Carlos Aguirre, profesor de historia en la Universidad de Oregon. (FOTO: HUGO PEREZ / EL COMERCIO).
Carlos Aguirre, profesor de historia en la Universidad de Oregon. (FOTO: HUGO PEREZ / EL COMERCIO).

El mismo año que el historiador partió, el historiador Carlos Aguirre partió. El primero, luego de una repentina enfermedad. Y el segundo, a Estados Unidos, detrás de una beca en la Universidad de Minnesota. Han pasado 30 años y ambos vuelven. Aguirre y Charles Walker han publicado Alberto Flores Galindo. Utopía, historia y revolución (La Siniestra Ensayos). Obra que se presentará este viernes en la Feria Internacional del Libro de Trujillo, a las 6 p.m., vía Facebook live.

Ser ingeniero en de la década del 70 otorgaba cierto prestigio. Sumado a su habilidad con las matemáticas, Carlos Aguirre migró a Lima e ingresó a la UNI. El camino estaba trazado: sería ingeniero químico. De padres maestros, también tenía inclinación por la lectura y fue poblando su interés por las ciencias sociales. Este rumbo ganó terreno y hoy es profesor de historia en la Universidad de Oregon.

Aquel año pasaron tantas cosas. Aquel año fue 1990. Walker y Aguirre publicaron Bandoleros, abigeos y montoneros, donde incluyen un capítulo de Aristocracia y plebe, de Flores Galindo. En ese verano, el historiador talareño visitó a quien, tres años antes, había sido su profesor en la maestría de en la PUCP, junto a Scarlett O’Phelan y Franklin Pease, entre otros. Se reunieron para adelantarle que el libro con Walker iba por buen camino. Fue la última vez que Carlos Aguirre vio a Alberto Flores Galindo.

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-¿Treinta años después cómo está valorado el aporte de Alberto Flores Galindo?

La publicación del libro ha sido una muy grata sorpresa porque nos ha permitido percibir un interés muy grande por la obra de Flores Galindo, sobre todo de gente joven. Por supuesto, los contemporáneos de él y sus estudiantes lo recuerdan, lo leen, lo citan, lo estudian. Ha quedado la imagen de un intelectual comprometido y comprometido con posiciones de izquierda. Alguien que decía lo que pensaba. Se atrevía a cuestionar e incluso a cuestionarse. Una especie de héroe cultural para mucha gente. No sé si lo leen tanto, pero en general no sé si se lee tanto en el Perú. Los libros de Flores Galindo, María Rostworowski, Nelson Manrique, Franklin Pease tenían tirajes de miles de ejemplares y reediciones. Hoy se hacen ediciones de 500 ejemplares. Así como ocurría hace unas décadas con Basadre, que quedaba esta imagen del gran historiador de la república pero que no estoy seguro de que se le leía como debería. Quiero creer que la publicación del libro y los debates que seguramente están ocurriendo, generen un interés por leer a Flores Galindo.

-¿Por qué leer obras como Buscando un inca?

Es un libro que nació de un proyecto junto con Manuel Burga de interpretación de la historia peruana, usando como hilo conductor la idea que ellos concibieron de las utopías andinas. Según su reconstrucción, el imaginario sobre los incas había desempeñado un papel importante en múltiples movimientos sociales, políticos, culturales, etc. El libro se va armando sobre la base de ensayos. Es un libro fundamental para entender la historia peruana desde la conquista hasta los años 80. Buscando un inca se termina de escribir el año 85 y el 86 sale la primera edición. De los libros publicados en el Perú, en los últimos 50 años, yo diría que es uno de los cuatro o cinco libros fundamentales, que habría que leer para entender buena parte de la historia peruana y cómo se escribía la historia en los años 80 del siglo pasado.

A 30 años de la partida de Flores Galindo.
A 30 años de la partida de Flores Galindo.

-¿Flores Galindo era un historiador de izquierda o de utopías?

Era un historiador que creía en el socialismo. Esa era su utopía. Y eso lo pone claramente en la izquierda, tanto en términos de su postura política, ideológica, y también en términos de sus simpatías partidarias. Él militó en la izquierda brevemente, cuando era muy joven, pero luego nunca más tuvo militancia partidaria. Se mantuvo independiente de esta especie de fortaleza en que a veces se convertían los partidos políticos. Mantuvo una identificación con la izquierda, pero no era una identificación dogmática. De hecho sus trabajos sobre Mariátegui reflejan esa actitud heterodoxa, incluso con la propia izquierda, que le valió críticas muy severas de algunos intelectuales y personajes de izquierda, que preferían un Mariátegui con una visión más ortodoxa, más apegada a esta especie de biblia.

-En el libro citan a Alberto Adrianzén y él lo llama “disidente”, que me parece una expresión interesante.

Flores Galindo en La agonía de Mariátegui le llama a Mariátegui un disidente tenaz, y yo creo que esa frase se puede aplicar al propio Flores Galindo. No en el sentido de renegado, no en el sentido de alguien que abandona sino en el sentido de alguien que disiente, que piensa por sí solo y que tiene una manera de ver las cosas que está muy alejada de los dogmatismos. En uno de los capítulos del libro enfatizo que una de las explicaciones a esa actitud tiene que ver con sus lecturas tan heterogéneas y esta especie de voluntad crítica. Lo demostraba frente a la realidad cubana, frente a la izquierda local, incluso frente a los pensadores del marxismo. Realmente era refrescante leer lo que escribía, discutir con él, conversar con él.

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-Le propongo un ensayo: 30 años después, ¿qué pensaría Flores Galindo de lo que pasó con la izquierda?

Ese tipo de preguntas son complicadas. No lo sé. Me cuesta imaginármelo fuera de la izquierda y creo que estaría muy desencantado. Muy desencantado de la incapacidad de la izquierda peruana al articular un proyecto socialista, democrático, unitario, de masas, que evitara los divisionismos, que incorporara otras tradiciones y que, de alguna manera, reflejara la nueva composición social, étnica, regional y cultural del Perú. Creo que él estaría muy desencantado, pero al mismo tiempo creo que seguiría apostando por persistir en la búsqueda de un camino propio. Y en eso era muy ‘mariateguista’: no hay que copiar modelos extranjeros, no hay que aplicar moldes ni siquiera el cubano.

-¿Usted también está desencantado?

Sí, muchísimo. De la política peruana en general y en particular de la izquierda. Nunca fui un militante de ningún partido de izquierda, pero sí he tenido simpatías y sigo considerándome alguien que está a la izquierda en términos de la defensa de ciertos principios, ciertos derechos, de una sociedad más justa, más solidaria, más igualitaria, más libre. Lamentablemente, ese proyecto no ha cuajado en una estructura política, electoral que ofrezca al país una alternativa. Hay una serie de agentes políticos que no dan la talla. Una de las cosas que le ha faltado a la izquierda ha sido autocrítica. Es decir: “¿qué hicimos mal?”. Incluso, ni con la corrupción se pudo zanjar con la claridad debida. Hay una especie de protección de ciertas prácticas y ciertas actitudes. Entiendo que es el espíritu de cuerpo, pero creo que si en algo la izquierda tiene que diferenciarse de otros sectores políticos es en mantener una actitud muy firme contra la corrupción y una actitud muy autocrítica. No cerrarse a revisar sus propios postulados.

-(Esta entrevista se hizo el 29 de octubre). Radicado en EE.UU., capaz usted posee un panorama diferente al que tenemos en nuestro país. ¿Qué expectativas tiene sobre las próximas elecciones en el Perú?

Bueno, seré muy sincero: muy pocas. En esto sí debo confesar que soy pesimista. No me hago ilusiones respecto a la próxima elección. La crisis es política, social, cultural, es moral.

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-Flores Galindo decía que el Perú bordeaba el abismo. ¿Seguimos así?

No lo diría en esos términos. Estamos en una situación que se ha complicado mucho más por la pandemia, que ha desnudado las debilidades de nuestro sistema político, de salud, de nuestra capacidad de convivencia. No sé si estamos bordeando el abismo, pero sí estamos tensando las relaciones y esto puede terminar muy mal, en el sentido de una sucesión de protestas, de fricciones, de enfrentamientos. Creo que a la clase política le falta lucidez, voluntad. Creo que hay mucha frivolidad y mucho egoísmo en la clase política. El Estado se ha convertido en un botín y la mediocridad y la falta de solidaridad con quienes más lo necesitan es abrumadora.

-Y se viene el bicentenario.

Nos toma muy vulnerables como sociedad y en una situación lamentable desde el punto de vista de las estructuras políticas e institucionales del país.

AUTOFICHA:

- “Nací en Talara, tengo 62 años. Cuando acabé la secundaria me fui a Lima. Terminé a los 15 años. Estudié Ingeniería Química en la UNI. Acabé, pero no me dediqué a eso. En los últimos tramos de ingeniería, sabía que mi vocación era otra. Postulé a Historia en la U. Villarreal”.

- “Trabajo en el departamento de Historia de la U. de Oregon. He publicado cinco libros como único autor, uno en coautoría y unos 10 o 12 como editor. Pronto se publicará la reedición de La agonía de Mariátegui de Flores Galindo, entre Casa de las Américas y la PUCP. Estuve a cargo de la edición y el prólogo”.

- “Tengo dos libros en camino. Uno de ensayos sobre la historia del libro y la cultura impresa en el Perú del siglo XX y la relación entre intelectuales, libros, bibliotecas y editoriales. Y el otro es un trabajo sobre intelectuales latinoamericanos y la revolución cubana, del 59 al 75 quizás”.

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