Zoila Chamba es madre de dos jóvenes; su sueño es que sus dos hijas vayan a la universidad y sean profesionales, y para eso no escatima ningún esfuerzo ni sacrificio. Zoila es vendedora ambulante, vive con sus hijas en Jicamarca, allí adonde solo se llega caminando, y vende sus productos en las cercanías de Gamarra. Para ir a Gamarra camina muy temprano, antes de que salga el sol, hasta el paradero de la combi que la lleva a la estación del metro que, a su vez, la transporta a Gamarra, desde donde camina y camina en busca de vender su mercadería. De regreso usa la misma ruta, pero de noche. Zoila prefiere que le paguen usando billeteras digitales para no tener que preocuparse de tener cambio para los vueltos o de tener que transportar efectivo en la noche. Por la misma razón, antes de emprender el regreso, deposita en su banco el efectivo que ha recibido. Es que Zoila, después de varios asaltos, sabe muy bien lo inseguro que es desplazarse cada noche con los billetes y monedas producidos con tanto esfuerzo y ya no quiere transportar más de lo estrictamente necesario de efectivo.