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Redacción PERÚ21

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Fritz Du Bois, La opinión del directorEn la edad media, a fin de que los campesinos no descuiden los campos en el período de siembra y puedan trabajar sin parar, se estableció una tregua o vacación judicial con la intención de que no pudieran ser juzgados durante los meses de verano.

Más bien cuando los jueces se dieron cuenta que sin campesinos acusados tenían muy poca carga procesal, entonces decidieron ampliar para ellos también la vacación judicial. Pero no lo hicieron para poder trabajar más como fue la idea original sino para descansar. Parece que desde entonces en diversas partes religiosamente la justicia cierra por todo un mes y se va a vacacionar.

En nuestro caso siempre nos ha parecido muy extraño que durante el mes de febrero el Poder Judicial esté paralizado. Por más que existan algunos pocos juzgados operando, en principio, para casos de emergencia. Aunque en la práctica son frecuentes las denuncias de jueces suplentes emitiendo cuestionables fallos cuando nadie los está mirando.

Más aun, son 30 días en los cuales toda actividad –juicios, audiencias, diligencias– queda congelada esperando que los magistrados regresen de su descanso. Los que tienen extrema urgencia por una resolución –ya sea familiar, comercial o penal porque están apresados y quieren ser liberados– mala suerte, pues tendrán que seguir esperando ya que es un mes desperdiciado.

En realidad es difícil imaginar cualquier otra actividad que desaparece completamente durante un mes en el cual el servicio no se provee y es aceptado por el consumidor o ciudadano. Al contrario, creo que –sin duda– pondríamos el grito en el cielo, pero a los jueces, con la excusa de la tradición tan peculiar, se lo toleramos.

Ello a pesar del enorme costo que representa para la economía y para todos los peruanos esta costumbre tan absurda que todos los magistrados y secretarios de juzgados simultáneamente estén vacacionando.