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Redacción PERÚ21

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Ricardo Vásquez Kunze,Desayuno con diamantesSi hay algo que es cien por ciento seguro en cualquier teoría de la conspiración es que, al final, la verdad nunca se sabe. Desfilan en escena personajes y hechos con un millón de relaciones y dos millones de interpretaciones que se van ensanchando a medida que el tiempo pasa hasta que cualquier cosa es posible y, por lo tanto, todo puede ser verdadero o falso.

Para quienes quieren tapar algo es un negocio redondo pues, aunque la teoría abarque también el hecho que se quiere tapar, éste queda subsumido en un cúmulo de otros "destapes", por lo general uno más estrafalario que el otro, apelando al innato espíritu de la novelería humana. Así, al final del camino, nadie termina sabiendo nada y todos sospechando todo. De eso se trata la "teoría de la conspiración".

La última semana ha sido pródiga en "conspiraciones". El diario La República, siguiendo la línea trazada por el Presidente en su entrevista con la colega Patricia del Río en RPP, ha destapado por entregas una "conspiración policial" contra el Jefe del Estado y su gobierno. Policías corruptos –teoría oficial del Presidente de la República con relación a las responsabilidades del escándalo López Meneses– habrían urdido una infame conspiración para relacionar al mandatario con el "impresentable" ex operador de Montesinos.

Así, los hechos difundidos por La República de una "fuente", que para cualquiera queda claro que es el gobierno y sus agentes, afirman la teoría de que la Policía, es decir, la última rueda del coche de los institutos armados, se habría atrevido a desafiar al Presidente, bañándolo de mugre. Nadie discute aquí la certeza de los hechos públicos hasta el momento, como el cuaderno fraguado. Lo que se discute es la interpretación. O sea, ¿cómo puede explicarse razonablemente que unos policías caídos en desgracia puedan agravar aún más su situación con un infundio a lo más alto del poder con el que, sin duda, tienen todas las de perder dadas sus circunstancias?

Porque seamos claros. Meterse con el honor y la integridad moral del Presidente de la República es declarar una guerra que, si no se tiene el arma de la verdad consigo, se va a perder de la peor manera. ¿Y cómo se va a tener el arma de la verdad consigo si lo primero en descubrirse, por ser lo más obvio y fácil, son los documentos fraguados? Digo, ¿es verosímil? ¿Tiene sentido? ¿Quién se atrevería? ¿La policía?

No es juego. Es fuego ir a una guerra desarmado contra el Presidente. Pero esa es la situación de los "conspiradores". Fueron a por él, según La República, ¡con una pistola bamba! ¿Cuánto tiempo iba a durar la mentira de los policías? Y, lo más importante, ¿qué ganaban los "conspiradores"? O mejor, ¿cuánto más perdían?

Y así, mientras La República se desgañita en develar teorías de la conspiración de fuentes interesadas, el gobierno y su bancada conspiran a su vez por ocultar, por todos los medios posibles, no sabemos qué. A resultas de los cual, la única verdad es que Magneto mató a Kennedy.