Gustavo Rodríguez: “Soy un machista en constante redención, estoy entre dos orillas”. (Allen Quintana/GEC)
Gustavo Rodríguez: “Soy un machista en constante redención, estoy entre dos orillas”. (Allen Quintana/GEC)

es escritor, publicista y padre de tres hijas. Igual que el protagonista de su más reciente novela Treinta kilómetros a la medianoche. El autor aprovecha esta historia para escudriñar todos los rincones de la mente de su personaje mientras este va en búsqueda de su hija desde Cieneguilla hasta un hospital en Miraflores. Durante el trayecto, el personaje reflexiona sobre su visión actual como papá en contraste con décadas anteriores cuando él intentaba conquistar señoritas de la clase acomodada limeña, recorre sus propios sesgos, cuestiona el machismo que tiene atravesado y lleva a sus lectores por una conocida carretera local que esconde cientos de recuerdos, reflexiones y críticas a la política y a la sociedad. Aquí, Gustavo nos cuenta más al respecto.


Me robo una de las preguntas de tu libro: ¿son los escritores estafadores que gozan de prestigio?

Sí, entendiendo que se trata de una estafa que no deja desfalcado al lector. Somos los únicos integrantes de un oficio que se vale de la vilipendiada mentira para ganar adeptos, cariño y, a veces, dinero.


El protagonista reflexiona mucho sobre su relación con las mujeres: hijas, exnovias, exesposa. ¿Por qué ese peso de los personajes femeninos?

Quizá tenga que ver con que yo tuve una primera mitad de mi vida rodeada de masculinidad. Crecí en una familia donde éramos tres hermanos varones, me eduqué en un colegio de solo varones y tuve amigos del barrio varones. El universo femenino me fue esquivo hasta que me casé y llegaron tres hijas a mi vida y todo cambió. Lo que recoge la novela es ese universo mayoritariamente femenino de la mitad de mi vida para adelante.


Ese factor femenino tan presente en el personaje lo lleva a cuestionarse una y otra vez sus conductas juveniles versus su perspectiva como padre.

Vivimos en una sociedad que nos plantea muchos conflictos y el protagonista de la novela al verse envuelto en una aventura según la cual su hija podría estar pasando peligro por ser mujer, es imposible no tener reflexiones al respecto. Uno cambia de perspectiva en la medida que asume un rol distinto al que está acostumbrado.


Los pensamientos más espontáneos del protagonista tienen sesgos machistas, pero siempre se critica a sí mismo. ¿Cómo ha sido el proceso de enfrentarte a tu propio machismo?

Ha sido una larguísima rampa de aprendizaje y desaprendizaje, movido sobre todo por el amor, tratar de entender a mis hijas, estas mujercitas que se iban haciendo grandes y que me cuestionaban no solo con sus conductas sino también con sus respuestas. Yo no tengo mayor mérito en ello, porque fue la necesidad de mantener una armonía en mi entorno la que me llevaba a cuestionarme y a compararme con el hogar en donde había sido criado. Quizás, la clave de toda esta fricción constante en la novela esté en que yo mismo como peruano de mi edad considero que siempre estaré a medio camino entre ser un feminista y ser un machista. Soy un machista en constante redención, es esa suspensión perpetua entre dos orillas la que quizás enriquezca los pensamientos que ocurren en la novela.

¿Crees que como sociedad seguimos siendo tremendamente machistas?

Creo que seguimos siendo tremendamente machistas solo que hoy discutimos más al respecto, lo cual es un paso previo para tratar de desnaturalizar ciertas barbaridades. Estamos en pleno proceso de transformación y probablemente una vida humana no sea suficiente para poder ver el cambio. El magma machista continúa, siempre hay contrarreformas queriendo alcanzar protagonismo. Ninguna transformación es lineal ni ascendente, toda transformación siempre es zigzagueante y tiene retrocesos, pero tiendo a pensar de manera optimista y creo que podemos seguir avanzando sobre el lomo de una enorme ballena.


En la historia también hay pasajes donde se habla de los políticos peruanos. ¿Qué interés te despierta el tema político para tu literatura?

En la novela hay recuerdos políticos en la medida que hay hitos en el camino que los traen a colación, pero eso no significa que en la novela no exista una crítica política. La desigualdad, el tráfico, el desorden, todo el caos que se ve en la novela es consecuencia de las decisiones de los políticos.


¿Qué tan desafiante ha sido escribir una novela con tantas anécdotas e intrigas que debían caber en solo 30 kilómetros de recorrido?

A primera vista pueda parecer una labor titánica encadenar la miríada de pensamientos que contiene la novela, pero, por fortuna, yo me he ganado la vida asociando ideas. Lo que trato de emular es una conciencia humana en estado de nervios y muchas veces nos olvidamos de que la conciencia se manifiesta a través de infinitas asociaciones de ideas, pasamos de un pensamiento a otros sin darnos cuenta.


Esas ideas en el protagonista están asociadas a letreros en la carretera, nombres de calles, parques, todo ubicado en Lima.

Lima ha sido fundamental, si yo hubiera ambientado esta novela en Praga no habría sido posible de plasmar. Uno de los pilares de esta novela radica en la cartografía, que tiene dos trayectos: el superficial que es el traslado del punto A al punto B, que se cumple en una hora y quince; y el otro trayecto es el psicológico que atraviesa el protagonista. La conjunción de ambos viajes es lo que hace realidad esta historia.


AUTOFICHA

- “Soy escritor y comunicador peruano. Nací en Lima en 1968. Entre mis novelas tenemos a La furia de Aquiles, Cocinero en su tinta, La risa de tu madre, La semana tiene siete mujeres, República de La Papaya, Madrugada y Treinta kilómetros a la medianoche.

- “Yo diría que se acerquen a esta nueva novela porque es una gran aventura, llena de peripecias y reflexión. Es la búsqueda de un padre por su hija. Así trato de romper ese mito por el cual la buena literatura no tiene por qué ser entretenida a la vez”.

- “Ser padre me ha cambiado como escritor. No solo me he enriquecido con nuevas historias, sino que descubrí un nuevo tipo de amor que no entendía antes. Los escritores somos recicladores de emociones para que nuestros lectores las asimilen, ser padre fue un cause inesperado para potenciar mi literatura”.


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