[OPINIÓN] Diego Ato: “Había una vez un LGBTI+”. (Foto: Emojipedia)
[OPINIÓN] Diego Ato: “Había una vez un LGBTI+”. (Foto: Emojipedia)

Por Diego Ato, analista de IPL

Cuando alguien quiere contar un hecho o una ficción debe decidir cuál será su inicio. Esto es clave tanto para captar la atención del público como para establecer el punto de partida desde la cual se ordenará el resto de la estructura narrativa y la secuencia de ideas que se desea transmitir. Así se crean los relatos de los libros, las series y películas; se preparan las notas de la prensa escrita, audiovisual y digital; y los discursos de los políticos y activistas. Todo es contado por alguien, como cuando los conservadores y antiderechos intentan dominar las historias sobre las personas LGBTI+.

Es repetitivo. Se han vuelto lugares comunes, puntos de discusión trillados cuando los políticos y otros actores conservadores y antiderechos se interesan por hablar de las personas LGBTI+. Siempre eligen los mismos temas desde los cuales iniciar la conversación para fortalecer estigmas o menospreciar las urgencias de este grupo de personas y evitar avanzar en el reconocimiento de sus derechos.

La primera idea para evitar siquiera el debate es la empática frase: “Hay demandas más urgentes y reales como el trabajo, la seguridad, los servicios, etcétera”. Esta posición a veces incluso viene de supuestas personas a favor de la defensa de los derechos LGBTI+ que afirman tener un amigo gay para usarlo como una especie de carné de aliado.

No importa la discriminación hacia estas personas y que el 63% de ellas manifiesten haber sido víctimas de algún acto de discriminación o violencia (INEI—Primera Encuesta Virtual para Personas LGBTI, 2017). Tampoco que el 8% de la población peruana se identifique como no heterosexual (Ipsos—I Encuesta Nacional de Derechos Humanos, 2019) porque para ellos siguen siendo una minoría despreciable.

Si esta falacia no logra su efecto, los antiderechos barajan otros temas como el interés de las mujeres trans en las competencias deportivas. Para ellos, las personas acomodan su identidad de género en tanto que puedan conseguir algún tipo de ventaja de la misma. Claro, ¿quién no desearía exponerse a la violencia en el hogar, la escuela, el trabajo o en cualquier espacio público por ganar algunas medallas olímpicas?

Para ellos, mejor ignorar los seis transfeminicidios que se conocieron los primeros meses del año en el país. Entre estos casos, el de Ruby Ferrer (30), víctima de cobro de cupos de una mafia de proxenetas y cuya muerte quedó grabada en un video por su propio asesino. A los conservadores no les sirve recordarla porque va contra su postura de que ellas luchan por privilegios.

Recientemente, los autodenominados profamilia han intentado convencer de que detrás del cambio de color del logo de las empresas al arcoíris por el mes del orgullo hay una agenda progresista que busca deformar los valores de los niños. Al mismo tiempo, siguen negando los derechos a las familias homoparentales en el país.

Recientemente, el congresista Alejandro Muñante de Renovación Popular decidió pronunciarse sobre el tuit de Lisa Kenna, la embajadora de Estados Unidos, en la que se tomaba una foto con el defensor del Pueblo, Josué Gutiérrez. ¿Qué le incomodaba al congresista? ¿Quizás que Gutiérrez sea un antiderechos LGBTIfóbico? No. Tanto le molestó que la diplomática utilice la palabra “todes” que incluso la amenazó: “(…) tenga cuidado con la imagen que proyecta en nuestro país”.

Las personas LGBTI+ y sus verdaderos aliados deben continuar trabajando para que las historias de las personas LGBTI+ sean contadas por ellos mismos y con honestidad. Así se evitará que la narrativa de los antiderechos desvirtúen las historias LGBTIQ+.

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