Alonso Cueto: «Mario Vargas Llosa es un escritor que transformó la literatura”

Hoy Mario Vargas Llosa cumple 89 años. Y Alonso Cueto publica el libro 'Palabras en el mundo', un retrato íntimo y literario del Nobel peruano. Lo entrevistamos.

Fecha de publicación: 28/03/2025 – 11:30

Recuerda un reloj que decía tres. Nunca supo si era de la madrugada o de la tarde. Tenía las manos atadas a la camilla porque no querían que se sacara una escafandra que le cubría el rostro. No podía hablar, no tenía voz. Lo único que lo acompañó fueron los versos, canciones y frases de novelas que sabía de memoria. Una de ellas, el inicio y final de Conversación en La Catedral. Estaba echado en una cama de cuidados intensivos de una clínica local.

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Durante una semana, al filo de la vida y la muerte, recitó, cantó y recordó todo lo que venía a su mente. Cuando no recordaba más, volvía a repetirlo. “Era como una reacción del sistema inmunológico del alma que te ayuda. Y pude vivir”, me dice Alonso Cueto. Podríamos decir que uno de los libros de Mario Vargas Llosa lo aferró a la vida.

 

 

Y ahora, Cueto publica el libro Palabras en el mundo (Alfaguara), donde pone sobre la mesa la literatura del nobel peruano a partir de episodios íntimos y personales. Obra que sale a las librerías en la semana del onomástico de Mario, que hoy cumple 89 años.

De pronto, en medio de esta entrevista, Alonso empieza a relatar de memoria aquellos pasajes de Conversación en La Catedral. “Yo aconsejo siempre saberse de memoria algunas cosas para los momentos difíciles”, me dice.

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En el libro hay un episodio de cuando usted vivía en París con sus padres. Era probablemente un niño de 3 años o más y de pronto llegó Mario con la tía Julia, y al saludarlos lo cargó, lo levantó y lo puso sobre la mesa. Lo menciona como una suerte de signo de su inicio en la literatura.

(Risas). Llegamos a París por un puesto que le habían dado a mi padre en las Naciones Unidas. Creo que fue el año 57. Y mi madre le dijo a André Coyné, un amigo nuestro, que trajera a todos los muchachos peruanos que estaban ahí para pasar las navidades juntos. Entonces, él le dijo “justamente acaba de llegar un joven muy inteligente”, y así fue que Mario y Julia pasaron las navidades con nosotros. Lo digo como una broma eso de que en ese instante decidí ser escritor. Pero claro, son cosas que el azar hace muy bien, decía Julio Cortázar.

Sin embargo, en otro momento del libro relata cómo quiso leer uno de los libros de Mario y preguntó si podía hacerlo.

Cuando yo estaba en quinto de media del colegio, empecé a leer La ciudad y los perros. Me deslumbró porque me di cuenta de que las grandes tragedias, los grandes temas de la experiencia humana podían ocurrir en Lima, en Miraflores, en La Perla, en La Victoria, y no solo en París o en San Petersburgo. Pero mi mamá se preocupó mucho del contenido sexual que había en las historias de La ciudad y los perros. Entonces, le preguntó a un amigo de la familia, Augusto Salazar Bondy, y él le dijo “va a aprender muchas cosas con esa novela”. Y después ya mi madre se convirtió también en una gran lectora de las novelas de Vargas Llosa.

¿Cómo llegó a ese libro?

Yo iba mucho a la biblioteca de Miraflores. Era un lector omnívoro. Tenía muchas enfermedades cuando era niño, problemas al hígado, tenía hepatitis de todos los tipos, gripes, alergias, asma; yo vivía en la cama. Entonces, leía muchísimo. Entre otros libros, cayó en mis manos La ciudad y los perros, que me impresionó mucho desde la primera línea.

¿Por qué? 
En la primera línea se tiran unos dados, sale el número cuatro y empieza la historia. El elegido para robar el examen de química es el Cava. A partir de eso, todo tiene una serie de causas y consecuencias hasta llegar al final. 

¿Usted tuvo que robar algún examen en el colegio?
Yo era un niño muy distraído en el colegio, no tenía muy buenas notas ni tenía muy malas notas, era un tipo muy raro, la gente no me hacía caso, lo cual agradezco. En el examen daba mis opiniones y eso les parecía bien a los profesores, así que no me jalaban.

¿Ya fantaseaba con la idea de convertirse en escritor?

Yo creo que definí mi vocación de escritor cuando murió mi padre, cuando yo tenía 14 años. Tuvo un derrame cerebral, un mes después del golpe del general Velasco. Y la vida que yo hasta entonces había vivido, era una vida hecha por relaciones armónicas, protegidas. Ese mundo se vio amenazado por la muerte de mi padre. Gracias a mi madre, ese mundo sobrevivió. Entonces, yo empecé a leer mucho la poesía de César Vallejo, y me di cuenta de que esa era la compañía que yo necesitaba: Los heraldos negros y Trilce me acompañaban. La gente me decía “te doy mi sentido pésame”, pero esas palabras no me decían nada; en cambio, la poesía de Vallejo sí, sentí que había alguien que me estaba hablando a mí. ¿Cómo era posible que lo que ha escrito un hombre que ha muerto en el año 38, tenga tanto que decirme a mí en el 68? Entonces dije “esto me interesa”: el poder de las palabras que puedan identificarnos. Creo que ese fue el origen de mi vocación porque empecé a leer mucho más y empecé a escribir.

En ese camino, ¿la obra de Mario cómo abona?

Fue muy importante por dos razones. En primer lugar, me abrió un universo infinito: todos los personajes de todos los tipos, todas las naturalezas, todas las geografías están reunidas (en su obra). Y en segundo lugar, todos los lenguajes: el más sencillo, el más complejo, los saltos en el tiempo, los cambios de perspectiva. Toda la vida y todo el lenguaje reunidos en una obra que tiene que ver con mi país.  

 

Imagen
Libro de Cueto.

 

¿Cómo leer a Vargas Llosa? ¿Hay que ir entrenado o libre? 
Hay que ir libre totalmente, hay que entregarse a los personajes, al lenguaje, a las historias.

Porque ‘Conversación en La Catedral’ tiene un ritmo que puede ser complejo. 
Es una novela que no se entrega fácilmente, pero una vez que entras en su universo recibes muchas compensaciones y gratificaciones. La relación que tienes con esa novela es para toda la vida. 

Un aspecto que se resalta en el libro es que la importancia de un escritor no se encuentra solo en sus historias, sino también en la forma en que las cuenta. ¿Por qué es importante que el lector descubra el placer de cómo se está contando la historia? 

La literatura es una cuestión de forma. Es una cuestión de lenguaje. Uno puede contar la historia más interesante del mundo, pero si no tiene una música, una estructura, una técnica, la historia no va a surgir. La forma es lo que hace que la historia aparezca y brille. La belleza de la literatura depende en parte de la música que tenga.

¿Qué episodios son claves en la vida de Mario para constituir su obra? En el libro se cita el pasaje de cuando ve por primera vez a su padre en Piura.

El episodio del encuentro con su padre en Piura es el decisivo. Si él no hubiera tenido ese encuentro, creo que no habría sido escritor. Ese episodio marca la escisión que hay entre un mundo armónico y la realidad de su padre, que era autoritario, duro, áspero, y que se lo lleva de donde está. Esa decisión hace que Mario empiece a leer compulsivamente y por derivación empieza a escribir. Necesita de la ficción como la única manera de protegerse de la realidad que ha llegado de una manera tan brutal e intempestiva. Muchas de sus historias muestran a dictadores, a figuras políticas autoritarias como una respuesta a su padre. Y por eso en sus novelas el rebelde tiene una gran importancia, el rebelde es un héroe. Por eso otro de los títulos que barajamos para este libro era ‘Una épica de la transgresión’.

¿Qué se tendría que decir de Mario Vargas Llosa en 100 años?

Que fue un escritor que transformó la literatura. Hay tres tipos de escritores: los que escriben bien, con corrección, con elegancia y con belleza; escritores que escribiendo bien, crean un lenguaje propio; y el tercer grupo, que son muy pocos, no solamente crean un lenguaje propio, sino un universo propio. Hay un escritor británico, Martin Amis, que dice que todo escritor te invita a una casa diferente. Pero lo que yo creo que hay en Vargas Llosa como en Faulkner es un universo, donde no solamente hay espacios interiores y casas, sino también desiertos, ríos, selvas, montañas, océanos, están todas las geografías, todas las latitudes.

¿Qué le regalaría a Mario por sus 89 años?

Gracias por tantas historias, por tantas aventuras; por tantas vidas que hemos vivido gracias a sus libros.

 

 

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