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Escritor y periodista

Christian Reynoso: En los albores del metal puneño [Entrevista]

El periodista y escritor puneño ha publicado el libro ‘Levántate y pelea. Metal en Puno y el sur peruano (1994-2004)’. Perú21 entrevistó a Christian Reynoso.

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Christian Reynoso.
Autor del libro ‘Levántate y pelea. Metal en Puno y el sur peruano (1994-2004)’. (Foto: Nadia Cruz).
Fecha Actualización

Christian Reynoso era estudiante de Ingeniería Civil a sus 16 años. Por un afiche en la calle, se enteró que estaba próximo el primer concierto de metal en Puno: 25 de junio de 1994. En el afiche leyó: “este concierto es sin fines de lucro. El único fin es formar la escena”.  

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Un año después, fue el segundo concierto metal en Puno, donde Reynoso debutó en un escenario como guitarrista del grupo Controversia. Y cinco meses después, publicó el newsletter Death Apocaliptic Grinder (DAG), que en 1997 se convirtió en fanzine, el mismo año que Christian conformó el grupo Profecía.

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Las letras se impusieron. El puneño Christian Reynoso se formó en periodismo y literatura. Y ahora, tras publicar novelas, cuentos y ensayos, coloca en librerías Levántate y pelea. Metal en Puno y el sur peruano (1994-2004) vía Ediciones Altazor.

Antes de aquel primer concierto metal en Puno ya había programas de radio vinculados al rock; incluso, uno se llamó Vibro metal. Así lo registras en el libro.

Había una movida que estaba más enfocada en el rock and roll, pero no había una conciencia de metal ni de ser una música underground. Pero esto tiene como precedente que, más o menos, desde fines de los 60 había grupos de rock en Puno. Los Jockers es el primer grupo que aparece y que empieza a tocar. Incluso, hay un grupo, Fuego Caliente, que es el primero que graba un disco en el año 1975. Y, luego, hay otro grupo importante previo, que son Los Duendes, que también graban un disco con el nombre de Contempo y representan ese rock puneño; están influenciados por Sui Generis, Beatles, pero le ponen su feeling puneño y tocan la diablada en rock and roll, crean la canción “Cancharani”, que es el cerro principal de Puno, que con los años se ha convertido en el himno del rock en Puno.

¿Y vinculado al metal?

Había grupos que tocaban covers de Black Sabbath o Van Halen o Deep Purple.  

¿Pero y los programas de radio?

Lo mismo: pasaban rock and roll, alguna canción de heavy metal o rock pesado, pero no canciones de metal.  

Ahora, hasta el 2004 pocas bandas de metal grabaron producciones. Sin embargo, aquel 2004 celebraron los 10 años de la movida metalera con la presencia de Masacre de Colombia, de los grupos más importantes del género en la región. ¿Cómo se explica eso?

En realidad, solo fueron tres bandas las que llegan a grabar. La primera es Enema, que graba un demo en 1997, que viene a ser la primera producción grabada en Puno de una banda subterránea. Luego están Misterium, que graba un demo-ensayo en 1999, y luego está Akeldam, que graba un demo en el 2004. Claro, una crítica a la escena puneña en esos diez años es que, por un lado, la cultura del cover terminó aplastando el deseo de crear canciones, de grabar material. Y, por otro lado, la falta de interés, hubo bastantes bandas, pero no todas hicieron un largo camino.  

¿Pero había un público importante?

Claro, la escena metalera no estaba definida solamente por las bandas. También estaba sostenida en los metaleros, en los editores de fanzines, en las revistas que se producían y en la organización frecuente de conciertos. Y siempre hubo una profusión de conciertos con bandas de afuera: venían de La Paz, de Cochabamba, Santa Cruz, en Bolivia; y también de Arica, Antofagasta, en Chile.  

¿Se puede concluir que en esa primera década hubo mayor calidad de fanzines que de bandas?

Podría ser. Estábamos haciendo periodismo de una manera muy amateur o sin saberlo. Había mucho entusiasmo por hacer fanzines, por difundir las bandas que había, que por más que no hayan grabado, eran bandas activas, que tocaban en los conciertos, algunos con temas propios pero que no llegaron a grabar. Había una cultura dominante del cover, pero había canciones propias. Era una necesidad de consolidar eso y de hacerlo conocer más allá de las fronteras de Puno.  

Los metaleros puneños creaban más con la palabra escrita que con las canciones.  

Había mucho intercambio epistolar. Puno con Lima, con Bolivia, con muchas ciudades de América y del mundo. Por lo tanto, también llegaba material (música) porque los fanzines pedían discos. Era una forma también de conseguir material y distribuirlo de alguna manera en la escena. Cumplía una labor pedagógica.

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El libro de Christian Reynoso.

 

¿Por qué no se exploró más el imaginario cultural del Altiplano, como la diablada?  

Cuando llega a Puno por primera vez Kranium (banda de metal limeña), trae esa onda incásica, la revaloración de la cultura andina, lo mítico. Ahí pienso que hubo como un cambio de conciencia. Pero es cierto, pues, eso no se llegó a materializar.    

¿Por qué?

Pienso que primero había una necesidad de consolidar la escena antes que encontrarle una identidad. Por ejemplo, el fanzine que yo hacía (DAG) en algún momento le cambié el nombre a uno en quechua: Mallki Janan Pacha Zine, porque me di cuenta de eso justamente cuando vino Kranium. Enema tenía un discurso en ese sentido, se autodenominaban indigen grind noise gore.  

¿Grupos actuales como Chaska en Arequipa o Rockpata en Puno pueden ser expresiones de esta suerte de rock pesado o metal andino?

Yo creo que sí. Hay un capítulo en el libro donde menciono al metal andino entre interrogantes. Un metalero antropólogo lanzó esa idea: ¿por qué no hacer un metal más andino? Quizás eso ha ido evolucionando y hay una visión más amplia.  

¿El metal peruano tendría que asumir ese discurso?

No necesariamente. Es algo libre. Me parece una elección. Pero recordemos que en Puno hay mucha tradición musical con el folclore, con la música de instrumentos de bronce, el huayno puneño, la pandilla puneña, los sicuris. Ese peso es muy importante en el bagaje cultural puneño. El peso cultural de Puno, que de alguna manera se expresa en la Fiesta de la Candelaria, es tan fuerte que digamos aplastaba a los metaleros. Entonces, había metaleros que en la Candelaria bailaban diablada, aunque eso podría ser mal visto y podrían acusarlos de “poseros”.  

¿Por qué al inicio tuvo más acogida el death metal antes que el heavy metal, a pesar de que este último género es aparentemente más accesible a nivel sonoro?  

El que escuchaba heavy metal o hard rock “no era tan metalero”. Había que escuchar death metal, black metal para ser un verdadero banger. Había esas tensiones. Otra cosa también es que tocar heavy metal es “más difícil”; entonces, las bandas no podían acceder a ese nivel de interpretación. Pero cuando nos damos cuenta de que todo está copado por el death metal, es que surge esta banda Profecía, que empieza a tocar covers de Black Sabbath, Iron Maiden, Ángeles del Infierno, Judas Priest, un poco para refrescar y decir “no todo es Cannibal Corpse, Deicide, vean que todo esto nace de Black Sabbath, Iron Maiden”.  

Son treinta años de la escena metalera en Puno. ¿Algún balance?  

En principio, han empezado a salir publicaciones. Además de mi libro, está el de Joel Pacheco, El camino de Rebeldía. Acaba de salir otro libro, que agrupa rock y metal: El rock también es para cholos, de Alexander Hilasaca. Lo interesante sería que se genere una discusión para estudiar el metal en Puno, considerando que muchas veces no se tenía ni idea de que hubiera rock en Puno. 

 

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