[Opinión] Richard Arce: ¡Llegó el momento de la calle! (Foto: Julio Reaño / @photo.gec)
[Opinión] Richard Arce: ¡Llegó el momento de la calle! (Foto: Julio Reaño / @photo.gec)

Después del mensaje a la nación del presidente Castillo, a medianoche, se ha llegado al límite de la condescendencia ciudadana con un gobierno inepto y corrupto que, una vez más, muestra sus miserias. Un ejemplo de ello es la improvisación y la informalidad de la medida draconiana de obligarnos con un toque de queda, sin planificación ni previsión, que afecta sobre todo a los sectores más vulnerables de la gran urbe de Lima y Callao.

Parecía inverosímil escuchar al presidente que, mediante decreto, pretenda contener la conflictividad social que ya se había desbordado y que en estos momentos es incontrolable por todo lo que viene aconteciendo en el país; Castillo no se dio cuenta que esta medida, más bien, ha activado a la ciudadanía para movilizarse como un acto irreverente y de protesta contra su gobierno.

Lo real es que la marcha del día de ayer, en todo Lima, ha sido contundente en el mensaje simbólico de insurgencia pacífica frente a la pretensión del Ejecutivo de imponer medidas restrictivas de las libertades individuales y ciudadanas.

No existían argumentos para declarar la inmovilidad obligatoria, ni las condicionantes para decretar una medida propia de un estado de sitio; por todo ello, se configuraría una infracción constitucional del presidente y su Consejo de Ministros al haber avalado este despropósito.

El Congreso ha pretendido desmarcarse de la ineptitud del gobierno, pero ya está embaucado por la complicidad y la aquiescencia en cada uno de los despropósitos de Castillo y la pretensión de perderse en discusiones bizantinas mientras el país arde, como la improductiva reunión de ayer que solo confirma que se tienen que ir juntos.

Esto no termina aún. Al contrario, empieza el proceso de transición de poder porque ya no tiene futuro esta gestión gubernamental. La salida tiene que ser constitucional y, sobre todo, pacífica. Tal vez es demasiado pedir a la clase política, pero la responsabilidad histórica del momento le da una última oportunidad para que esté del lado correcto para defender los intereses de la patria.