Tic toc TC. (Foto archivo El Comercio)
Tic toc TC. (Foto archivo El Comercio)

Un huracán político se ha desatado en el Congreso de la República ahora que el nombramiento de los nuevos miembros del Tribunal Constitucional (TC) ha quedado sobre la mesa de debate en el especial contexto de la pronta revisión del hábeas corpus presentado por la defensa legal de Keiko Fujimori y de la importantísima relevancia que pronto tendrá el colegiado a la hora de determinar la legitimidad constitucional del pedido hecho por el presidente Vizcarra para adelantar las elecciones.

La situación, como parece ya costumbre, se ha polarizado a tal punto que hay dos bandos claros: aquellos que creen que el TC no puede ser elegido por este Congreso por su falta de legitimidad y la politización del proceso y quienes esgrimen que el Congreso está en perfectas condiciones de elegir a los nuevos magistrados del TC y que este no solo es un derecho, sino un deber del Parlamento.

A esto agregan que la elección de cada miembro es estructuralmente política: los elige el Congreso, que es político por excelencia.

Los dos bandos tienen algo de razón: efectivamente nadie puede negarle al Congreso su campo de acción jurisdiccional. El desprestigio o la opinión que recogen las encuestadoras no es ni vinculante ni relevante para el poder conferido a este Congreso por los electores.

Lo anterior, sin embargo, no implica que el momento y la celeridad del proceso levanten varias cejas de suspicacia. ¿Por qué ahora? ¿Por qué no se inició el trámite en noviembre cuando el presidente del TC, Ernesto Blume, convocara al Congreso para hacerlo?

En el medio de ambas posiciones estamos, una vez más, los ciudadanos condenados al vaivén del enfrentamiento político que se sublima en inoperancia absoluta y que nos tiene hundidos en la incertidumbre nuestra de cada día. Ya nadie tiene idea de quién será presidente del Perú en un año. Y necesitamos inversión extranjera. ¿Compra, casero?