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Columna Vertebral: Los demonios que no pudimos vencer

“Hablamos de un poemario de madurez elaborado con oficio y un manejo de la palabra y del ritmo que se mantienen a lo largo de todo el conjunto (…)”.

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Nadie a estas alturas puede dudar acerca de la importancia del movimiento Hora Zero en la poesía peruana contemporánea. No solo sobresaltó el ambiente literario de los primeros años setenta con sus violentos manifiestos parricidas, sino que legó un puñado de poetas de primer nivel, entre los que se cuentan Enrique Verástegui, Juan Ramírez Ruiz y Jorge Pimentel, quienes incluyeron en sus libros las voces y modos del mundo urbano popular, rescatando lo coloquial como oposición al llamado británico modo y a la obsoleta dicción hispánica de las generaciones anteriores.

Entre estos autores debemos contar también a Jorge Nájar (Pucallpa, 1946), quien llamó la atención desde su primer libro, Malas maneras (1973), expresión del escepticismo, el desarraigo y la denuncia social que definieron aquella época turbulenta. Nájar ha ido trabajando, a lo largo de 40 años, una obra poética más que estimable; en ella resaltan títulos como Temblando en las arenas de Lutecia (1978) o Finibus Terrae (1984). Sus libros suelen situarse en escenarios entre mitológicos y atemporales en los que el yo poético se rebela ante un poder castrante y destructor transfigurado en las reglas del sistema capitalista. El sutil e inteligente tratamiento con el que Nájar configura estos territorios y los personajes que en ellos se debaten ha salvado a su poesía de caer en el ánimo panfletario y en la afectación que ha dañado la obra de algunos de sus compañeros de ruta.

A pesar de sus virtudes, esta poesía es poco conocida entre nosotros, circunstancia común con la de otros vates peruanos que viven y publican en el extranjero. Sin embargo, a veces algunos de sus libros llegan a nosotros, como ha sido el caso de Ahí donde brota la luz, publicado en una excelente edición bilingüe a cargo de Michele Lefort. Hablamos de un poemario de madurez elaborado con oficio y un manejo de la palabra y del ritmo que se mantienen a lo largo de todo el conjunto, pero sobre todo con una sobresaliente capacidad imaginativa, el rasgo que caracteriza mejor la escritura de Nájar.

Como en anteriores ocasiones, este libro nos presenta un espacio donde reina el desastre y la derrota ante una fuerza negativa e inconmovible, de la que solo queda huir. El camino es trazado por la voz del poeta, un "buscador de símbolos" que se reconoce fuera de la historia, separado de la realidad, y que canta en el mismo vacío. Pero ese vacío es a la vez la pureza, desde la que se siente a salvo "del mercado de la guerra" y lamenta el destino de quienes han sido "masacrados por las leyes del mercado" mientras contempla sus huesos entre los senderos y las playas. Regresar a ese mundo de valores invertidos lo condena al "gigantesco infierno de la pobreza" y a ser, como los demás vencidos por los demonios de la codicia, un "prisionero del salario, esclavo de la lujuria".

Ahí donde brota la luz está guiado por un verso sereno que registra la locura y podredumbre de una realidad que se deshace. Pero a diferencia de los anteriores libros de Nájar, donde existía cierta esperanza terrenal y una resistencia ante aquella devastación, aquí encontramos al poeta tendido entre las ruinas, resignado a contemplar melancólicamente a las muchachas jóvenes y a reunirse con quienes ya han sido "embrutecidos por el alcohol". Lo único que se espera es la muerte, vista aquí con templanza y alegría, como la fuga hacia un plano etéreo donde hallar el descanso que el egoísmo y la usura nos han arrebatado. Un regreso, pues, a lo que alguna vez fuimos y amamos, un regreso envuelto de sabiduría, cuya enseñanza justamente es que "no hay retorno para quien sueña solo con llegar".

FICHANombre: Jorge NájarObra: Ahí donde brota la luz. Éditions Folle Avoine, 105 pp.Relación con el autor: conocidos. Puntuación: 4 de 5 estrellas.