“Con la inflación, los más pobres son los más afectados, la moneda se desvaloriza ante los bienes; se compra menos productos con la misma cantidad de dinero”.
“Con la inflación, los más pobres son los más afectados, la moneda se desvaloriza ante los bienes; se compra menos productos con la misma cantidad de dinero”.

La actual es global, generada por un contexto externo, incentivada por aspectos internos, agravada por desastres naturales y paralizaciones que afectaron la cadena de suministros y la infraestructura básica. En los 80, Perú sufrió un espiral inflacionario que destruyó el poder adquisitivo de la moneda, afectando la capacidad de compra de la población. Con la inflación, los más pobres son los más afectados, la moneda se desvaloriza ante los bienes; se compra menos productos con la misma cantidad de dinero. Todo cuesta más, reduciendo capacidad adquisitiva e ingreso real, afectándose el consumo. La inflación desbocada menoscaba el poder adquisitivo y deteriora la macroeconomía, haciendo necesario aplicar paquetes de ajustes dolorosos e impopulares.

Ante la inflación, las empresas reducen gastos, deudas, inventarios y la contratación de personal; obtienen menos utilidades y trasladan mayores costos al consumidor.

La inflación global es sostenida por el aumento de precios en energía y agravada por la guerra Ucrania vs. Rusia, con sobrecostos logísticos y de transporte. El incremento en tasas de interés pretende desacelerar la economía para reducir la inflación, quitando presión sobre el consumo para detener la subida de precios. Es peligroso caer en políticas extremadamente contractivas, generando estanflación (inflación más recesión).

Tras 26 años, Perú tuvo una inflación anualizada de 8.7%; alimentos subiendo casi 20% en 22 meses. La inflación, reduce la capacidad de compra, afectando más a familias que destinan mayor parte de ingresos en transporte y alimentación, sin margen para atenuar dicho impacto.

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