Dos jugadores de la selección peruana figuran en el once ideal de sudamericanos que jugaron el Mundial Rusia 2018. (Foto: Getty Images)
Dos jugadores de la selección peruana figuran en el once ideal de sudamericanos que jugaron el Mundial Rusia 2018. (Foto: Getty Images)

Regresamos más pronto de lo esperado, dijo Gareca, pero el Mundial fue bueno para el país. Futbolísticamente, el equipo ganó respeto. Para los que tuvimos la suerte de asistir, fue increíble ver a rusos con camisetas y banderas peruanas en Ekaterimburgo, Saransk y Sochi, o a los 2,000 franceses escuchando los cánticos peruanos tras la derrota.

El fútbol ha revelado varias formas de promocionar la “marca país”. La hinchada no jugó, pero aportó a la imagen e hizo sentir local al Perú. La camiseta, una de las más lindas del Mundial. El pueblo y el entrenador ruso nos adoptaron como amuletos. “Rusia”, gritaba la barra peruana en Sochi, despidiéndose del país anfitrión.

Cuando ves a los jóvenes cantar “Contigo Perú” y soltar lágrimas o gritar goles peruanos, comprendes que algunos valores están sembrados.

El penal de Cueva cambió el curso del Mundial. Si anotábamos, era posible un triunfo. La pésima ejecución nos obligó a sacar un resultado ante Francia.

Perder un penal tras 36 años es mucho para un equipo con tres oportunidades de gol por partido. Otros también fallan; Cristiano, Messi, pero sus equipos crean 10 o 12 opciones. El partido con Australia no era por puntos, aunque ese país los necesitaba para clasificar. Fue por el honor. Era necesario ratificar el respeto que estábamos ganando y validar la continuidad del proceso que tendría más posibilidades de sostenerse con un triunfo. No era suficiente la mejor barra sin ganar un partido ni goles, el Mundial no es un concurso de barras.

El proceso debe continuar y su sostenibilidad es el reto; la transformación del fútbol peruano. Queremos que Gareca siga, este equipo es su hechura. Ello permitiría aspirar a mejores resultados de cara a Qatar 2022.

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