[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “La otra gran crisis” (Foto: USI)
[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “La otra gran crisis” (Foto: USI)

La ausencia de lluvias azota con especial virulencia a la sierra central y sur, con lo que amenaza cosechas y animales, y pone en jaque nuestra menguada seguridad alimentaria. Son 12 las regiones y más de 3 mil las comunidades afectadas con la peor sequía de los últimos 60 años.

Como consecuencia innegable del calentamiento global, enfrentamos tres temporadas sucesivas de La Niña. Este fenómeno, asociado a la bajada de temperaturas oceánicas, trastoca los patrones atmosféricos globales, y golpea distintas regiones del mundo. En el Pacífico Sur se asocia a la falta de precipitaciones, y lo contrario en la parte norte del continente.

La sequía ya viene causando estragos severos en los cultivos de papa, quinua, maíz y otros granos. Las pérdidas podrían superar la mitad de la producción, lo que genera escasez de alimentos y fomenta su carestía en los mercados. Las alteraciones también están diezmando los hatos de camélidos en parajes altoandinos, agravando la pobreza que afecta a buena parte de la población. Por si ello fuera poco, la sequía ha gatillado la proliferación de incendios forestales (más de 1,700 este año).

Los efectos de esta crisis van más allá del campo. La falta de lluvias compromete igualmente el abastecimiento de agua potable, no solo en las zonas afectadas, sino también en Lima y otros grandes centros urbanos de la costa. La carga de los principales reservorios apenas alcanza la mitad de los niveles esperados en esta época del año.

Otro sector de preocupación es el eléctrico, cuya capacidad de generación depende de las centrales hídricas (55% del total), buena parte de las cuales ya comienzan a acusar las consecuencias de la falta de precipitaciones.

No se puede responsabilizar al gobierno saliente por la sequía, pero sí por la imprevisión frente a un fenómeno que ya se anunciaba hace meses y respecto al cual actuó, como en otros muchos ámbitos, con notable improvisación, impericia y dilación.

Resulta, por tanto, imprescindible que la presidenta priorice el manejo de esta crisis, poniendo en marcha medidas de apoyo que eviten el colapso de nuestra pequeña agricultura. Recordemos que esta viene siendo zarandeada en paralelo por los injustificables retrasos en la compra de fertilizantes que mermarán la próxima cosecha.

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