[OPINIÓN] Joaquín Rey: “Retroceder una década” (Foto: Facebook del  World Food Programme)
[OPINIÓN] Joaquín Rey: “Retroceder una década” (Foto: Facebook del World Food Programme)

Una noticia que ha pasado desapercibida esta semana es el preocupante retroceso que ha sido reportado en la lucha contra el hambre en Perú. En el Índice Global del Hambre, elaborado por la fundación alemana Welthungerhilfe en alianza con otras organizaciones internacionales, en 2022 el Perú ha obtenido un puntaje de 17.7, el mismo que se obtuvo hace una década. Es decir, en 10 años no hemos hecho ningún progreso como país en esta materia.

Este indicador mide una serie de variables, como ingesta calórica, retraso en el crecimiento infantil y mortalidad infantil para 121 países. Un puntaje más elevado refleja un desempeño más pobre, y cualquier puntaje por encima de 20 es considerado como “grave”.

¿Cómo es posible que en este periodo, en el que se ha producido crecimiento económico y notables mejoras tecnológicas y de conocimiento, no hayamos realizado ningún avance? Es cierto que los efectos de la pandemia implicaron un retroceso considerable y, más recientemente, los shocks externos e inflación han jugado un rol. No obstante, sufrimos también la indolencia y ausencia de una estrategia coherente y sostenida en el tiempo para resolver el problema del hambre.

El costo de la desnutrición en sus diversas formas es elevadísimo para los individuos y la sociedad en su conjunto. Un menor malnutrido no solo tendrá una salud deteriorada, sino también un menor logro educativo y productividad laboral. Esta condición en los primeros años de vida significa una condena permanente.

No hacen falta soluciones sofisticadas ni grandes reformas para enfrentar este desafío. Está probado que lo más efectivo son programas de apoyo directo durante periodos determinados a las familias vulnerables. Nuestro país ya cuenta con un Sistema de Focalización de Hogares sólido que permite identificar a la población en situación de riesgo. Para llegar a ellos, más eficiente y rápido que la distribución directa de alimentos son las transferencias de dinero. La efectividad de las transferencias directas ya ha sido probada en el Perú con el programa Juntos, una estrategia que existe hace cerca de 20 años, pero no se ha actualizado, potenciado y profundizado lo suficiente.

No puedo pensar en un objetivo de política pública más urgente que el de eliminar el hambre en el Perú. Pero claramente no podrá haber avances en la medida en que tengamos un Ejecutivo que cambia de ministros cada semana, entidades públicas que pierden a sus mejores funcionarios, y un presidente cuya única prioridad parece ser sostenerse en el poder para evitar líos judiciales. Si las cosas siguen así, las futuras generaciones pagarán una factura muy cara.

Sin plan de contingencia

Lamento profundamente la pérdida de vida de dos bomberos en el accidente que se produjo el viernes en el aeropuerto Jorge Chávez. Este trágico suceso, además de entristecernos, debe llamar nuestra atención sobre el déficit de infraestructura aeroportuaria del país.

El incidente supuso la cancelación de los servicios del aeropuerto por casi 24 horas, y el redireccionamiento inmediato de varios vuelos que estaban por aterrizar en Lima al momento del suceso. Esto último puso en evidencia que no contamos con aeropuertos regionales que ofrezcan una alternativa de contingencia. De hecho, uno de los aviones que había sido redirigido a Pisco no aterrizó porque el capitán consideró que no existían las condiciones logísticas necesarias. A ello se sumó el problema de la ausencia de controles migratorios en estos aeropuertos.

Lo mínimo que se puede esperar de un servicio tan fundamental como la infraestructura aeroportuaria es la existencia de planes que permitan responder ante emergencias de esta naturaleza. Mucho por hacer.

VIDEO RECOMENDADO

Jorge Medina