"Y, en medio de acciones que fijen reglas claras y den estabilidad para un clima que aliente la inversión y a partir de eso se genere trabajo y ahorro, hay también tareas impostergables, como combatir la anemia, sin excusas".
"Y, en medio de acciones que fijen reglas claras y den estabilidad para un clima que aliente la inversión y a partir de eso se genere trabajo y ahorro, hay también tareas impostergables, como combatir la anemia, sin excusas".

El 28 de julio me gustaría escuchar un mensaje con soluciones concretas, que nos dé ilusión, norte y esperanza. Sin embargo, hay demasiada desconfianza. Está presente el canto de la hoy presidenta clamando por justicia y eso contrasta con su silencio por las muertes de su gobierno. Eso que genera impunidad también revela incoherencia. Es difícil pretender que alguien confíe en su palabra; solo le quedan los actos y recuperar credibilidad, no se hace por ley. La presidenta enfrenta las consecuencias de sus decisiones y acciones, su falta de legitimidad por lo que hizo cuando fue vicepresidenta y ministra, y lo que dejó de hacer cuando asumió legalmente la presidencia. Pudo jurar devolver al país una democracia de verdad y hacer una transición para evitar dictaduras que concentren el poder o intereses subalternos que se lo repartan, y ha preferido pretender quedarse, sosteniendo la incertidumbre, sobre la base de acuerdos en los que se privilegian los intereses por el poder y no por el Perú. Pero puede decidir cuándo acaba.

Mientras tanto, debe asumir compromisos concretos que resuelvan algunos de los problemas. El primero y más urgente es no hacer de comparsa de un Congreso que retrocede en garantía de derechos, blinda la corrupción y socava la institucionalidad y el equilibrio de poderes. Observar la autógrafa que plantea un imposible en la colaboración eficaz es una forma de hacer lo mínimo.

La autoridad nacional de infraestructura es importante; el reglamento indispensable y cómo se garantiza que el querer hacer vaya de la mano con el saber hacer también lo es. Hay que saludar que se cierren brechas de infraestructura en nuestro país con caminos, accesos, agua y pedir que se haga con eficiencia, que se fije un proceso que no admita paralización de obras ni corrupción y que esté dirigido por los mejores.

Para gestionar con eficiencia y honestidad el aparato estatal, hay que empezar por reconocer que cada vez hay menos buenos gestores públicos por la politización en los nombramientos, la alta rotación y la falta de transparencia. Se requiere una decisión y el presupuesto y autonomía necesarios para darle a Servir el rol que siempre debió tener. El presente depende de convocar a los mejores, el futuro de capacitar a más funcionarios y garantizar carrera pública.

Y, en medio de acciones que fijen reglas claras y den estabilidad para un clima que aliente la inversión y a partir de eso se genere trabajo y ahorro, hay también tareas impostergables, como combatir la anemia, sin excusas. Es inmoral no hacer nada.