[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “Desafíos de la transición”. (Foto: iStock)
[OPINIÓN] Pablo de la Flor: “Desafíos de la transición”. (Foto: iStock)

La evolución negativa de los principales minerales asociados a la transición energética y la caída en la cotización de las empresas dedicadas a su producción, podrían dar pie a pensar que el fenómeno transformativo del que los analistas y futurólogos tanto nos han hablado en los últimos años constituye otra temeraria predicción frustrada. Nada más lejano de la realidad.

Para entender esta situación, conviene no confundir el corto con el mediano y largo plazo. El desempeño desfavorable de estos meses se explica por la ralentización del crecimiento y la incertidumbre en torno los programas de ajuste de los países desarrollados; y la marcada desaceleración económica china.

Este último fenómeno resulta especialmente importante en atención al voraz consumo minero que mantiene el gigante asiático (la mitad de nuestras ventas de cobre). Se trata, empero, de una afectación temporal que solo impacta la demanda en marginal. Es decir, no es que China vaya a necesitar menos minerales que antes, sino que el ritmo con el que sus requerimientos aumentan, es menor como consecuencia de la ralentización de su PBI.

En consecuencia, no estamos frente a cambios estructurales que alteren los fundamentos de la transición energética, proceso cuya marcha resulta inatajable.  Con las tendencias actuales se proyecta un crecimiento de 50-70% en la demanda mundial de cobre el próximo quinquenio, con un déficit esperado de 10-15% de la oferta. Esto evidentemente se traducirá en precios bastante más altos y mayores ingresos para nuestro país.

Ocurre lo contrario con hidrocarburos. Si bien la cotización de petróleo ha experimentado un repunte importante en las últimas semanas (el crudo se cotiza por encima de los $90 el barril), la Agencia Internacional de Energía (IEA) estima que la demanda global alcanzará su pico antes de 2030.  Es decir, estamos al principio del final de la era de los combustibles fósiles.

De hecho, la inversión global en energías renovables viene experimentando un crecimiento exponencial en respuesta al cambio climático. La transformación productiva de China, que está abandonando las industrias pesadas por otras más sofisticadas y menos intensas en el uso de energía, también es parte importante de esta historia.

Dos son entonces los grandes desafíos que nuestro país enfrenta. En primer término, y como ya he señalado desde esta misma columna, debemos desplegar nuestros mejores esfuerzos por construir un entorno facilitador que permita atraer las grandes inversiones que el mundo requerirá para expandir la producción de los metales de la transición energética.

También resulta fundamental hacer lo propio en el sector energético. Nuestras reservas de gas natural han estado cayendo, sin ser repuestas, debido a la falta de inversiones en exploración. Ocurre algo más dramático con el sector petrolero, donde nuestra producción sigue por debajo de su pico y las exploraciones están prácticamente paralizadas, a pesar del gran potencial de nuestras cuencas. Si no nos apresuramos a extraer los recursos de nuestro subsuelo, corremos el riesgo de que esos depósitos se conviertan en activos varados, sin mayor valor comercial.

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