Guisela Martínez, empresaria: "Cuando manejaba, me decían que debía estar en la cocina"

“Transporto doce toneladas de carbón desde la mina hasta el depósito. Y ya en la ciudad, reparto a cada fábrica”, explica.
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Guisela Martínez, empresaria: "Cuando manejaba, me decían que debía estar en la cocina" (FOTO: Fundación Microfinanzas BBVA)
Guisela Martínez, empresaria: "Cuando manejaba, me decían que debía estar en la cocina" (FOTO: Fundación Microfinanzas BBVA)
Guisela Martínez, empresaria: "Cuando manejaba, me decían que debía estar en la cocina" (FOTO: Fundación Microfinanzas BBVA)
Guisela Martínez, empresaria: "Cuando manejaba, me decían que debía estar en la cocina" (FOTO: Fundación Microfinanzas BBVA)

Sus juguetes fueron camiones y tractores. Nunca le gustaron las muñecas ni jugar a la cocinita. “En casa me decían: tú eres machona”, recuerda y se ríe sin rubor hasta achinar sus ojos. Esas premonitorias escenas de la infancia ocurrieron en Quichuay, ubicada a 15 minutos de Concepción, en Junín, donde nació.

Hoy su nombre sale en los titulares de la prensa, donde la describen como “la camionera huancaína que deslumbró a la reina de España, Letizia Ortiz”, durante una mesa de diálogo de emprendedoras excepcionales del mundo en Madrid, organizada por la Fundación Microfinanzas BBVA. “Fue una experiencia muy bonita que jamás se borrará”, me dice Guisela Martínez, emocionada por el que fue su primer viaje en avión y fuera del país.

Se llama Belleza y es rojo. En él distribuye carbón. Es de segunda mano, mecánico. Por dentro está adornado con unos animales tejidos por su madre. Cuenta que aún no ha grabado ninguna frase en alguna parte visible del camión, como se suele hacer. Pero podría decir: “Aquí va una camionera de guerra y garra”. Porque fue por un camino empedrado, una trocha llena de prejuicios por ser mujer y joven, y nada la frenó.

-¿Cómo llegas a manejar un camión?
Por necesidad. Yo quería estudiar Arquitectura o Ingeniería Civil, pero estudiaba Construcción Civil, estaba en quinto ciclo y mis papás se separaron. Entonces, no había sustento económico para seguir estudiando. Ellos se dedicaban al negocio de la venta de carbón de piedra, pero en pequeñas cantidades.

-¿Quién manejaba el camión originalmente?
Mi papá. Cuando se separaron mis padres, él ya no manejó. Teníamos dos camiones, uno se lo llevó él y otro se quedó con nosotros. Tuve que aprender a manejarlo. La primera vez me dio miedo, iba despacito, en primera, me demoraba en llegar al sitio.

-¿En la calle qué te decían?
La gente se sorprendía, me miraban raro. Me criticaban. Cuando manejaba, me decían que debía estar en la cocina, haciendo labores en la casa y no en un trabajo de hombres. No respondía, me sentía mal, incómoda. Pero me dije a mí misma que iba a salir adelante y que iba a callar muchas bocas. Pensé en que tenía que ser mejor que la persona que me estaba criticando.

-¿Y el carbón fue un negocio que empezaron tus padres también?
Sí. Pero yo decidí abarcar más, ser la mejor repartidora, la que tenga más clientes. Hice crecer el negocio de mis padres.

-¿Y tu papá?
Se fue a vivir a otro sitio. Salí a adelante con mi mamá y mi esposo. Mi papá vive a media hora de la casa, pero ya no es igual porque él buscó otra pareja y otra familia. Es una vida diferente.

-¿No te enseñó a manejar?
Quedó un rencor y nunca me apoyó. Cuando quería manejar, le decía ‘enséñame’ y él no quería. Y ahora que me ve, se sorprende y los vecinos le dicen: “Tú hija ha salido igual a ti” (risas).

-¿Te has tenido que enfrentar a muchas negativas?
En época de lluvia es muy difícil manejar, las entradas de las fábricas se convierten en barro; entonces, muchas personas dudaban de que yo pueda entrar con el material.

-¿Has dudado de ti?
Sí me he sentido mal, hasta he llorado, pero nunca he pensado en dejar el camión. Siempre me he sabido levantar. El camión con el que empecé era de mi mamá y luego me compré uno para usarlo a mi manera. Para ello toqué puertas de diferentes bancos, pero me negaban el préstamo porque no tenía historial crediticio y por mi edad, en esa época tenía 21 años. Y así me ayudó con el crédito la Fundación Microfinanzas BBVA.

-Camión al que le pusiste Belleza. ¿Por qué?
Lo vi y mi enamoré. Y hasta ahora no me falla. Es de segunda, pero no quiero venderlo. Ya lo tengo cinco años. Es una buena máquina. Transporto doce toneladas de carbón desde la mina hasta el depósito, trayecto que dura cuatro horas, que generalmente es una vez a la semana. Y ya en la ciudad, reparto a cada fábrica. Y también cargo el carbón que va en el camión, es fácil.

-¿Los estudios de Construcción Civil en qué quedaron?
Los dejé y no sé si pueda retomarlos, porque ya me acostumbré a mi trabajo y no me quejo, me va muy bien. Mi idea es seguir trabajando y poder hacer una empresa más grande, en otros rubros.

-Bueno, ahora tienes una fábrica de ladrillos.
Cuando pagué el crédito del camión, saqué otro préstamo para comprar un terreno para fabricar ladrillos artesanales, que ya funciona desde hace tres años. Y ya no tengo tiempo casi para nada (risas). Y vamos por más.

-¿Qué te motiva a seguir adelante?
Quiero que mi familia se sienta orgullosa de mí, que muchas mujeres me vean, de repente, como ejemplo, que las mujeres podemos salir adelante en diferentes aspectos del trabajo. Me siento feliz de que me vean como un ejemplo. Eso sí, ante todo la humildad, yo soy igual con todos. Mi madre está muy orgullosa y feliz. Me dice: “Muy bien, hija, la familia se siente feliz, orgullosa de ti, que nos representes de esa manera”.

-¿Qué es ser emprendedora?
Salir adelante a pesar de los obstáculos, que cuando le pones ganas, esfuerzo y dedicación, se logra muchas cosas, no de un día para otro, sino poco a poco.

-Con 26 años de edad, ¿qué más se viene?
Mi mayor sueño es comprarme un tráiler (risas). Es que me encantan los camiones, no sé por qué. Cuando manejo me siento feliz, disfruto de mi trabajo.

-¿Es cierta la idea de que la huancaína es de carácter fuerte?
Las huancaínas somos mujeres de chamba, de guerra, de garra.

AUTOFICHA

-“Mi nombre es Guisela Martínez Pérez. Nací el 24 de diciembre de 1992. En Navidad, en mi casa hay doble celebración (risas). Nací en Quichuay, donde tengo mi fábrica de ladrillos. El depósito de carbón está en San Pedro de Saño. En Quichuay he vivido hasta los 16 años de edad, luego me mudé a Saño”.

-“Dejamos Quichuay por el trabajo, porque ahí más que todo hay ganadería. Estudié Construcción Civil en Huancayo, en el Instituto San Pedro. Luego ya no estudié nada más porque me dediqué al negocio. Pero me gusta estar con la familia en mis días libres”.

-“Somos cuatro hermanos. Un varón y tres mujeres. Yo soy la menor. No tengo hijos. Por lo pronto, tengo proyectado comprarme un camión nuevo para poder llegar a otros lugares como Tarma o Satipo. Quiero ampliar la fábrica de ladrillos. Y me gustaría hacer una ferretería industrial y de vivienda”.

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