[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Así no es pues, señorita”. (Midjourney/Perú21)
[OPINIÓN] César Luna Victoria: “Así no es pues, señorita”. (Midjourney/Perú21)

Te hierve la sangre cuando te roban, no por el dinero que se llevan, sino por la humillación que te dejan. Un día, caminas de memoria por una calle tranquila, navegando por redes. Luego, un golpe suave, bien dado, hace que sueltes el celular. Lo recoge un hombrecito, más bajo y más flaco que tú. De un puntapié lo mandarías a volar. Te sonríe. Te enseña el revolver que esconde en la cintura. Te hace la señal de silencio. Tranquilo se monta en la moto que llega con su compinche. Al rato, reaccionas, activas el protocolo para anular claves de cuentas bancarias y tarjetas de crédito. Luego lanzas los mayores insultos contra el hombrecito. En ese robo, digamos, se fueron mil soles. Pero hay veces en que has perdido mucho más. Como cuando compras cosas por el doble de su precio, o te matriculas en cursos que no valen la pena, o reservas entradas a conciertos a los que no vas, o dejas olvidada la billetera en borracheras. En tales ocasiones pierdes más dinero del que te robaron, pero eres complaciente y te perdonas. Lo grave no es que pierdas dinero. Lo terrible es que se te haga costumbre, porque el derroche te lleva a la miseria.

Algo parecido nos pasa como país. Mire usted: los ingresos fiscales (nuestro salario nacional) es de 211 mil millones de soles, un 21% del PBI. Gastamos (eso es el presupuesto) un 24% de PBI. Así que, de arranque, tenemos que asumir deuda por la diferencia de 3% de PBI. Todos los años tenemos déficit y deuda. Aun así, nuestra deuda acumulada es de 34% del PBI, la más baja de la región. Eso nos permitirá tomar más deuda para cubrir emergencias. Cuando los bancos dicen que nuestro “riesgo país” es bajo, no están mirando el desmadre político en que andamos; solo se refieren a que tenemos capacidad para pagar deuda. Esa es la parte buena; la mala se la cuento. La Contraloría estima que la corrupción nos roba el 12% de los ingresos fiscales. Eso es mucho dinero y nos revienta. Pero eso, así de grave, es lo de menos. Como para el Ministerio Público todo es lavado de activos y para la Contraloría todo es corrupción, para no andar metidos en desfiles judiciales, los funcionarios se protegen haciendo nada. No extraña pues que, a puertas del fenómeno de El Niño (FEN), apenas se haya devengado el 9% de lo presupuestado. Hay dinero, pero igual las ciudades se inundarán por desborde de ríos, los pueblos serán arrasados por huaicos y los animales y las cosechas morirán de sequías y heladas. Se pierde dinero por robo, pero mucho más por no saber gastarlo.

Para peor, hay otros problemas. Después del último FEN en 2017 se creó la Reconstrucción con Cambios. Desde entonces se han sucedido nueve jefes, con una estadía promedio de nueve meses per cápita. Esa rotación parece broma y, como se ve, garantiza el fracaso. Otro problema mayor: hay 700 unidades que ejecutan el presupuesto a nivel nacional, 500 a nivel regional y casi 2,000 a nivel municipal, con competencias que se cruzan y se estorban. Así, hace tiempo que el Perú dejó de ser una república unitaria y no llegamos a ser todavía un país descentralizado. Somos apenas una improvisación, con cada una de esas unidades ejecutoras como un micropoder, que pintan bien en un organigrama, pero que son fatales por ejecutar el presupuesto con discrecionalidad, sin control, sin coordinación, sin preparación y sin continuidad. La corrupción roba mucho dinero, pero la ineficiencia, además de mucho más dinero, nos hace perder tiempo y democracia, porque las necesidades sociales no se alivian y la gente se subleva porque no aguanta más. Quien aspire a gobernar deberá tener la responsabilidad de sustituir esa telaraña por un esquema más eficaz de ejecución presupuestal. Tendrá que despedir funcionarios desfasados, capacitar a los nuevos, remunerarles mejor y garantizarles estabilidad, como en cualquier carrera pública que se respete. Pisará callos, destrozará mafias, ganará enemigos, soportará protestas, gastará su capital político y no será amado. Es lo que tendrá que pagar para que el país funcione. Y tendremos que apoyarlo.

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