José Tola, el pintor irreverente nos dice adiós [Obituario]

Pieza fundamental en el desarrollo de la pintura peruana falleció ayer a los 76 años.
Pintor de mundos. “En realidad, hay muchos Tola, demasiados quizás”, dijo el artista a Perú21 en 2013. (GEC)

Es imposible hablar de (Lima, 1943) sin imaginar su creación. Sus bestiarios y entidades ya ingresaron hace tiempo por nuestros ojos para instalarse como huéspedes y así hará falta solo cerrar los ojos para recordarlo. El pintor y escultor peruano, uno de los más prodigiosos de los últimos años, ha partido. Un cáncer se lo llevó, pero antes, se aseguró de dejarnos una obra excelsa para la posteridad, perpetuando su figura y mito.

SIEMPRE TUVE TODOS TUS SUEÑOS EN MI VIGILIA SIN PODER DORMIR 150x170. 2011 (DER) EL VIOLIN AZUL. 120x140cm (IZQ)

La soledad del pintor

El día de Tola siempre comenzaba entre las tres y cuatro de la tarde. Nunca antes y siempre con Bob Dylan en la radio. El descenso del sol era el inicio de una jornada solitaria dedicada a la pintura (y cuando no, a la alimentación espiritual y emocional). Tola era así. Su vasta producción son muestra de esa necesidad de pintar. Solo un breve descanso a medianoche interrumpía el trabajo, que se alargaba hasta poco antes del amanecer. La soledad no solo era inspiración, también una elección.

Estudiante de pintura desde niño, vivió para el arte. Tras cumplir 20 ingresó a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, para graduarse seis años después como profesor de dibujo y pintura. Su regreso a Lima sería inmediato. “Me encierro en la Av. Abancay y Grau a pintar y grabar. Se me perfora la úlcera. Sangre RH negativa, grupo A”, describía el propio pintor sobre aquellos días.

Tola no solo es pintura, también es escultura, grabado y exploración. “Ha trascendido el espacio pictórico. Incluso tiene una obra en un espacio público, en el malecón de Miraflores. ¡Qué obra de Tola no ha causado controversia! Su propia existencia lo hacía”, dice David Flores-Hora, curador y crítico de arte.

Quién sabe si su necesidad de crear era en el fondo una necesidad de comunicarse. Quién sabe si esa confrontación entre su parte interna y la realidad solo podía tener una tregua a través de los óleos. El aura misteriosa y su mirada reflexiva ahora nos quedan de recuerdo. Su creación, en cambio, nos acompaña.

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