Álvaro Urbina: "¿Cuántos curas siguen encubiertos por la Iglesia?"

“He hecho esto por mí, no lo podía tener dentro de mi corazón. No podía saber que había encubierto a este pata (Jeffery Daniels Valderrama) por 20 años. Fui cómplice, sin quererlo, de sus crímenes”, señala la víctima de abuso sexual por parte de un ex sodálite.
(Perú21/ Francisco Neyra)

Álvaro Urbina es una persona alegre y divertida. Corre olas, le gusta la mecánica, los carros. Y ha sufrido abusos sexuales. Tenía 14 años de edad y Jeffery Daniels Valderrama alrededor de 28. El adolescente pasaba por una crisis familiar y su guía espiritual, entonces miembro del de Vida Cristiana, abusó de él durante más de un año.

Hasta donde se sabe, el ex sodálite vive en EE.UU. con su familia. Álvaro vive con ese amargo recuerdo, que es como una cruz, unos días más pesada y otros, más ligera. “Es algo que me llevo para siempre conmigo”, me dice. Parte de ese proceso es la impactante obra teatral San Bartolo, que narra la experiencia vivida por Urbina y que será repuesta desde mañana en el Teatro Peruano Japonés.

Ya perdió la cuenta de cuántas veces ha visto la obra de Alejandro Clavier y Claudia Tangoa. Estima que unas 15. Hacerlo es como seguir cavando en lo más profundo de esos recuerdos. Es como desarmar un carro y mostrar todas las piezas de las que está hecho. Pero Álvaro es como un auto volviéndose a armar, buscando su camino.

Verla tantas veces y lo que implica que ahora se reponga: más entrevistas y volver sobre los recuerdos. ¿Es pesado o, más bien, te deja una sensación de justicia?
Mientras más se hable del tema, mejor. Doy mi testimonio para eso. Que se sepa lo que pasó y lo que puede pasar. Pero sí, verla tantas veces es pesado para el alma.

¿Hemos hablado lo suficiente del tema?
Hay muchísima tela por cortar. Hay que ver por qué esto sucedió en el Perú. Cada autoridad de la Iglesia lo ha tratado de manera distinta.

¿Hay algún ejemplo positivo en la Iglesia?
Lo ha abordado de una manera fatal. Pero los investigadores que ha mandado el Papa han hecho un papel brillante en Chile. Sin embargo, no hay acciones para prevenir.

¿Pueden estar pasando abusos sexuales en la actualidad?
Te aseguro que sigue pasando. ¿Cuántos curas todavía siguen encubiertos por la Iglesia? Y eso es aquí en Perú. En África cuántos habrá. Asia es cuna de abuso sexual infantil. Hay respuestas, pero no son contundentes.

¿Qué le pedirías al próximo arzobispo Carlos Castillo, quien reemplaza a Juan Luis Cipriani?
Aquí estamos y estoy dispuesto a colaborar en todo lo que sea positivo. Se cree que es un problema de la niñez, cuando es un tema de la sociedad, que está corrompida, donde adultos están violando a niños y no estamos haciendo lo suficiente para pararlo.

En estos casos, se suele decir “por qué no lo dijo antes”.
Porque la sociedad no te lo permite. Y en todo caso, ¿cuál es el problema de no decirlo antes? ¿Qué te importa por qué no lo dije antes? Tengo mis problemas y razones. No me juzgues. Y otra cosa, no solo es el Sodalicio, hay un montón de víctimas de la Iglesia católica.

¿Qué queda en ti tras lo vivido cuando tenías 14 años?
Recién estoy aprendiendo. Me di cuenta de que soy una víctima hace dos años, cuando me enteré de todo esto. Cuando tenía 14 años, pensaba que, como soy simpático, el pata se enamoró de mí y no puede hacer nada al respecto. Y luego empezó a oler mal el caso. ¡Él tocó a un niño de 14 años! Es como cuando una mamá descubre que su hijo fuma marihuana. Lo tiene que ver para creerlo. Si se lo dicen, se hace la sueca, lo desmiente o disculpa. Lo mismo conmigo. Yo no quería creer la verdad ni creer que sufrí abuso sexual.

¿Cómo descubres que eras una persona abusada?
Vas creciendo, madurando y te vas quitando la venda de los ojos. Yo tenía una novia que trabajaba en prevención de abuso a menores y al hablarlo con ella, me dijo que se trataba de abuso sexual y que tenía que denunciarlo.

Parte de ese proceso es conocer el concepto de depredador. ¿De qué se trata?
Es como si este estuviera encima de un árbol y cuando ve una víctima, sabe exactamente lo que tiene que hacer, por dónde irá hacia ella y hacia dónde lanzarse para matar en el primer mordisco. El depredador ve cuáles son las faltas, necesidades y debilidades, y de eso se aprovecha, no solo como autoridad religiosa. Él tenía una idea más clara de la vida.

¿Por qué eres de los pocos que ha dado su testimonio? ¿Acaso por valentía?
No. Es más, me cagó de miedo. He hecho esto por mí, no lo podía tener dentro de mi corazón. No podía saber que había encubierto a este pata por 20 años. Fui cómplice, sin quererlo, de sus crímenes.

¿Sabes de más víctimas de él?
Sí. Se baraja que ha abusado de entre 12 y 60 niños. Hay confirmados, pero sin nombre entre cuatro y cinco, incluido yo. Y sí conozco víctimas.

¿Lo han hablado contigo?
Eso no puedo responderlo.

¿Qué les dirías a esas víctimas y a otras sobre la importancia de dar su testimonio?
Que lo denuncien. Que hablen con nuestro abogado. No es necesario hablar con la prensa. Pero sí es necesario que te cures.

No fuiste al psicólogo, pero corres olas. ¿El mar ha sido tu terapia?
Me sana de todo. En el mar no soy divertido ni extrovertido ni soy una persona abusada. Somos el mar y yo. Ahí no hay etiquetas.

¿Y exponer tu caso en San Bartolo no te ha sanado un poco?
Es como una limpieza de todo lo que se vivió. Las dudas desaparecen. Ahora tengo que trabajar con lo que soy. Hay gente que se suicida por esto, porque no pueden vivir con la culpa o el sufrimiento.

¿Crees en Dios?
No.

¿Y en qué crees?
En la ciencia, en lo tangible.

¿En qué tienes fe?
A veces tengo una fe increíble en la humanidad y otras me la tiran al piso. Pero tengo fe en los animales. Si no existiéramos, este mundo sería mucho mejor.

AUTOFICHA
- “Tengo 37 años. Nací el 22 de marzo 1981. Estudié Mecánica en Tecsup, luego en Madrid en un instituto. He vivido 14 años en el extranjero. Volví porque extrañaba demasiado mi comida, mi gente, mi forma de hablar, también la criollada peruana, el calor en verano, la Navidad con chocolate”.

- “Tengo dos hermanos, soy el último. Mi padre falleció hace bastante tiempo. Mi madre se enteró de mi caso un par de semanas antes de que se hiciera público. Para ella, fue un golpe fuerte porque ella me llevó al grupo en el que creía un montón. Me pidió perdón”. 

- “San Bartolo es una obra excelente, por la forma en que se ha trabajado un tema tan delicado, con un gran equipo humano. Ojalá que se haga una película sobre el caso Sodalicio. Mientras más plataformas tengamos, más llegada tendrá el caso y más padres serán conscientes de lo que puede pasar. Es la meta”.

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