[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Lobo, ¿estás?”. (Midjourney/Perú21)
[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Lobo, ¿estás?”. (Midjourney/Perú21)

Carrusel es un drama musical. Billy tiene que robar para mantener a Julie y a la hija que esperan, pero muere al caer sobre su propio cuchillo. Años después, su alma regresa para acompañar a Louise, su hija, cuando se gradúa de bachiller. Le canta: camina, camina con esperanza en tu corazón, y nunca caminarás sola (“You never walk alone”). Doris Day y Elvis Presley la hicieron popular en los Estados Unidos y Gerry and the Peacemakers en Inglaterra. En 1963 los hinchas del Liverpool la incluyeron entre sus cánticos. Se convirtió en himno en abril de 1989, en la catedral de Sheffield, en el funeral por los 96 hinchas muertos en la tragedia del estadio de Hillsborough. Se la cantaron a Cristiano Ronaldo en 2022, durante un partido con el Manchester, cuando murió uno de sus mellizos. El antecedente es un salmo cristiano de 1841: Cerca, mi Dios, de Ti (Nearer, my God, to Thee). Otra letra, pero dice lo mismo. Los coros la eligen, seguros de que ayuda a ganar concursos por la emoción que lleva. Andre Rieu la incorporó a sus conciertos y la gente, claro, llora. La tocó también Wallace Hartley, la noche del 14 de abril de 1912, mientras el Titanic se hundía. La gente aún no entendía la tragedia, pero el violinista se las cantaba. Caballeros, fue un honor tocar con ustedes, hasta siempre. Su cuerpo sería recuperado dos días después.

Si cree que nuestro Titanic es la política, andamos mal. Es verdad que en política somos un desastre: que Kuczynski, que Vizcarra, que Merino, que Sagasti, que Castillo, que Boluarte y el que venga. Hay crisis, no tenemos partidos, no hay oferta de calidad, nadie capaz quiere cargar con el muerto y, aunque se pide adelanto de elecciones, no hay a quién elegir. Sin embargo, no es la política lo que nos está matando, sino la economía criminal. En “Las economías criminales y su impacto en el Perú”, Ricardo Valdés, Carlos Basombrío y Dante Vera dan cuenta de que producen más de 7,500 millones de dólares, como el 4% del PBI. El narcotráfico clásico “apenas” produce 600 millones. Lo nuevo son la esclavitud (o trata de personas) que produce más del doble y la minería ilegal que produce más del cuádruple. Completan la lista el tráfico de terrenos, la tala ilegal, el contrabando, la pesca ilegal y la piratería. Para crecer deben eliminar al Estado. Primero lo corrompen y, cuando no pueden con coimas, asesinan. Miren lo que está pasando en Ecuador. Guayaquil se ha convertido en el gran puerto de exportación de droga, y esa “prosperidad” ha traído asesinatos políticos. Van este año César Farachio, candidato a alcalde de Salinas (enero); Oscar Menéndez, candidato a alcalde de Puerto López (febrero); Agustín Triago, alcalde de Manta (julio); y Fernando Villavicencio, candidato a presidente (agosto).

La economía criminal también se internacionaliza; lo de Ecuador es obra de bandas vinculadas a los cárteles mexicanos de narcotráfico. También compiten por territorio, pero no bajo las reglas del mercado, sino del sicariato y la extorsión. Allí está el Tren de Aragua, megabanda nacida en la cárcel de Tocorón (Venezuela), exportada a la región con la migración, fusionando bandas locales. En Perú empiezan a aparecer territorios liberados, donde el Estado ya no manda, como en Puno (minería ilegal, contrabando), en Loreto (tala ilegal), en Madre de Dios (minería ilegal, trata de personas) y valles en Ayacucho (Vraem, narcotráfico). Cuidado que puede llegar a las ciudades (tráfico de terrenos, piratería). En las zonas liberadas, el riesgo no es que te roben, sino que mueras por una bala perdida en la guerra entre cárteles. Mientras tanto, nuestros fiscales se entretienen con las migajas de corrupción que la economía criminal infiltra en la política, olvidando el inmenso poder económico y militar que está adquiriendo. Como en toda guerra que se va perdiendo, hay que recuperar territorios. En esta en especial, hay que recuperar Estado. Las próximas elecciones serán la batalla decisiva, no entre derecha ni izquierda, ni entre pobres y ricos, sino entre el bien y el mal.

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