(Twitter: @LiRoze)
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Las imágenes que se difundieron el martes podrían haber sido pintorescas postales navideñas si se tratara de alguna ciudad en el hemisferio norte. Pero no, las fotos correspondían a Huancayo, en uno de cuyos distritos, El Tambo, cayó una intensa granizada que cubrió de blanco veredas, pistas y vehículos durante largos minutos.

El inusitado fenómeno llegó precedido, además, de una lluvia torrencial con relámpagos, truenos y una fuerte ventisca. Aunque se registraron aniegos, cortes de luz y de la señal de Internet, más allá de algunos resbalones en las calles, no se presentaron mayores daños.

El Senamhi ha advertido, eso sí, que en la sierra central se producirán, en los próximos días, lluvias persistentes acompañadas incluso de eventuales descargas eléctricas, así como nieves, aguanieves y probablemente granizadas, con lo que conviene que la población se vaya preparando y tomando precauciones para evitar desastres.

Mientras tanto, lejos de esas precipitaciones inusuales, en otro extremo del país, los valles costeros del norte, las sequías prolongadas aumentan la incertidumbre sobre las cosechas para 2023. Una emergencia que acrecienta el riesgo de inseguridad alimentaria, advertido por los expertos en los foros internacionales, y en cuyos informes el Perú figuraba como una de las naciones más vulnerables en esta parte del continente.

Solo en Piura, muere cada día un promedio de 60 cabezas de ganado, ante la ausencia de pasturas. Se habla incluso de que semejante mortandad terminará afectando a unas 80 mil reses en toda la región, donde se han declarado en emergencia a 11 distritos debido a la falta de lluvias.

El clima, la geografía, los fenómenos naturales vuelven a jugarle malas pasadas al Perú, como si no hubiéramos tenido suficiente con un gobierno tan calamitoso como el del fallido golpista, que hoy pernocta en la Diroes con otro expresidente golpista.

El Estado debe comenzar a tomar medidas y planificar acciones a mediano y largo plazo. La economía del país no está para resistir desastres mayores y la amenaza de la hambruna dista de ser un academicismo. Es hora de convocar a los expertos y encontrar salidas que vayan más allá de los meros paliativos.

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