Roberto Zariquiey se graduó en la Universidad Católica. Tiene un doctorado en Australia.
Roberto Zariquiey se graduó en la Universidad Católica. Tiene un doctorado en Australia.

Se graduó en la Universidad Católica. Tiene un doctorado en Australia. Ha sido investigador en el Collegium de Lyon, Francia, y también en el instituto Max Planck para la Antropología Evolutiva en Leipzig, Alemania. Hace poco más de un año fue elegido entre miles para investigar un proyecto propio en el centro de altos estudios Radcliffe, para Harvard, y ha escrito ocho libros, además de editar otros varios. Tiene interés en la poesía, aunque ahora sueña con escribir libros de divulgación sobre la Amazonía.

“Mis profesores en el colegio básicamente me auguraban la prisión”, dice riendo fuerte, como tratando de romper el hielo. Roberto Zariquiey es tímido, le da “roche” que lo entrevisten y más aún que le tomen fotos, pero entra en confianza cuando reflexiona sobre su vida de estudiante.

Cuenta que, cuando tenía 17 años y cursaba estudios generales, viajó a la comunidad shipiba de Puerto Betel para hacer un trabajo de voluntariado. Hasta ese momento no había sido buen alumno, pero la conexión fue tan grande que hasta eso cambió. “Todo está envuelto en magia. Fue un viaje determinante en mi vida”, asegura.

Los niños le comenzaron a enseñar palabras, los adultos lo bautizaron con el nombre de “Korin Rawa”, algo así como ‘el valioso’, y supo de pronto que ese era su camino. “Yo no sabía nada antes de ese viaje; de hecho, yo tenía todos los prejuicios que alguien puede tener sobre la Amazonía. Pensaba que era toda igual, que era un bosque sin diferencias cuando la palabra clave para entenderla es ‘diversidad’. Cuando regresamos a Lima, lo único que quería era volver”.

La mamá de Roberto quedó viuda muy joven. Tuvo que trabajar entonces de sol a sol y aun así tuvieron premuras económicas: “A mi mamá le costaba sacar adelante a cuatro hijos y, sin embargo, lo logró. Mis hermanos y yo acabamos el colegio, estudiamos en la universidad y hoy en día tres de ellos viven en el extranjero y yo estudié Lingüística para volver a la Amazonía. La motivación de mi vida era esa”.

¿Cómo llegas desde allí a proteger las lenguas amazónicas?

Al principio quería estudiar Literatura, de hecho quería ser poeta, pero, luego de esa primera visita, regresé varias veces y viví bastante con los shipibos. Comencé a tener el sueño de escribir una gramática. Me di cuenta de que la Amazonía nos habla, eso lo dicen las personas que se relacionan con ella y yo he llegado a tener en algunos momentos sensaciones muy claras de que eso no es descabellado.

¿No se trata de un lenguaje como cualquiera que podamos conocer?

Todo parte de la visión de la vida de los pueblos amazónicos, que se basa en una idea: la diferencia entre lo humano y lo no humano es relativa. Para un amazónico todo tiene vida, todo tiene agencia, todo tiene voz, todo tiene perspectiva. Bajo esa mirada no solo tú ves al jaguar, el jaguar también te ve a ti. Y no solo él, también los pájaros, los ríos, las piedras y todas estas entidades tienen lenguajes y comprensión.

¿Tendríamos los peruanos que acercarnos más a la Amazonía?

77% del territorio peruano es Amazonía. En realidad, el Perú es más un país amazónico que andino. Creo que deberíamos conocer lo que pasa, las problemáticas y, sobre todo, aprender a respetar la diversidad lingüística y cultural porque los problemas de la Amazonía son problemas de la humanidad. Todas estas cosas que tienen que ver con cambios en el clima o con el agua pueden tener respuestas desde la Amazonía que tiene un conocimiento enorme sobre la salud, espiritualidad y medio ambiente, pero no los escuchamos.

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No los entendemos…

Chana trabaja con lingüistas porque busca revitalizar estos idiomas, pero la idea de la transmisión intergeneracional de las lenguas es generar espacios también en la transmisión de conocimientos.

¿De cuántas lenguas amazónicas estamos hablando?

La cifra oficial que reconoce el Estado peruano es de 44 y 48 lenguas indígenas en total. Muchas son lenguas habladas por 500 personas y peor, 8 de ellas tienen menos de 10 hablantes y se encuentran en una situación terminal. Generalmente cuando una lengua cuenta con tres o cinco que la hablan, suelen ser personas mayores, con una salud muy frágil y en situación marginal.

¿Qué tan integrado está este proyecto con el Estado?

Hay poca presencia del Estado. Desde mi experiencia hay mucho abandono y, cuando surgen emergencias, la ayuda termina dándose de forma privada y no te digo empresas, sino personas que ponen su dinero.

¿Es una invitación a la empresa privada?

Es algo que quisiéramos hacer desde Chana. Somos un grupo de investigación afiliado a la Universidad Católica que es muy responsable, con un acompañamiento financiero y administrativo muy fuerte. Trabajamos con lingüistas, pero también con ingenieros informáticos porque una de las apuestas es acompañar estos procesos con desarrollo tecnológico en estas lenguas minoritarias del Perú.

¿Hay cierta frustración en la poca importancia que se les da a estos temas?

Lo que me da fuerza es que las mismas comunidades están interesadas en conservar sus idiomas, en que las lenguas indígenas se queden con nosotros. Hay muchos individuos admirables que merecen todo nuestro apoyo, para esto y para proyectos sociales complementarios en la zona.

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