A menos que Netanyahu logre fragmentar el apoyo de miembros de partidos de derecha a este gobierno, este será un milagro político que solo podía ejecutarse, señala el columnista. / POOL / AFP).
A menos que Netanyahu logre fragmentar el apoyo de miembros de partidos de derecha a este gobierno, este será un milagro político que solo podía ejecutarse, señala el columnista. / POOL / AFP).

Luego de las elecciones de marzo de este año, en que Netanyahu y su partido Likud obtuvieron 33 escaños de los 120 del Parlamento israelí –muy por encima del segundo lugar de Yair Lapid y su partido de centro, Yesh Atid (Hay Futuro), con 16–, el camino parecía fácil para que el primer ministro –lo ha sido por más de una década– se mantuviera en el poder. Sin embargo, Netanyahu no lo logró porque dos partidos nacionalistas, cuyos líderes se opusieron a participar en un gobierno con él, mientras confronta juicios por tres casos de corrupción y por la desconfianza que se ‘ganó’ cuando fueron ministros de él, y le tocó a Lapid el turno de intentar formar gobierno en lo que parecía un saludo a la bandera.

Con solo 16 escaños, llegar a 61 o más, con partidos ultraortodoxos, nacionalistas y árabes, implicaba que Lapid debía hacer un milagro para impedir un quinto proceso electoral en poco más de dos años, pero los milagros aún ocurren y Lapid convenció a partidos de izquierda (pacifistas y socialistas moderados) para sumarse en un gobierno de unidad nacional con partidos de derecha (proconstrucción de asentamientos en Cisjordania y liberales en cuanto a políticas económicas), con la participación, por primera vez en la historia de Israel, de un partido árabe islamista y se formó un gobierno de unidad nacional que deja a Netanyahu fuera del poder.

¿Cómo lo logró? Ofreciendo rotarse en el puesto de primer ministro con el derechista Naftali Benet, quien ocupará los primeros dos años el cargo. Dejó su ambición de lado y creó el primer gobierno de coalición de Israel con un partido árabe y partidos ideológicamente muy disímiles. Para los palestinos, probablemente no haya cambios, pero Israel podrá depurar sus instituciones y la polarización creada por años de gobierno de Netanyahu.

A menos que Netanyahu logre fragmentar el apoyo de miembros de partidos de derecha a este gobierno, este será un milagro político que solo podía ejecutarse gracias a un estadista.

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