(Foto: Andina)
(Foto: Andina)

Las investigaciones por corrupción al presidente y su entorno han permitido conocer con detalle la manera en que se gestionan muchas obras municipales, lo que no solo implica el problema de la corrupción y el sobreprecio, sino que en muchos casos significa que la obra no sirve: no hay agua o el colegio no funciona, en los casos que hemos visto.

Sería una ingenuidad pensar que no hay muchos casos similares; en todo caso es más probable la hipótesis de que es tan usual este tipo de prácticas que el entorno presidencial no anticipó los problemas en que se estaban metiendo, dada la visibilidad que genera el cargo.

La cantidad de candidatos con denuncias de todo tipo (hay que felicitar a Kuskachay por el buscador fichados:) y sus corruptógonos, que permiten ver en cada distrito si hay o no denuncias contra distintos candidatos y esperar que la gente vote bien. Pero hay un tema adicional que debería discutirse y es la composición del Concejo Municipal.

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La regla hoy es que todo alcalde, así haya sido elegido por un voto adicional sobre sus contrincantes, tiene la mayoría del Concejo asegurada. O sea, el Concejo no controla ni fiscaliza nada. Tradicionalmente se ha justificado esta regla diciendo que es para permitir que el alcalde pueda gobernar sin problemas. Eso casi equivale a decir que el Concejo está por las puras. Y si tenemos preocupación por mejorar la representatividad de la política y la necesidad de construir ciudadanía, es natural que sea en el gobierno local en que se inculque cómo debe ser la relación entre autoridad y ciudadanía, con rendición de cuentas y debate sobre los problemas y prioridades de la zona. Si no logramos que el ciudadano se sienta representado en su gobierno local, menos vamos a lograr que lo sea en el gobierno nacional.

La cultura de la autoridad en el Perú y América Latina en general es vertical y de poca rendición de cuentas, incluso esa palabra no engloba todo lo que el término accountability implica. El uso de los recursos por los alcaldes es, lamentablemente, muchas veces de un despotismo nada ilustrado.

La regla de mayoría fija en el Concejo debería cambiarse por una similar a la que se viene proponiendo para mejorar la representatividad del Congreso: circunscripciones más pequeñas, y en los municipios sí podría intentarse que sean uninominales. No hay razón para que se generen Juntas Vecinales, el Concejo debería ser la Junta Vecinal. Cada persona debería saber perfectamente quién lo representa en el Concejo. Debería haber dos vueltas si no se logran mayorías claras, al igual que en gobiernos regionales, y el Concejo debería elegirse proporcionalmente, en segunda vuelta, para facilitar la gobernabilidad, pero también el control. El Concejo es para poner el ojo del vecino sobre el alcalde y levantar la ceja y alzar la voz cada vez que algo no pinte bien o huela raro. No hay mejor escuela de ciudadanía que los problemas esenciales que la que ocurre en pequeña escala, con temas cotidianos y personas a las que se le puede hablar caminando unas cuadras e interactuando en el día a día. Lograr que la municipalidad rinda cuenta y el alcalde no se crea un reyezuelo es una base fundamental de la democracia. Elijamos los alcaldes lo mejor que podamos, pero sin un Concejo que los obligue a rendir cuentas y considerar las prioridades de todos, vamos a seguir teniendo escándalos de corrupción y malos manejos.

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