Dice que en Argentina hay una sorpresa detrás de otra. ¿En cuál vamos?

En la cuarta. Si hubiésemos tenido esta entrevista hace un año atrás, habríamos pensado que quien despuntaba como futuro presidente era Horacio Rodríguez Larreta. Aparecía el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires como una figura muy relevante de cara a las elecciones. Sin embargo, luego se generó una interna dentro de Juntos por el Cambio, entre su sector más moderado y el sector un poco más extremo de Patricia Bullrich, más alineado con Mauricio Macri. Esto termina generando un doble efecto. Por un lado, la derrota de Horacio Rodríguez Larreta, quien queda situado en un centro desde el cual era difícil que se instalara. Y, por el otro, una victoria relativa de Patricia Bullrich, pero un fuerte debilitamiento de Juntos por el Cambio a manos de una figura muy potente, una figura emergente del descontento popular que hasta hace tres años era solamente un columnista de programas o panelista de televisión, que es Javier Milei. Él representa el descontento ciudadano respecto de una situación económica muy compleja, con niveles de inflación altísimos. Y se planta del otro lado de la casta política, teniendo un proceso de crecimiento que lo termina situando en primer lugar en las PASO. Con ello hubo una doble sorpresa: la sorpresa de la derrota de Horacio Rodríguez Larreta en manos de Patricia Bullrich, la sorpresa de la derrota de Juntos por el Cambio y la excelente performance que tuvo en esa instancia una fuerza política naciente como La Libertad Avanza. Hay que recordar que, a diferencia de Perú, en Argentina los partidos políticos son bastante más sólidos. La emergencia de un partido político, lejos de ser algo cotidiano, es algo llamativo en términos de poder competir con posibilidades para la presidencia.

La última sorpresa fueron las elecciones generales…

El discurso muy disruptivo de Milei, muy duro, muy agonal, contrastando con lo que él considera la política tradicional, lo que llama la casta, fue un limitante. Eso que le permitió un proceso de instalación muy rápida y una performance muy importante en las PASO le funcionó luego como un limitante para las elecciones generales, donde fue incapaz de ampliar su base de sustentación ciudadana. Esto sí lo logró el oficialista Unión por la Patria, sobre todo con la mayor asistencia a las urnas y el menor voto en blanco. Paradójicamente, llevando un candidato que, siendo ministro de Economía de una gestión enormemente discutida con casi 140% de inflación y un dólar desdoblado en una enorme cantidad de dólares paralelos, logra incrementar sus votos de manera sustancial y crecer más de nueve puntos. Massa salta de los 27 puntos que tuvo en las PASO a los casi 37. Tuvo casi 10 puntos más en las elecciones generales, lo cual lo deja ubicado en un muy buen lugar, aunque de ninguna manera un lugar definitorio de cara a las elecciones generales.

Milei sugería que muchos de esos 10 puntos venían del radicalismo o incluso de un ala de Juntos por el Cambio.

Si uno mira la aritmética electoral, eso podría ser discutible. Se incrementa fuertemente, en alrededor de siete u ocho puntos, el nivel de participación. La cantidad de votos de Milei sube. La cantidad de votos de Juntos por el Cambio baja en unos 900 mil votos, una cifra más o menos relevante. Pero lo importante es que suben mucho más tanto el peronista Massa como el peronista Schiaretti del Frente Renovador, que es una variación dentro del peronismo argentino. Entonces, es la gente que se incorporó y votó en las generales después de no haber votado en las PASO. Mi impresión de lo que sucedió es que ese discurso tan duro de Milei llevó a que, una vez que fue exitoso en las PASO, el ciudadano comenzara a mirarlo ya no como un emergente expresivo de aquello que sienten, sino como un potencial presidente. Y eso generó algún temor de parte de sectores que decidieron votar, aun con un gobierno con un nivel de imagen positiva de 20 puntos, por un ministro que saca casi el doble de votos. Gran paradoja: hay al menos 17 puntos de personas que tienen una imagen negativa del gobierno de Alberto Fernández y que, sin embargo, vota a su ministro Massa. Eso es llamativo. Normalmente, los gobiernos tienen una menor cantidad de votos que su imagen positiva. Y en la definición del voto hubo dos o tres elementos perjudiciales para Milei, porque son como acuerdos ciudadanos históricos. Primero, puso en duda que Las Malvinas son argentinas. Luego, la pelea con el Papa. Y, finalmente, la propuesta de que algunos padres puedan no hacerse cargo de sus hijos. Cosas similares dijo en la previa y no lo afectaron. Pero, una vez que terminaron las PASO, el ciudadano argentino empezó a mirarlo con otros ojos. Y eso mismo que le funcionó en su campaña exitosísima de instalación me parece que le generó límites a la hora de expandir su electorado, que es lo que se necesita en las elecciones generales. Y creo que eso también explica en alguna medida la movida del día posterior a las generales, donde intenta ampliar su base de sustentación, cosa que en términos estratégicos debió haber hecho antes. Pero, bueno, más vale tarde que nunca. Y por eso hace ese movimiento donde Mauricio Macri dinamita a Juntos por el Cambio y construye una nueva alianza con Milei de cara a las generales. Eso bajo la apuesta, porque es un laboratorio político, de que el macrismo podría darle a Milei eso que no tiene: percepción de potencial gobernante, técnicos y moderación en su discurso.

¿Hay nuevas encuestas sobre esta nueva alianza?

Un montón. Pero nada a lo que yo pueda anclarme para un análisis. Entiendo que Massa sale fortalecido en esta primera etapa. Massa tiene una campaña bastante más profesionalizada que la de Milei. Pero, claro, la situación de base económica y social de la Argentina plantea que, aun haciendo una potencial mala campaña, Milei le puede ganar a este gobierno. Faltan todavía tres semanas. Y tres semanas en la Argentina actual, en donde un día el dólar tiene un precio y al otro día tenés escasez de combustible y hay que hacer largas colas en las estaciones de servicio... Pueden pasar muchas cosas de acá al final de la campaña.

No hay que soslayar la red de clientelismo del gobierno.

A ver, los aparatos políticos funcionan en toda Latinoamérica. Pero ¿hasta dónde pueden llegar? Pueden llevar a una persona a que vote. No puede garantizar a quién va a votar. En esta etapa de política de 360 grados, donde todo es factible de ser visto, es muy difícil que el hecho de mostrar el voto no tenga filmaciones que luego aparezcan en las redes sociales y terminen siendo un búmeran. Yo entiendo que muchos dirigentes justicialistas habían deslindado de las PASO, pero los que quedaron se jugaron los porotos en estas elecciones generales. Es el caso de la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, con 38% del padrón. Mejoró enormemente la performance nacional y bonaerense del justicialismo. Pero este crecimiento se dio en todas las provincias, entre 5 y 12 puntos, aun en provincias dominadas por Juntos por el Cambio.

¿Es una elección entre el día a día y el largo plazo?

Yo creo que la pelea más fuerte acá es entre dos emociones negativas: la bronca y el miedo. Milei y Massa. El fenómeno Milei surge a partir de ese enojo. No fue un voto en blanco, sino el voto a una tercera fuerza política emergente en contra de estas dos fuerzas. La otra emoción es el miedo, el temor a lo desconocido, a las soluciones realmente radicales que modifican la situación actual. Y ahí engarzo con lo que dices. Uno puede sentir que la situación es mala, pero también teme que la situación futura puede ser peor. Milei plantea un sufrimiento en un futuro cercano. Massa, de manera bastante inteligente, plantea que se va a poder salir de esta sin que todo ese dolor sea necesario.

En el Perú de 1990 hubo dos candidatos: el exministro de Economía de un gobierno con hiperinflación y un Milei peinado que anunciaba un shock. Luego apareció Fujimori, que ganó prometiendo un no shock, pero igual hizo el ajuste.

Por ahí podría parecerse a Menem. Y creo que, además, son contemporáneos. Hubo modificaciones en los planteos de la campaña respecto de lo que después se hizo en el gobierno. Pero, paradójicamente, tanto la sociedad peruana como la argentina terminaron validando esa modificación apoyándola. Y Menem y Fujimori terminaron construyendo gobiernos muy sólidos, aun a partir de haber hecho algo distinto de lo que habían dicho en campaña. Eso se llama ‘legitimidad de ejercicio’: validar el liderazgo en el ejercicio del poder, haciendo cosas que no habían prometido pero que fueron bien vistas por la ciudadanía.

¿Por qué Dina Boluarte no tiene ‘legitimidad de ejercicio’? Contradijo el plan de gobierno, pero evitó una catástrofe.

Los niveles de aprobación de Boluarte son bajísimos para cualquier país. Mira, hay dos tipos de legitimidad: la de origen y la de ejercicio. Y después tenés tipos de representación. Entonces, uno puede ser representante en términos formales porque respeta los mecanismos constitucionales, pero hay un mandato. Hay algo que la ciudadanía pide y que se canaliza a través de una figura política. Lo que sucede en muchos países latinoamericanos, y en este caso en particular en Perú, es que no hay un respeto por ese mandato. En ese contexto, o se construye una nueva coalición de poder con grupos importantes que levanten en términos numéricos y políticos, y que hagan el soporte de ese nuevo mandato construido ya en gestión, o no existe. Con Boluarte me parece que todavía no ha sucedido eso. No hay un grupo numéricamente relevante que haya reemplazado a los que votaron por ella. No hay una base de sustentación del gobierno de Boluarte, más allá de algunos grupos puntuales.

¿Podría ganar alguien como Castillo en 2026 o antes?

Las sociedades son dinámicas. Lo que sucede y aplica en un momento uno tiende a creer se va a repetir. Es un error creer que lo que ya pasó va a volver a pasar. Históricamente, en los últimos años, en el Perú ha habido una división muy potente entre fujimorismo y antifujimorismo. Una división que ha sido un driver de votos de ciudadanos y de apoyos políticos. Creo que es saludable revisar a ver si sigue teniendo el peso que tenía, virtud de que la historia va modificándose. Ver si el clivaje fujimorismo-antifujimorismo sigue teniendo el peso que tenía. Tengo mis dudas respecto a eso. Creo que es probable que haya otros clivajes que han ido surgiendo y que deriven en las nuevas posibilidades electorales para figuras como, por ejemplo, Keiko Fujimori.

¿El momento más fuerte del clivaje fujimorismo-antifujimorismo fue la presidencia de Vizcarra?

Antes de la llegada de Vizcarra, con PPK.

¿Hace cuánto no trabaja en Perú? Dicen que es la mente tras los TikToks de Vizcarra.

Lo he escuchado. De hecho, un colega peruano me pasó algunos. Vi los TikToks de Vizcarra. Me parecen muy graciosos. No tengo absolutamente nada que ver con eso. Hay gente que fabula. Yo no estoy trabajando en el Perú hace ya bastante tiempo. No trabajo con Vizcarra desde julio de 2020, cuando se hizo pública mi renuncia. No me he peleado con él. Tengo una relación cordial con todos los políticos con los que trabajé en el Perú, aunque estén peleados entre ellos.

¿Con cuáles otros clientes se lleva bien?

PPK, Meche Aráoz… Yo conocí a Martín Vizcarra a través de Meche. Mantengo un diálogo. Siento aprecio por Meche, por Pedro Pablo y por Martín Vizcarra. Toda la cuestión que ha tenido que ver con ellos es un tema de ellos. Y entiendo que ninguno de ellos ha tenido un tema particular conmigo. Me lo han hecho saber. He leído las memorias de Meche y otras biografías, pero aún no leo las memorias de PPK. También estuve trabajando con la congresista por Cusco, Nelly Cuadros. Fue alumna mía en la universidad.

Ahora que no está ligado a Vizcarra, ¿qué opina de su rol político?

Hace unos meses asumí la presidencia de la Asociación Argentina de Consultores Políticos, cosa que me enorgullece porque fue por elección de los consultores del país. Y tenemos un código de ética. Dentro de ese código de ética tenemos ciertas restricciones para hablar de aquellos que fueron nuestros clientes. Básicamente, el consultor es una persona de consulta.

Es un confesionario…

Sí. Y está protegido por esa ley que debemos respetar. Te hago esta aclaración porque aplica a todos mis clientes. Es un tema de ética profesional. Ahora, puesto en perspectiva, mi sensación en términos generales es que en el Perú el nivel de judicialización de la política es extremo. Y no aplica únicamente al caso de Vizcarra. Aplica a Keiko Fujimori, Ollanta Humala, Alan García. Si uno se pone a mirar, el nivel de judicialización de la política es enorme. La política y la cuestión judicial están muy imbricadas en el Perú. Es un problema en Latinoamérica el lawfare. Pero en el Perú es más relevante que en ningún otro lugar. Tanto para Vizcarra como para otras figuras, sus posibilidades de reinvención política dependerán de cómo puedan resolver sus temas legales.

¿La inseguridad es otro clivaje? Quizás el tema más relevante en Perú y la región.

En Argentina también. La inseguridad es el segundo problema; aparece cada vez que se estabiliza un poco la economía. En toda Latinoamérica la inseguridad es un tema central. Y en política hay tres elementos: los temas, los atributos y el posicionamiento. Entre esos tres elementos circula el debate político. En esta última etapa, ante la temática de la seguridad, se ha fortalecido el posicionamiento punitivista muy por encima de la mirada de promoción social que asume que la inseguridad se combate reduciendo la desigualdad. Entonces, en América Latina, la gran mayoría está del lado del punitivismo. Los clivajes son importantes cuando hay mucha gente de un lado y del otro. Y por eso la inseguridad no es un tema que diferencia.

¿Qué pasará en Argentina?

Argentina tiene un nivel de indeterminación mayor que el resto de los países de Latinoamérica. Antes uno podía saber quién iba a ser el presidente entre dos figuras con dos o tres años de anticipación. Esto ya no sucede. En esto se asemeja un poquito más a Perú. Y así como hace unos minutos te dije que yo no descarto que Keiko pueda ser presidenta del Perú en las actuales circunstancias y, si el clivaje fujimorismo-antifujimorismo baja su nivel de potencia, en Argentina pasa lo siguiente. Massa tiene una campaña híper profesional. Milei es un candidato con mucha menos experiencia que ha salido muy golpeado. Pero hay un sustrato socioeconómico que permitiría que la elección sea mucho más ajustada de lo que uno podría suponer. No puedo dar un pronóstico de eso porque justamente creo que hay condiciones para el triunfo de ambas figuras.

¿Cómo podría ganar Keiko?

El clivaje fujimorismo-antifujimorismo era tan fuerte que casi cualquiera que estuviese al frente podía ganarle. Tengo mis dudas de si eso sigue funcionando. El principal problema que cometió fue buscar resolver en la campaña algo que debe resolverse en un proceso de reposicionamiento de marca previo. Como no lo hizo, fue cayendo en las mismas derrotas. Me da la sensación de que ahora está reconfigurando su imagen. Y si cae el clivaje, podría ser. No afirmo que vaya a ser, pero no la descarto, como sí en elecciones anteriores.

¿Hay un nuevo clivaje en Perú?

Sí me parece que, a partir de la experiencia Castillo/Boluarte, ha vuelto a aparecer el clivaje ideológico de izquierda-derecha, que nunca murió pero que estuvo personalizado. Es un anclaje más rico que tener anclajes contra figuras. Y el otro es el clivaje institucionalismo-antistitucionalismo. Creo que ambos clivajes juegan fuertes, estuvieron personalizados y ahora están en discusión de manera más pura y más clara.