En el acceso al agua, se genera una situación perversa en la cual quienes menos tienen deben pagar mucho más por el agua que compran de camiones cisterna y, además, se hallan expuestos a enfermedades por la falta de agua potable y de conexión a la red de alcantarillado, dijo Teullet (FOTO:GEC)
En el acceso al agua, se genera una situación perversa en la cual quienes menos tienen deben pagar mucho más por el agua que compran de camiones cisterna y, además, se hallan expuestos a enfermedades por la falta de agua potable y de conexión a la red de alcantarillado, dijo Teullet (FOTO:GEC)

Dos noticias recientes mostraron los problemas estructurales en nuestro país: el lamentable fallecimiento de Nano Guerra García nos obligó a mirar el precario sistema de salud y el anuncio de un corte de agua, por parte de , a pesar de que solo fue un tema de mala comunicación, hizo que se discutiera el problema de la falta de agua y saneamiento de una parte importante de la población de Lima.

En ambos casos se trata de fallas en la provisión de servicios por parte del Estado. En el caso de Sedapal, se suma la discusión respecto al rol de la empresa pública ya reiterado hace algunas semanas por las pretensiones de Petroperú de continuar recibiendo y desperdiciando recursos del Estado en una aventura empresarial que no tiene sentido y que hace tiempo debió terminar (y ojalá hubiera sido antes de la construcción de la refinería de Talara).

En el acceso al agua, se genera una situación perversa en la cual quienes menos tienen deben pagar mucho más por el agua que compran de camiones cisterna y, además, se hallan expuestos a enfermedades por la falta de agua potable y de conexión a la red de alcantarillado. Y a ese mayor riesgo de enfermar tenemos que sumar la falta de servicios de salud oportunos, adecuados y gratuitos… y así se vuelven a encontrar nuestros dos temas.

A diferencia de Petroperú, que tiene competencia privada, el abastecimiento de agua es un monopolio natural, en este caso a cargo de una empresa pública que precisamente adolece de todos los males de casi todas las empresas públicas que hemos tenido o tenemos: no se le exigen los estándares que sí se pedirían a una empresa privada, los cargos directivos son asumidos por personas afines o allegadas al gobierno y no por competencia profesional, las tarifas muchas veces no reflejan el costo del servicio y el servicio es deficiente o se necesitan subsidios. Sin embargo, si se hiciera la consulta, la gran mayoría de la población se pronunciaría en contra de la privatización de la empresa. Estamos dispuestos a perdonar a la empresa pública cosas que no toleraríamos si el servicio lo brindara una empresa privada.

En cuanto a los servicios de salud, ya sabemos que las postas médicas, que deberían ser la primera instancia a la que se recurre, no tienen ni el personal ni el equipamiento necesario para brindar atención. Se trata de dinero, sí, por supuesto. Pero antes incluso se trata de capacidad de gestión. Y en esto entra nuevamente a tallar la descentralización, uno de los mayores males que se le han ocasionado al Perú: cuando se le reclama al gobierno nacional, este dice que es responsabilidad de los gobiernos regionales y locales y estos últimos son, casi siempre, inoperantes.

Conseguir cita para ser atendido en un hospital suele demorar meses y, si se logra, le sigue el problema de la adquisición de medicamentos que, por supuesto, no están disponibles en la farmacia del hospital y tienen que ser adquiridos fuera.

¿Cuántas otras noticias negativas tendremos que escuchar poniendo de manifiesto las fallas estructurales que tienen nuestras instituciones?

Lo peor del caso es que, en un par de semanas, se tratará de “noticias de ayer”… y todo seguirá igual…

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