La desunión del gabinete

El Gabinete Lerner mostró fisuras y debilidades desde el comienzo. La inacción y falta de reflejos de la ministra de la Mujer, Aída García Naranjo, frente al caso de los niños de Cajamarca que fallecieron tras consumir alimentos del Pronaa, era una prueba de ello. Aunque trascendió que ella se quedaría en el Ejecutivo debido a su amistad con la primera dama y con el asesor Adrián Villafuerte, al final se dijo que también estaba en la picota.

Recientemente, el conflicto social en Cajamarca por la oposición al proyecto Minas Conga enfrentó a los titulares de Energía, Carlos Herrera Descalzi, y del Ambiente, Ricardo Giesecke. El primero de ellos defendió el estudio de impacto ambiental, mientras que, el segundo, hizo serias observaciones al mismo. Luego, claro, para calmar las aguas, tuvo que decir que los problemas no eran insalvables.

A eso se agrega la decisión de Herrera de regresar de Cajamarca en un avión de la minera Yanacocha, hecho que fue duramente criticado.

La falta de unidad en el Ejecutivo también se evidenció cuando el ministro de Justicia, Francisco Eguiguren, criticó a la Policía por la detención del exemerretista Wilfredo Saavedra, y luego, cuando tuvo expresiones ambiguas frente al pedido de tregua militar planteado por el cabecilla senderista 'Artemio', que, dicho sea de paso, fue rechazado rotundamente por el ministro de Defensa, Daniel Mora.

El caso de la titular de Cultura, Susana Baca, es harto conocido. Desde un principio, ella había decidido cumplir con sus compromisos artísticos que había adquirido en el exterior y que alimentaron las críticas en su contra.Miguel Caillaux, de Agricultura, confesó, suelto de huesos, que el sueldo de ministro no le alcanzaba y que esperaba que las empresas en las que era accionista le prestaran plata. Otro cuestionado es Kurt Burneo, quien tiene fricciones con el sector pesquero y que también ha sido objeto de acusaciones periodísticas.