FOTO: LINO CHIPANA / EL COMERCIO
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Hacer política en nuestro país y hacerlo institucionalmente es complicado. Además de lo desprestigiada que está la política partidaria, esta es una actividad que toma mucho tiempo, dedicación, perseverancia, horas de lectura y estudio. En ocasiones los proyectos no se consolidan, los partidos se dividen, pero también se hacen alianzas, acuerdos y estos se hacen sobre la base de decisiones colectivas, luego de larguísimas horas de análisis.

El camino de la política institucional está lleno de debates, de intercambio de ideas, contrastación de opiniones, afirmación de posiciones; eso es necesario, es positivo, porque cada conclusión y cada decisión será madurada para el bien del proyecto y de nuestro país.

La política es un ejercicio colectivo, de grupo, donde la individualidad se deja de lado porque estamos pensando en el país, en el nosotros. En la política institucional no debe existir el yo soy, eso debe dejarse para los programas de televisión de concursos de artistas.

En pocos meses serán elecciones generales y elegiremos a una persona para que conduzca los destinos del país, pero esta tarea es tan enorme y delicada que no puede estar centrada en una persona, sino en un proyecto político de largo aliento, donde un partido tendrá que fiscalizar a su representante y responder por ello.

No elegiremos a un monarca que luego de recibir el voto del pueblo hará lo que quiera, o lo que soñó la noche anterior, o lo que el oráculo le indique; deberá seguir un programa y cumplir con lo que propuso en la campaña; responder a la gente por esas propuestas y pensando siempre desde el colectivo.

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