"Además, deberían entender que la realidad de El Salvador es totalmente distinta al Perú y que se pueden recoger algunas experiencias exitosas para reducir la criminalidad, pero eso está muy distante a emularlo". (Foto: Reuters)
"Además, deberían entender que la realidad de El Salvador es totalmente distinta al Perú y que se pueden recoger algunas experiencias exitosas para reducir la criminalidad, pero eso está muy distante a emularlo". (Foto: Reuters)

Estos días se ha puesto de moda el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, después de que el premier, el presidente del Poder Judicial, congresistas y también el alcalde de Lima lo han estado utilizando de supuesto paradigma en seguridad ciudadana y que quisieran emular en el Perú.

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A esta ola se ha sumado el pensamiento Milei, que también resuena en diferentes espacios de oficiosos simpatizantes de la derecha y extrema derecha del país, que ven con ilusión que el Perú podría tener un candidato disruptivo y malcriado para solucionar mágicamente todos los males del país.

Tanto ha sido la desfachatez que se le ha escuchado a varios de los conspicuos líderes del fujimorismo, como Martha Chávez, Guerra García y hasta Rosangella Barbarán, comparando y sobredimensionando a Fujimori, hasta elucubrar que el sátrapa de los noventa se equipara a la suma de varios Bukeles y Mileis.

En el colmo de sus delirios, pretenden negar la realidad de que Fujimori está preso por corrupto y violador de los derechos humanos. Ahora se entiende por qué pretenden reescribir la historia en el Congreso, con la edición de libros para niños y adolescentes, donde se ensalza la figura de Fujimori y se pretende justificar el autogolpe de Estado del año 1992, mostrando como si hubiera sido una necesidad y justificando una irrupción en nuestra democracia.

Regresando a Bukele, habría que recordarles a nuestros políticos que, primero, se dejen de estar haciendo demagogia, que muestran solo una faceta de un gobierno seriamente cuestionado por la violación de los derechos humanos y su pretensión de reelegirse, sabiendo que la Constitución salvadoreña lo prohíbe.

Se tiene que enfrentar a la delincuencia y el hampa en las calles. Además, se tiene que ser firme en la lucha contra estas organizaciones criminales, pero todo en el marco de la ley.

Además, deberían entender que la realidad de El Salvador es totalmente distinta al Perú y que se pueden recoger algunas experiencias exitosas para reducir la criminalidad, pero eso está muy distante a emularlo; si no, terminarán como el alcalde López Aliaga, que ahora niega haber ofrecido el plan Bukele y hace el ridículo.

Si no, recordemos una frase memorable del amauta José Carlos Mariátegui, que decía que ni calco ni copia, sino creación heroica, para emprender cualquier política pública responsable.

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