"Palabras devaluadas, sin consistencia, que generan un estado masivo de indignación pasiva que se evidencia en el desprecio ciudadano por sus autoridades". (Foto: Jorge Cerdan / @photo.gec)
"Palabras devaluadas, sin consistencia, que generan un estado masivo de indignación pasiva que se evidencia en el desprecio ciudadano por sus autoridades". (Foto: Jorge Cerdan / @photo.gec)

Mientras dedos acusadores, claro está, no impolutos, apuntan una vez más a , cuya palabra se devalúa cada día más, el país sigue detenido y deteriorándose.

A casi 11 meses de instalado en Palacio de Gobierno, de decenas de cambios ministeriales, dos intentos de vacancia, y otra en camino, de designación de funcionarios por cuotas partidarias o gremiales, es evidente que el único objetivo es su sobrevivencia política. ¿Y el país? Que se lo coma el que esté en el entorno del poder de turno. La competencia por el mismo interés lo comparte el Congreso, en el que se evidencia mucha finta, poco seso, ignorancia y vulgaridad, que sirven para mantener el statu quo. Que todos griten, que nada cambie, para que se queden todos. El presidente y el premier juegan a que sí, a que no, sobre la Asamblea Constituyente como “solución mágica” para afrontar los graves problemas del país ante la ineptitud de ambos en el manejo de gestión; y los congresistas, con juego propio, se visten de colores, dicen que son los “verdaderos representantes del pueblo” y, al final, no colocan los intereses del pueblo peruano sobre los propios.

Palabras devaluadas, sin consistencia, que generan un estado masivo de indignación pasiva que se evidencia en el desprecio ciudadano por sus autoridades. Lo que sí es evidente es que el gobierno, en su retórica, seguirá apelando a la división entre peruanos en nombre de lo que para ellos es “el pueblo”, lo que puede servirle de respuesta política barata; sin embargo, la evidencia nos indica que hay más pobres, más hambre, que el Perú no está creciendo, que no se están aprovechando los buenos precios internacionales de los metales, que hay serias resistencias para nuevas inversiones, que hay serios retrocesos económicos y peores perspectivas para la empleabilidad formal. En otras palabras, con solo palabras inconsistentes, el pueblo no come ni se educa y menos se desarrolla.