Una cosa de locos
Una cosa de locos

En una entrevista hace casi 20 años, el periodista Jaime Bayly le preguntó al expresidente y entonces candidato Alan García si estaba loco. Pero probablemente la locura se encontraba en quienes, 16 años después de que García dejara el país arruinado, volvieron a votar por él. Esa locura que muchas veces roza con el masoquismo es la que representa al electorado peruano.

Los peruanos dicen estar en contra de la corrupción; sin embargo, en muchas ocasiones incurren en actos corruptos. Tal vez porque se piensa que sobornar a un policía o a un alcalde no tiene un efecto tan nocivo como que el presidente reciba sobornos de una multinacional, o tal vez porque, como dice el dicho católico, se perdona el pecado, pero no el escándalo. Un ejemplo fue Fujimori, sobre quien llovieron innumerables denuncias por corrupción durante diez años, y, aun así, la población lo apoyó por haber cerrado el Congreso y exterminado a los “políticos tradicionales”, y no fue hasta que aparecieron los vladivideos cuando recién la población se indignó. Otro ejemplo es el expresidente Vizcarra, quien probablemente será el candidato congresal con mayor votación. Durante su gobierno se rodeó de ministros cuestionados; sectores como economía, salud y seguridad ciudadana estaban en una pésima situación, y todo ello sin contar las graves denuncias de corrupción que pesan sobre él. Pero, al igual que Fujimori, el haber cerrado el Congreso “obstruccionista” generó que la población le perdonase todo, e incluso justifique que el Perú sea el país que peor manejó la pandemia a nivel mundial y se culpe a los propios ciudadanos.

Parece que, como dijo Diego Balbi, protagonista de Los últimos días de La Prensa: “El Perú es como la Casa Matusita: un lugar embrujado donde los que se quedan se vuelven medio locos”.

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