[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Té quiero”. (Foto: Lenin Tadeo / @photo.gec)
[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Té quiero”. (Foto: Lenin Tadeo / @photo.gec)

A finales del sigo XVII el té se puso de moda entre la aristocracia inglesa. Era una excentricidad, entre otras cosas, porque lo podían pagar. Era carísimo traerlo desde la India. Cuando se abarató, se hizo popular en toda Inglaterra y en sus colonias en América. En 1767, Inglaterra había ganado la Guerra de los Siete Años, pero estaba en bancarrota. Pusieron un impuesto al té. Los ingleses de las colonias protestaron, se sintieron americanos, se vistieron simbólicamente de mohicanos, los pobladores originarios y, en el puerto de Boston, la noche del 16 de diciembre de 1773, tiraron al mar toneladas de té. Tres años después declararon su independencia. El Motín de Boston pasó a la historia como el derecho a la rebelión, mucho antes de la Revolución Francesa. Pero el detonante no fue el impuesto, nadie recuerda cuánto fue. Tras el impuesto, se creaba un monopolio de comercio para la Compañía Oriental de las Indias, los mercaderes locales perderían sus negocios y la recaudación fiscal serviría para salvar la quiebra de las empresas inglesas. La rebelión se genera cuando las gentes sienten que han perdido algo, que lo quieren recuperar y que el Estado no les sirve para eso. Lo pueden hacer independizándose como los americanos o revolucionando el país como los franceses.

¿Qué han perdido los peruanos que protestan? La renuncia de la presidenta y el adelanto de las elecciones son la parte más superficial del problema, como el impuesto al té. Sospecho que la verdadera causa es más profunda y antigua. Recojo algunas muestras. En Ica, en lo que es el Barrio Chino, viven los trabajadores agrarios mejor pagados. Pero no hay agua, ni saneamiento, ni postas médicas. No es una ciudad, sino un caótico aglomerado urbano. El índice de niños violados o quemados en accidentes domésticos crece, porque no hay cunas ni nidos para cuidarlos cuando las madres van a trabajar. En Lima, los casos de extorsión han crecido en 64%. Si no pagas cupos, te asesinan junto a tu familia, como a Israel San Román, a plena luz del día, en La Marina con Riva Agüero. Sin un Estado eficaz, el sufrimiento y el miedo producen frustración y, luego, violencia. Si me preguntan qué han perdido los peruanos, diría que es la dignidad. Y, claro, eso lo aprovechan los criminales de la economía y de la política. Pero echarles la culpa oculta las causas de la protesta y, como suele pasar, no facilita la solución.

El problema es que la violencia ha crecido tanto que no es posible procesar el conflicto para dialogar y pactar. Hay tal cólera que cada quien quiere el 100% de su posición, nada para el otro. Llorente & Cuenca lo llama la adicción a los extremos, la droga de una sociedad polarizada. El riesgo es que, como toda adicción, reclama más y más. Al final, el liderazgo será copado por los extremistas. Así no vamos a ninguna parte, hemos tenido dictaduras de derecha y terrorismos de izquierda y sabemos cómo termina eso. Por estrategia, la derecha debiera ayudar a la izquierda moderada, para que venza a los grupos neosenderistas que hoy parecen dominar. Viceversa, la izquierda debiera ayudar a la derecha liberal para que venza a los grupos ultraconservadores que hoy tienen el liderazgo. Eso requiere que aprendamos a ceder, para que el moderado del otro lado tenga éxitos políticos. Es una manera de poder elegir al futuro adversario, porque si perdemos mejor que el que el que gobierne sea un moderado. Mientras tanto, cuidar las instituciones, porque si se desprestigian más, el Estado será un inútil total. Hemos superado otras crisis, esta también si entendemos la causa de la protesta y la aliviamos, no con dinero sino con dignidad.

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