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Redacción PERÚ21

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Roberto Lerner,Espacio de crianza

15 años, edad de desconciertos e iniciaciones. Le pregunto cuántos de sus 100 compañeros de promoción se emborrachan. Alrededor de 25, me dice. Y del grupo total cuántos son tus amigos cercanos, le pregunto. 15, responde. Y de esos cuántos se emborrachan, machaco. 14, contesta.

Sigo mi interrogatorio inquiriendo por aquello que tienen en común los integrantes de su círculo íntimo. Bueno, dice luego de un rato de reflexión, a todos nos gusta estar fuera, donde revienta el cuete, somos súper sociables, nos gusta la aventura, probar cosas nuevas y los estudios no son nuestra primera prioridad. Pero nadie ha jalado de año, añade.

Y cómo te los imaginas dentro de 10 años, prosigo. Bueno, estoy pensando en uno que no la va a hacer, desde ahora lo tratamos de convencer que está exagerando. Pienso que va a terminar mal, dice. ¿Y el resto? Como ahora, contesta.

Mi amigo está en un grupo de riesgo y en una edad compleja. Me ha planteado un contexto probablemente muy común: del 25% de sus pares que se involucran en excesos, el grupo representa el 56%. Son buscadores de sensaciones, no podrían ser considerados chancones y, probablemente, son aceptablemente exitosos en algunas tareas de la vida. Sus rasgos suponen peligros, pero también, si tienen suerte y viven en contextos que los nutran y encaucen, oportunidades. El 7% va a terminar mal, junto con otro porcentaje de los que nunca se emborrachan, aunque por razones distintas.

Identificar grupos, individuos, perfiles y saber abordarlos con inteligencia y flexibilidad es la manera de prevenir, no las campañas masivas y no focalizadas que desde el Estado y ciertas organizaciones no gubernamentales quieren convencernos de que todos entramos en una misma talla.