[OPINIÓN] Jaime Bedoya: El imbécil de la playa. (Midjourney/Perú21)
[OPINIÓN] Jaime Bedoya: El imbécil de la playa. (Midjourney/Perú21)

Algo tiene de bendita el agua salada. Rebautiza y regenera la armonía perdida por el tedio del día a día. Sobre esta propiedad curativa reposa el concepto básico de las vacaciones. Demandarle felicidad al paisaje. Entre ellos, al marino.

Igual, hay gente inmune al simple asombro de un cambio de panorama. Habitan entre nosotros. Son personas a las que ni el más favorable de los condicionamientos revierte su predisposición de incordiar vidas ajenas. Esta infelicidad voluntaria los lleva al camino sin retorno de la infelicidad consumada.

Cuando uno de estos personajes se establece dentro de los parámetros de un escenario marino, es que se configura la figura irreversible y puntual del imbécil de la playa.

Todos conocemos a alguno. Son aquellos individuos exentos de la posibilidad de ser siquiera temporalmente dichosos bajo el sol. Son los pelmazos que arruinan el mejor descanso y estropean la más fácil de las vacaciones.

Recién comenzaba el año y todas las bienaventuranzas imaginarias que el cambio estacional traía consigo se enfrentaron a un ejemplo tristemente inmejorable de uno de estos negados para la coexistencia amable. Su nombre es Mauricio Oviedo y es el primer imbécil de la playa de este año.

El desafortunado evento que lo consagra como tal es público. En una remota playa de Tacna, ahí donde comienza la patria, una familia se acerca a la playa El Planchón para pasar juntos y relajados el primer día del año. En la arena hay varios toldos hechos con troncos de bambú y esteras. La preciada sombra que estos generan es el refugio sensato para una familia donde hay gente mayor, y hasta un niño.

Hasta que llega el imbécil de la playa.

Un sujeto más bien sobrealimentado que robusto, premunido de un teléfono celular que ostenta como autoinculpatoria herramienta de imaginario poder, empieza a insultar a esta familia por haber hecho lo impensable: estar sentados bajo lo que el imbécil de la playa considera su sombra.

Una confluencia de consideraciones confirma que estamos en presencia de un perfecto imbécil. La más elemental de ellas apunta que hay varios toldos libres y vacíos en esa playa vacía. Es decir, la sombra alcanza hasta para las gaviotas, cangrejos y muimuyes hastiados del calor.

Dicho eso, hay un problema de origen: está prohibido levantar toldos permanentes en playas públicas.

Pero lo más burdo de su grosería es la idiotez implícita: la sombra, como región oscura que se forma cuando un objeto opaco bloquea la luz, se trata de un fenómeno físico y, como tal, no tiene dueño. Adjudicarse su propiedad es tan imbécil como pensar que la fuerza de la gravedad o el congelamiento del agua podrían tener dueños.

Solo con estas observaciones ya tendríamos una definición blindada del imbécil de la playa. Pero un par de agravantes más lo postulan a una categoría superior de necedad.

La naturaleza de los insultos de Oviedo a la familia en la sombra es de carácter racial y clasista. Hay que ser realmente estúpido para agriarle un pacífico día familiar de playa a unos desconocidos vomitándoles encima complejos sociales de provincia. Creer en la superioridad racial del marrón claro sobre el marrón oscuro, o cualquier variante epidérmica de un debate así de ocioso, es una confesión sincera de insignificancia espiritual.

Discriminar, además de estupidez, es un delito, flagrancia que solo un imbécil al cubo graba con su propio celular. Luego del insulto, agregándole barbarie a la miseria, le lanza una patada al adulto mayor que está sentado, fracturándole el maxilar y volándole cuatro dientes. La impúdica miseria humana en todo su triste esplendor de cobardía y violencia.

Hay dos mujeres que avalan esta conducta. Ambas indefendibles. Una de ellas, en bikini, empieza a desmontar el toldo a lo Sansón, como diciendo ahora sí les quito nuestra sombra. Al hacerlo, un tronco le pasa rozando la cabeza al niño que observaba traumado esta primitiva agresión a su familia. La otra es una mujer que por su venerable edad debería tener la vergüenza suficiente para no volver a pisar una playa después de lo que dice a los agredidos en tono de amenaza superior:

Escucha bien quién te ha hablado.

Ni Dios mismo a sus más fieles siervos les habla así.

Este es el imbécil de playa que tristemente ha inaugurado el verano 2024.

Prepárense: no será el último.

Perú21 ePaper, y pruébalo gratis.


TAGS RELACIONADOS