ESTÁ DE VUELTA. Bolas en el área no le van a faltar a Guerrero, quien ya lleva tres goles con Racing. (Foto Racing Club)
ESTÁ DE VUELTA. Bolas en el área no le van a faltar a Guerrero, quien ya lleva tres goles con Racing. (Foto Racing Club)

BOLA AL AIRE

A estas alturas del fenómeno de El Niño, de Paolo Guerrero es poco lo que se puede agregar. El año pasado tuvo que lidiar con los peores augurios sobre su extensa y gloriosa trayectoria sobre el verde. Los golpes en las piernas pasan ciertamente factura con el correr de los años, y el ‘Depredador’ es de los que la ponen fuerte, sin miedo.

No son pocos quienes pensaban, como él mismo reconoció amargamente hace días, que le había llegado la hora de devolver las herramientas y decir ‘buenas noches los pastores’. Que las lesiones finalmente habían acabado con su carrera, como con la de tantos otros héroes del rocanrol.

Eppur… si muove… Y ahí lo vemos ahora en la tele, desplazándose estratégicamente cerca del área, repartiendo pelota a pocos metros del arco y clavando alguna en las redes rivales. Paolo ha vuelto. Después de un año terrible, despiadado. Y nada menos que en el Racing Club de Avellaneda, así llamado “La Academia”, cuyo distinguido historial incorpora más de una treintena de títulos nacionales, una Copa Libertadores de América y una Copa Intercontinental.

El año pasado, Racing fue subcampeón del torneo argentino y actualmente está enfocado, otra vez, en la Libertadores. Evidentemente teniendo eso en mente es que sus dirigentes contrataron a Paolo, quien, nada más aterrizar en Ezeiza, ha llegado a jugar incluso partidos completos, lo cual, a su edad, 39 años, ya no es tan frecuente en el medio futbolístico.

El drama de las edades

Y en este punto conviene internarse en una digresión. Entre las transformaciones que ha sufrido el fútbol, una de las más llamativas es la longevidad de sus deportistas. En realidad, no se trata de un síndrome exclusivamente pelotero. El promedio de la vida humana, en general, ha aumentado.

Una buena o mala noticia –juzgue usted– que es ya un dolor de cabeza, al menos para los gobiernos que, debido a ello, quieren aumentar las edades de jubilación antes establecidas. Pueden preguntarle a Emmanuel Macron, presidente de Francia, y a sus vociferantes incendiarios, a los torys británicos, a los viejitos griegos, o a ese fracasado invento de los Chicago Boys chilenos llamado AFPs, que sin éxito alguno se implantó también en el Perú, ante el clamoroso fracaso estatal con el tema. Retrasar la edad de jubilación no es una medida sencilla ni muy popular que digamos.

Arrinconado ideológicamente, el Welfare Estate, que salvó a la humanidad y al capitalismo tras la Segunda Guerra Mundial, transcurrirá bastante tiempo para que los gobiernos del planeta encuentren una fórmula que resuelva el oneroso costo de las jubilaciones, más allá del ahorro forzoso de sus ciudadanos.

Experiencia, garra, liderazgo

La peripecia de los trabajadores en el umbral de la tercera edad, sin embargo, no es tan homologable con el deporte rey. Antaño los jugadores solían jubilarse hacia la treintena, o al arribar a la edad crística. Salvo contadas excepciones, más allá de los 33, las señales de vida sobre el gramado eran más bien escasas, aparte de los arqueros. Hogaño, en cambio, son legión los cracks que la libran en la alta competencia hasta llegados casi los 40.

Thiago Silva, Pepe, Messi, Benzema, Modric, Ramos, Muller, Lewandowski, Zlatan Ibrahimovic, por mencionar a algunos, son ejemplos emblemáticos en ligas europeas. Y quienes regresan a sus países de origen a terminar sus carreras son otro tema.

Específicamente, el caso de Zlatan es muy similar al de Paolo en sus equipos o selecciones. No solo el futbolista es imprescindible, el caudillo, el líder: el ejemplo de lucha y el compromiso, tiene también valor inestimable. El Milan tiene al sueco en planilla porque todavía mete goles, pero su presencia, debido a las lesiones, es discontinua, por decir lo menos. Su liderazgo en los camarines, en cambio, aunque no juegue, no declina ni se opaca. Es irrenunciable.

Sucede lo mismo con el ‘Depredador’. En la selección peruana, aún estando lesionado y sin jugar, nadie le hacía sombra. Era el caudillo indiscutible en el equipo de Gareca. Como en su momento lo fueron Héctor Chumpitaz o José Velázquez.

Claudio Pizarro o Chemo del Solar fueron capitanes también, pero de los malos tiempos. Y amén de una sonada juerga con otros compañeros, en el caso del primero, y los enfrentamientos internos entre la argolla crema y la aliancista en el caso del segundo, no hay mucho más que recordar de sus deslucidas capitanías.

A Paolo Guerrero, durante un partido reciente, hasta intentaron convencerlo de que saliera como capitán de Racing a la cancha. Un contrasentido, teniendo menos de tres meses en el equipo, pero sus compañeros igual se lanzaron a proponerlo.

No olvidemos tampoco que la figura de Paolo se extiende asimismo fuera de las canchas: es un deportista que se cuida, luchó con relativo éxito contra absurdas acusaciones de dopping, mandó a la cárcel a una periodista de espectáculos que lo calumnió y devolvió a su casa una distinguida dama limeña de apellido compuesto luego de accidentada convivencia.

Terminators de carne y hueso

Lo cierto es que, puestos sobre el verde, un nueve como él ya es muy difícil de encontrar. Nueve era Perico León, el mejor que tuvo el Perú moderno, de los setenta en adelante. Nueves natos son Luis Suárez, Haaland, Lewandowski, Cavani, Lapadula… y lo fueron Van Basten, Romario, Martín Palermo, Gian Luca Vialli… Benzema y Kane: nueves en sus clubes y selecciones son casos atípicos.

El nueve, centrodelantero por excelencia, es el hombre de área, el que define tirando al arco o dando el toque previo al disparo de un compañero. Y para ello tiene que saber chocar, esquivar piernas, resistir embestidas sutiles o gruesas, encontrar el hueco para colar hacia el arco y, desde luego, saber recibir el balón de espaldas y poder girar (recurso que Paolo refinó casi como una de las bellas artes) sin perder fuerza, cuando su equipo está atrincherado en su campo.

Y en el club de Avellaneda, en el Cilindro, como se conoce su estadio Juan Domingo Perón, el ‘Depredador’ ya comenzó este nuevo tramo de su andadura profesional. Bolas en el área no le van a faltar.

Bienvenido de vuelta, capitán.