"No se requiere mucha imaginación para saber que el bloqueo de vías estratégicas, de las que dependen millones de peruanos, desencadena violencia, subida de precios, escasez de bienes esenciales, desempleo y aumento de crímenes". (Foto: EFE/Aldair Mejía)
"No se requiere mucha imaginación para saber que el bloqueo de vías estratégicas, de las que dependen millones de peruanos, desencadena violencia, subida de precios, escasez de bienes esenciales, desempleo y aumento de crímenes". (Foto: EFE/Aldair Mejía)

Es una experiencia singular vivir en provincia y consumir medios nacionales. Es vivir en un estado de disonancia constante, ya que marca la agenda y el sentido de urgencia, indistintamente, de lo que ocurre en tu contexto local.

Mientras la prensa “nacional” relativiza la protesta según lo que pasa en la capital, en provincia nos sentimos cada vez más cerca al borde del caos y la anarquía. Además del centralismo mediático, hoy nos pasa factura la falta de infraestructura, lo que nos convierte en blancos vulnerables al bloqueo de vías (aunque, valgan verdades, la pésima gestión de autoridades locales comparte responsabilidad).

Desde diciembre, en Arequipa, entrar y salir de la ciudad es una lotería, con un aeropuerto intermitente y con largas horas de espera para intentar salir por carretera, cada vez más expuestos a actos de

Cusco, que deberá lidiar con el colapso absoluto del turismo, también tiene con casi nula cobertura nacional. En Puerto Maldonado, delincuentes controlan todo lo que entra y

Estamos a la merced de grupos cada vez más abiertamente criminales pues es buen negocio cerrar accesos y lucrar con la desesperación civil, que lo único que quiere es moverse libremente.

Deben primar las vidas por encima de cualquier indicador económico, pero el bloqueo también es mortal, aunque de forma menos mediática: está en , en , en familias vulnerables separadas y en el lento pero constante deterioro en la salud mental de los sitiados.

No se requiere mucha imaginación para saber que el bloqueo de vías estratégicas, de las que dependen millones de peruanos, desencadena violencia, subida de precios, escasez de bienes esenciales, desempleo y aumento de crímenes que, tarde o temprano, cobrarán más vidas. Una protesta no puede ser pacífica si negocia con vías que son, literalmente, vitales.