No son pocos los padres que se preguntan qué hacer para que sus hijos lean. La lectura ha sido la salvación de mucha gente, no son pocos los escritores que comentan que aprender a leer les salvó la vida. La lectura prolonga la vida, no en el sentido temporal, pero sí nos permite vivir vidas que no son las nuestras, nos permiten desarrollar empatía y poder vivir aventuras que, de otra manera, sería imposible vivirlas. Cuando leemos Viaje al centro de la tierra de Julio Verne, Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll o La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson nos adentramos en aventuras maravillosas desde la comodidad de nuestro propio rincón.

Algunos piensan que la aparición de las pantallas negras destruirá la afición por la lectura (también se dice lo mismo de la inteligencia artificial). Sin embargo, la literatura siempre ha sabido sortear la dificultad de los soportes. Esto está bien documentado en El infinito en un junco de Irene Vallejo. La literatura ha sobrevivido a las piedras, a los papiros, al cine y sobrevivirá a las pantallas negras. Es más, este texto ha sido escrito a través de una. Los libros electrónicos son de fácil acceso y cada vez son más consumidos.

Me gusta pensar que la literatura sobrevive porque, a pesar de que es individual en la lectura, es el lector quien termina de completar el trabajo del narrador. Todos podemos leer el mismo libro, pero interpretarlo y sentirlo de manera distinta. Samanta Schweblin mencionó en una entrevista, a raíz de la película sobre su novela Distancia de rescate, que es una mentira que el cine es más visual que la literatura porque cuando uno lee, el lector recrea las imágenes en su mente, abre un abanico de posibilidades que no existe en el cine.

Allí radica la importancia de la literatura. Si el lector es un niño, será capaz de desarrollar su torrente creativo, de sentir empatía por cientos de personajes maravillosos y crear películas dentro de su cabeza. Es recomendable que, mientras el niño aún no sepa leer, los padres hagan el ejercicio de contarles cuentos. Es impresionante la capacidad que tienen los niños para guardar en su cabeza historias. Pero, y esta es una advertencia para los papás, tengan cuidado con el sistema educativo.

Los planes lectores de las escuelas suelen estar mal elaborados, buscan que el niño lea clásicos o adaptaciones de los clásicos. Terminan espantando a los chicos de la lectura. Durante la secundaria los harán recitar de memoria los poemas de Vallejo o parte del monólogo de Segismundo, no les enseñarán a sentirlos. A los chicos, y esto lo respondí en alguna entrevista, se les tiene que dar en la yema del gusto, se les debe promover la lectura en aquellas cosas que son de su interés. En algún momento, si son buenos lectores, llegarán a los clásicos. Es comprensible que a la mayoría de mis compañeros de colegio no les guste leer, si en el mismo nos prohibían leer Harry Potter y nos obligaban a leer El diario de Ana Frank.

Por favor, no obligue a leer al niño. La lectura es algo que se aprende por curiosidad o por osmosis. Leer es un acto de libertad ¿Acaso no fueron cientos los prisioneros en campos de concentración que prefirieron leer a comer? Si se obliga a leer, lo más probable es que se pierda el gusto. Pero lo más importante es el aprendizaje por osmosis, ese es un método infalible. Si quiere que el niño aprenda a leer debe facilitarle una biblioteca en casa. No existe nada más estimulador que un aparador lleno de libros desconocidos. Umberto Eco menciona que la biblioteca se trata, sobre todo, de libros por leer, a los que uno puede llegar por curiosidad. El niño va y curiosea y aprende con el ejemplo. Eso sí. Si los padres no leen, menos lo hará el hijo.

TAGS RELACIONADOS