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Juan Carlos Adrianzén: "La política cultural de Colombia es envidiable”

“(En el Perú estamos) 30 años atrás en política cultural e institucionalidad. En Colombia han desarrollado una política cultural sostenida en los últimos 20 años y le meten todas las fichas”, alerta el director de Programación del Teatro Mayor de Bogotá.

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Fecha Actualización
El teatro es una de sus obsesiones. Nunca fue actor y le tocó pisar el escenario antes de que entre el público. Cuando tenía 18 años, le dio play a la música de la obra teatral 'Los ángeles terribles', dirigida por Mario Sifuentes. Y no volvió a ser la misma persona.
El orden también es su obsesión. Todo debe estar alineado. Y si algo está torcido, su consigna es torcerlo todo. Empezó con el colectivo Casa Abierta, hace unos 20 años. Y el siguiente hito personal fue ser parte de la producción del 'Rey Lear' en la Católica. “Te das cuenta de que eres gestor cultural cuando ya lo eres”, me dice Juan Carlos Adrianzén, quien hace dos años dejó la dirección del Gran Teatro Nacional para partir a Bogotá, donde es el director de Programación del Teatro Mayor, el más importante de Colombia.
Y la lista de obsesiones continúa: la exigencia laboral es otra de ellas, pero asegura que conforme “se hace más grande” va midiendo sus pasiones. Parte de la búsqueda del equilibrio es la productora Escena Contemporánea, que cumple cinco años, y que es como una válvula de escape para el teatro que quiere hacer. Pero el balance emocional también lo dan las vacaciones y está en Lima para disfrutarlas. A continuación, interrumpimos su estancia.
En los últimos años se habla mucho del milagro colombiano a nivel cultural. Un peruano dirige la programación del mayor teatro de Bogotá; sin embargo, el Perú está mucho más abajo en la tabla de la gestión cultural. Paradójico.
(Estamos) 30 años atrás. En Colombia han desarrollado una política cultural sostenida en los últimos 20 años y le meten todas las fichas. Han desarrollado una política envidiable. Te hablo de institucionalidad, de política cultural.
¿Hay alguna clave?
Entender que es una política de Estado. Y las artes han entendido que como bloque funcionan muy bien.
¿Y a nivel de públicos (asistencia y calidad) también estamos tan lejos?
A nivel oferta, en el Perú estamos súper bien. Lo que presentamos en teatro tiene un nivel competitivo importante. Y a nivel de público, en los últimos 15 años, los espectadores han visto mucho y se ha podido confrontar con distintos lenguajes. No es suficiente público, pero sí hay uno que tiene ganas de ver cosas.
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Llama la atención de Colombia que, pese a la violencia, culturalmente ha avanzado.
Yo creo que vieron que era un motor importante para mantener la sociedad a flote y en estado de reflexión y confrontación con su realidad. Nosotros, más bien, miramos a otro lado. Hemos empezado a hablar de lo nuestro hace cinco a diez años.
¿Tener un nuevo ministro que viene del sector Turismo es positivo?
Negativo no creo que sea. Sí me sorprende que no hayan encontrado un gestor cultural o alguien relacionado con una mirada de política cultural mucho más amplia. Hay que darle el voto de confianza y ver de quién se rodea. A veces necesitas un buen gerente.
¿Qué debe generar una política cultural en un país?
La interculturalidad es un potencial gigantesco que tenemos para entendernos como país. No le huyo a la terminología económica, financiera y que tenemos que ser productivos, pero desde un ministerio se trabajan también otras cosas.
¿Qué más tendría que generarse?
Identidad, algo en lo que aún adolecemos muchísimo. Nos miramos mejor que hace 10 o 15 años, pero hay un trabajo importantísimo por hacer.
Hace dos años dejaste el Gran Teatro Nacional y te casaste con el bailarín, director y actor Franklin Dávalos. ¿Fueron dos decisiones difíciles?
Bueno, dicen que los momentos de crisis más grandes son mudarse, cambiar de trabajo y casarse. Yo llevo bien el estrés. Después de dos años, veo el Gran Teatro Nacional y uno se dice: esto era lo que tenía que pasar. Es la posibilidad de pensar en la continuidad. Eso es institucionalidad.
Ese progreso que resaltas, ¿dirías que también lo notas en el tema de libertades sexuales en el Perú?
Algo ha cambiado. Pero el cambio no se va a dar de verdad mientras no haya una legislación. Somos sociedades que respondemos a la generación de leyes. Yo viví en Madrid entre 2001 y 2011, cuando se dio la Ley del Matrimonio Igualitario y la ciudad cambió. Que tú le digas a la gente que esto está en un marco legal, hace que hasta al que no le guste se sienta obligado a respetar. El cambio no se va a dar porque le hagamos entender a los grupos fanáticos que me tienen que respetar. A esas personas hay que darles una ley para que lo entiendan.
Hasta quizá la ley les cambie un poco el chip.
Sí pues, al final son los miedos a que alguien tan parecido a mí sea tan diferente también. Es cuestión de ir normalizándolo, pero una legislación es urgente.
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Hace cinco años, de alguna forma, te casaste con el teatro al crear la productora Escena Contemporánea.
Lo inventamos con Alberto Isola y Magaly Bolívar. Era respondernos sobre cuál es ese teatro que queremos hacer pero que ninguno de los tres lo haría en sus espacios regulares. Era también una forma de reconocer en Alberto al maestro de nuestro teatro. Y es una complicidad para deslumbrar al público.
¿Cuál es el momento de placer frente a algo que te ha tocado impulsar?
Disfruto los estrenos. Cuando hicimos Este hijo, sobre relaciones de padres e hijos, era una cachetada dura. Y de repente dos mujeres, madre e hija, salieron en silencio, no se miraban. Una voltea y le dice a la otra: “¿Un helado?”.
Ahí la recompensa es: ‘¡las afectamos!’.
Sí, algo pasó. O cuando una persona te agradece por un espectáculo, se le humedecen los ojos y se va. Estás construyendo un público. Y es un largo recorrido.
Autoficha:
“Tengo 42 años. Pase por periodismo, hice una maestría en Gestión Cultural en España, en la Universidad Complutense. Viví diez años allá, donde también hice un diplomado en Relaciones Internacionales. Volví, tuve a mi cargo el Gran Teatro Nacional, desde el comienzo, y me fui cinco años después”.
- “Vivo en Colombia. Estoy casado. Me encanta Lima. Fujimori nunca más. Bogotá, tan querida. Un gran placer es sentarse en una sala donde no estés trabajando y que te sorprendan. Los viajes los planifico también en función a los espectáculos que pueda ver”.
“Para 2019, con Escena Contemporánea, 'El dolor' se va a Colombia y España. Cintas de seda irá a España. Bárbaro volverá a Chile. Estrenaremos una obra para niños en la U. Pacífico. Alberto Isola se va a dirigir a Argentina. Y el 16 de enero estaré sentado en mi escritorio en Bogotá, con unos kilos más”.
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