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Redacción PERÚ21

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Roberto Lerner,Espacio de crianzahttps://espaciodecrianza.educared.pe

Tercer cumpleaños. Momento solemne en que se descubren los regalos. En el suelo, rodeado de paquetes abiertos, juguetes y papeles desgarrados. Escena paleolítica: un miembro del grupo con la presa recién cazada, desgarrado entre la satisfacción anticipada de su hambre y la violenta decisión de no dejar que nadie se acerque a ella. Los demás observan con miradas inequívocas, a la espera de cualquier descuido y enloquecidos por la envidia.

Los padres dirigen su atención a la escena. Pesado silencio. El agasajado no deja que ninguno de sus pares se acerque, desplegando actitudes inamistosas. El dueño de casa comienza a sentirse inquieto y ansioso. Están pensando que en casa no enseñan valores, son egoístas.

Trata un pedido simple: "¿Por qué no les das alguno de tus juguetes?" Respuesta negativa. Intenta razonar: "Hoy tú das, cuando sea el cumpleaños de otro amiguito, te van a dar". Nada que ver. Oferta de recompensa: sorpresa, otro regalo, golosina, a cambio de altruismo. Ningún efecto. Amenaza: "no vamos al club el domingo". No cede. Desenlace: le quita algunos juguetes y los reparte. Victoria pública pero derrota privada: imagen, expectativas de otros adultos, autoestima, autoridad, irrespeto por el mundo interno del niño y su evolución, la configuran.

¿Cómo enseñar a compartir si no se permite poseer? La experiencia de la propiedad es anterior a la de dar, y forzar a dar sin compartir resuelve un problema de imagen pública, pero no es una experiencia educacional. Comentar acerca de lo lindo que es tener regalos y la dificultad de dejar que otros los agarren hubiera sido más adecuado, una victoria privada aunque derrota pública.