, el lugar que te vio nacer. Soy de Los Morochucos, un pueblito dentro de la provincia de Cangallo, en Ayacucho. Es una pampa totalmente verde, donde pasé una infancia muy feliz. Ahí vivía con mis tres hermanos y mis papás. Ahora que estoy en Lima, extraño un montón a mis hermanos, hacer travesuras, jugar con ellos. Los amo con todo mi corazón. Sin ellos mi vida no sería como ahora. 

¿Ahí aprendiste a hablar quechua?
Cuando nací, mis papás tenían como 20 años. Por eso vivimos con mi abuelita hasta que yo cumplí tres. Es ahí donde yo aprendo a hablar quechua, antes que español. En la casa de mi abuela, todo el mundo hablaba quechua. Cuando mis papás se independizaron, ya nos fuimos a otro lado. Yo tenía que ir al colegio y la educación es en español, por eso lo aprendí. 

¿Qué te parece que no haya educación en quechua?
Creo que es algo ridículo porque es nuestra identidad, nuestra raíz. Si no sabemos de dónde somos, ¿hacia dónde vamos a ir? La película Retablo está hecha en quechua y en todos los festivales del mundo adonde llegó fue aplaudida. A la gente le encantó y creo que es un motivo más para conocer el Perú. El quechua es más poético, más sentimental. Cuando yo hablo en quechua, me nace del corazón, todo es más natural y auténtico. 

¿Cómo llegas al casting para la película?
Yo estaba en cuarto de secundaria y finalizando el año, un jueves, llegaron al salón dos personas, Eduardo Camino y Norma Costa, para hacer un casting. Yo estaba concentrado terminando mi tarea de Biología. Y en eso veo que todos mis compañeros estaban levantando la mano y, por inercia, yo también la levanté. Todo comenzó de manera fortuita. Llegué a casa, asustadísimo, porque no sabía en qué me había metido. Le conté a mi mamá y ella me llevó, porque yo no quería ir. Como todo ser humano, ante lo desconocido sentía miedo. Al inicio no encontrábamos el lugar donde iba a ser el casting y yo le dije a mi mamá para regresarnos: “Ya fue”. Pero mi mamá, terca, empezó a preguntar a la gente y yo tenía que seguirla nomás. Así llegamos y había un montón de chicos preparadísimos, con sus hojitas y todo. Pasamos tres horas en un salón, hablé en quechua, en castellano, hice algunas escenas de la peli, conversé muchísimo de mi vida personal. Cuando me propongo algo, siempre entrego todo de mí. Creo que eso contribuyó a que me eligieran. Vieron algo especial en mí, según ellos. 

El director de la película ha dicho que Retablo es una historia de amor, tolerancia y diversidad.
Cuando leí el guion, entendí que es una historia de amor, más allá de un problema sobre la homosexualidad, y que el mundo no es blanco y negro sino una paleta de colores. Me encantó la historia y el personaje que me tocó a mí, porque es alguien muy valiente para afrontar las cosas y darnos a entender que lo más importante es el valor humano. Este proyecto me ayudó a crecer como persona porque mi familia es un poco conservadora, pero después de esto, mis ojos hacia el mundo cambiaron. Tengo otra perspectiva, mi familia también la tiene. Eso es lo que se quería hacer. El mundo es diverso y la tolerancia es una virtud que necesitamos como sociedad para poder vivir en armonía. 

Ha sido tu primera vez como actor. ¿Qué fue lo más difícil dentro del rodaje?
Una escena con Magaly Solier. Es una despedida de mamá e hijo que me costó hacer. Era una tensión horrible tener que sentir un montón de cosas en ese momento. Fue muy fuerte, he visto a muchas personas llorar cuando han visto esa escena. Cuando un actor se mete a sentir lo que le toca al personaje, salirse es complicado, tienes que jugar con tu corazón, tus sentimientos y mente y si te confundes, te destrozas tú mismo y sales fatal. Magaly, después de cada escena, conversaba conmigo, me daba tips para salir del personaje. Una de las cosas que me ayudó bastante fue mi balón de fútbol, porque yo aprendí a jugar casi desde que empecé a caminar. Cuando terminaba de grabar una escena fuerte, cogía mi pelota y me transmitía una energía diferente y Segundo Paucar desaparecía así (hace chasquear sus dedos). Al final de la película hicimos un ritual para que el personaje siga su camino y Junior continúe el suyo.

¿Quién es Segundo Paucar, el personaje que tú interpretas?
Es un joven de 14 años que quiere ser como su papá, está aprendiendo a hacer retablos como él. Así como yo admiro en el fútbol a Ronaldinho, el ídolo de Segundo es su papá. Pero hay un punto en el que descubre un secreto que Noé, su papá, tiene muy guardado. Es ahí donde el mundo se le derrumba, todo el amor y admiración se van al piso y tiene que aprender a convivir con eso o decidir dejar a su papá. 

¿Por qué el título de Retablo?
Álvaro Delgado, el director, está muy apasionado por los retablos hace años. Un paréntesis: antes de que yo hiciera la película, tomé clases con uno de los últimos maestros retablistas que quedan en Ayacucho. Tienes que sancochar papa y combinarla con arcilla para moldear los personajes, también le cortas el pelo al gato y con eso haces los pinceles. Según los maestros, es lo que da vida al retablo. Ahora, cuando tú observas un retablo, ves puros muñequitos, pero si te detienes, cuentan historias. Los retablos son portales de vida. 

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