Todo a media luz | Foto: Presidencia Perú
Todo a media luz | Foto: Presidencia Perú

La revelación de Cuarto poder ha puesto al descubierto la peligrosa intención del presidente Pedro Castillo de dirigir el país fuera del marco legal y constitucional, a escondidas, en la penumbra de la nocturnidad, transgrediendo, como coinciden todos los expertos, las leyes de transparencia.

Se trata de una falta gravísima por lo que pueden implicar esas reuniones clandestinas que ha pretendido mantener alejadas del escrutinio público hasta que ese periodismo que tanto asusta al oficialismo las ha puesto al descubierto. Ahora sabemos la razón.

¿Por qué decide tener una agenda paralela de citas evitando deliberadamente que pueda quedar registro alguno de ellas? ¿Por qué no convocó a esos negociantes, funcionarios, congresistas y ministros a Palacio de Gobierno? ¿Qué pretende esconder? ¿Qué tipo de tratos, disposiciones, negociaciones o negociados se gestan detrás de la puerta de la casa ubicada en el pasaje Sarratea, en Breña?

Las respuestas seguramente irán saliendo a la luz en el transcurso de los días, pero es imposible saberlo pues el señor Castillo ha decido mantenerse de espaldas a la verdad, al negarse también a dar conferencias de prensa o entrevistas.

Pero, según la ley que regula la Gestión de Intereses en la Administración Pública, los funcionarios con capacidad de decisión, entre ellos el presidente de la República, tienen el deber de registrar las reuniones que puedan sostener tanto con otros funcionarios como con privados. Están prohibidos de atender actos de gestión de intereses fuera de la sede institucional.

El objetivo, desde luego, es que los actos que rigen la gestión pública sean transparentes para la ciudadanía, pues es la mejor manera de lidiar con la corrupción que, como sabemos, opera siempre aprovechando los compartimentos estancos del Estado y bajo un manto de oscuridad para ocultar ilícitos, cuando no crímenes mayores, como los que ocurren en dictaduras, peores o similares a las que vivió el Perú con Alberto Fujimori y su operador Vladimiro Montesinos moviendo los hilos desde las sombras.

Sin embargo, ya se echó a rodar la rueda de la verdad: veremos hasta dónde llegarán las investigaciones. La democracia es incompatible con conductas presidenciales como las que el Perú acaba de ser testigo.